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Anuncios abren esperanzas al nuevo Protocolo de Kyoto

Aunque los expertos ven lejana la posibilidad de alcanzar pronto el próximo acuerdo mundial vinculante de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, los recientes planes de Estados Unidos de reducir en 30% las emisiones del sector energético y la apertura en este sentido que está manifestando China pavimentan las futuras conversaciones para buscar un pacto global amplio.

por:  La Segunda
lunes, 30 de junio de 2014
Protocolo de Kyoto

Foto Archivo

Por Bernardita Castillo

A principios de junio, Estados Unidos dio un gran anuncio ambiental, en línea con la agenda que presentó el año pasado para combatir el cambio climático. Buscará reducir las emisiones de dióxido de carbono generadas por el sector energético en 30% al año 2030, teniendo como línea base el año 2005. Solo horas después, China, su gran competidor en materia de generación de gases de efecto invernadero (GEI) también hizo público su deseo de disminuir sus emisiones, pero sin especificar un plan concreto. A pesar de ello, adelantó que lo haría por dos caminos: intensidad y límite absoluto.

Las expresiones de estas dos grandes potencias mundiales abrió nuevamente las esperanzas de lograr un acuerdo global de reducción de emisiones con miras a la Cumbre del Clima (COP 21) que se efectuará en Paris, Francia, en 2015, cuando las naciones volverán a conversar sobre compromisos en este sentido, teniendo en cuenta que el acuerdo de extensión del Protocolo de Kyoto termina el próximo año. Eso sí, la idea de lograr en ese encuentro un acuerdo vinculante sigue perdiendo fuerza.

Para Pablo Frederick, director de Sustentabilidad y Cambio Climático de Deloitte, el Plan de Acción por el Clima (Clean Power Plan) norteamericano es una buena noticia, especialmente porque se da en la etapa final de la negociación de un nuevo acuerdo sobre cambio climático. “Tanto la reunión de Lima (COP 20) de este 2014 como, especialmente la COP 21 de París del próximo año debieran sentar las bases de una reducción de GEI que mejore lo que hasta ahora ha sido el comportamiento global, y a la vez permita que países como Estados Unidos y China puedan acordar acciones concretas sobre cómo enfrentar un fenómeno que ya es aceptado por todo el mundo”, plantea.

A su juicio, un aspecto importante de rescatar de las recientes revelaciones es que Estados Unidos incluyera en su política energética –sector que es el mayor contaminante– la reducción de GEI, reconociendo la directa relación entre políticas energéticas y los impactos en el cambio climático: “Más allá de las razones que haya tenido el gobierno de Obama para hacer este anuncio, entre las que se cuentan situaciones internas relativas a la salud, impactos de desastres naturales y la oferta energética mundial, es muy oportuno y debiera ser un impulso para que estas negociaciones incluyan a los actores principales”, indica.

A pesar de ello, el plan norteamericano es visto con recelo por algunos sectores. Así lo reconoce Alex Godoy, director del Magíster en Gestión de la Sustentabilidad de la UDD, para quien el tema de fondo es que Estados Unidos está buscando tomar una ventaja competitiva, que es la generación eléctrica futura con shale gas.

“Lo que están haciendo ahora en Estados Unidos es tratar de volver toda su industria de manufactura a los Estados Unidos, tomando ventaja precisamente de la energía, pero también por un tema mucho más clave, y es que ellos están peleando con China por el tema de las innovaciones en temas ambientales y energéticos”, explica.

Estados Unidos versus China

Según estudios norteamericanos, en los últimos diez años, sobre todo desde que la industria china fue ganando posiciones, el mayor número de innovaciones en los nuevos tipos de manufactura, especialmente en lo relacionado con eficiencia energética y energía eólica, ha sido en el gigante asiático. Al respecto, Godoy detalla que actualmente existe una correlación muy alta entre la generación de innovación en este nuevo tipo de industria y donde se encuentra la manufactura, por sobre otros rubros.

“El mercado de energía eólica, en 80%, está puesto en China y de hecho ellos son los líderes. Lo que ahora está haciendo China para no perder ese liderazgo es que han comenzado a tomar el compromiso y eso puede ser un gran riesgo para los países que exportamos para allá, porque faltaría muy poco para que ellos comenzaran lo que se llama ‘patear hacia atrás’; es decir, exigir a los países que exportan a los mercados de destino que bajen las emisiones. Entonces creo que más que vinculante esto también se va a mover a nivel de mercado”, advierte el experto.

Frederick coincide con el análisis al destacar que para China este tema cobra cada día más importancia, aun cuando hasta hasta ahora, y en el marco de las disposiciones del Protocolo de Kyoto, el gigante asiático no tiene obligaciones de reducción, pero de alguna manera sabe que, al ser el mayor emisor del mundo en términos globales, “esa es una piedra de tope para un acuerdo en los mismos términos que los actuales”.

Trabas en el camino

Uno de los grandes topes en la discusión ha sido comprometer a los países para un acuerdo vinculante o que los obligue legalmente, aunque ahora, con los anuncios realizados por China, Estados Unidos y el G7, se abre la expectativa de que se pueda llegar al menos a un pacto de reducción de emisiones. A juicio de Pablo Frederick, la transnacionalización de los negocios, la alta movilidad de capitales y de personas, así como las tecnologías disponibles, requieren de voluntades y acciones a nivel global. 

“En esto hay países clave como Estados Unidos y China, los más grandes emisores, que necesariamente deben aportar para que este acuerdo llegue a buen puerto. Entonces, que el G7 se allane a un acuerdo es muy positivo y si sumamos a EE.UU. y la voluntad de negociación expresada por China, que planteó en la reunión preparatoria de Bonn un plan quinquenal de reducción a partir de 2016, hay esperanzas de llegar a un acuerdo”, subraya.

El experto apunta al rol clave que en este sentido también pueden tener los países europeos. Francia, por ejemplo, ya ha señalado su disposición a reducir incluso 40% de sus GEI para el año 2030 y 60% para 2040. Por eso estima que Europa, más allá de aportar alrededor del 14% de las emisiones de GEI a nivel global, será un actor importante en las negociaciones. “El acuerdo entraría en vigor en 2020 y ya existen algunas señales de recuperación en la economía europea. En todo caso, la posición de la Unión Europea es reducir el 30% de sus GEI para el 2030 y como ellos negocian como bloque, todos los países deben concurrir”, indica.

La duda, sin embargo, sobre qué posición tomarán los mayores emisores mundiales sigue en pie. No hay que perder de vista que Estados Unidos firmó el Protocolo de Kyoto en la administración de Bill Clinton, pero el Congreso lo rechazó, siendo abandonado en 2001 por George W. Bush.

El argumento fue que no era justo excluir a países en desarrollo que emitían altos niveles de CO2 a la atmósfera de sus obligaciones de reducción. La referencia directa era China, país que no era parte del Anexo 1 que establecía las naciones con obligaciones de reducción y que era considerado en esa época, al igual que Brasil e India, como país en vías desarrollo.

Desde entonces ya han pasado numerosas conferencias de las partes (COP) y se han propuesto nuevas definiciones y alternativas para lograr un acuerdo global vinculante, aun cuando no se haya logrado más que algunas propuestas técnicas. Los últimos años, Rusia, Japón y Canadá incluso han amenazado con no firmar acuerdo alguno si no se incluye a EE.UU. y a China, quienes se han mantenido fuera de las conversaciones multilaterales.

De ahí que algunos analistas consideren que la situación actual es diferente debido a las voluntades expresadas por los dos colosos este mes. Para Alex Godoy, sin embargo, llegar al tan esperado acuerdo vinculante es prácticamente imposible por temas legales. “El problema del acuerdo no es el acuerdo”, dice, y explica que la piedra de tope está precisamente en la característica vinculante. “Chile no lo está cumpliendo (el acuerdo), Canadá se salió del protocolo y en Australia están pensando lo mismo”, ejemplifica.

Otra gran traba es la definición de quién liderará este nuevo acuerdo, tácitamente. Al respecto, Godoy enfatiza que “ya no hay una obsesión por vincular, sino lo que se está hablando es que va a comenzar una competencia de reducción de emisiones en que nadie se va a querer quedar atrás. Los europeos están medio amarrados de las manos, porque su principal insumo viene del petróleo y del gas que proviene de Rusia y que pasa por Ucrania, entonces se comienzan a mezclar los negocios con lo geopolítico, pero se piensa que el gran avance va a venir por competencia entre países más que por lo vinculante”.

Una tercera variable que dificulta el acuerdo es la definición de la línea base de las metas de reducción, pues para las naciones no da lo mismo establecer el año 1990, 2005 o 2012.

Con todo, el director del Magíster en Gestión de la Sustentabilidad de la UDD considera que establecer límites sí es posible. “La Comunidad Europea fijó sus propios límites promedio. De hecho, Estados Unidos y China lo están haciendo. Uno de los principales asesores del gobierno chino anunció un porcentaje de emisiones a 2030, lo que permite llegar no sé si con un acuerdo importante, pero sí con uno más cierto que incierto. Y en esto es crucial cómo se va a manejar el tema en Estados Unidos con la posible elección de Hillary Clinton, porque ella debiera ser la continuista de ciertas políticas ambientales del Partido Demócrata”, reflexiona.

 

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