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Furia prorrusa: Cómo viven los separatistas de Putin en la trinchera

Periodista chileno ingresó al tomado edificio de la gobernación de Donetsk. En el piso 11 del edificio funciona la cúpula de los prorrusos que anunciaron la independencia de Kiev, siguiendo los pasos de Crimea. Tres inquebrantables barricadas los protegen. Setenta enmascarados, rusoparlantes, armados con martillos, machetes y garrotes, se niegan a dejar el edificio y le muestran los dientes a Ucrania, tras la fallida tregua.

por:  Federico Grünewald, desde Donetsk, Ucrania
lunes, 21 de abril de 2014
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El emblemático edificio de la gobernación de Donetsk, el mismo que dio la vuelta al mundo anunciando el nuevo brote separatista después de la anexión de Crimea por Rusia, parte hoy su tercera semana bajo control de los milicianos prorrusos, con la presencia de unos 70 enmascarados. Lo normal es que haya 150, pero la mayoría aprovechó la tregua de Pascua acordada con el gobierno de Kiev para cumplir con la tradición ortodoxa, que coincidió con la católica.

Afuera, y también en las calles aledañas, hay otra treintena de enmascarados que hacen rondas de vigilancia. No hay mucha gente en las calles, a excepción de los cientos que llegaron a las iglesias con sus tradicionales cestos con Pascha (pan de levadura con pasas), huevos duros pintados de rojo, una vela, quesos, tocino o salchichas, chocolates para los niños y otros comestibles que simbolizan la abundancia. Un religioso bendice tres veces los alimentos mientras los feligreses encienden su vela.

Poco antes, la celebración de la fiesta religiosa es interrumpida por la violencia, lo que nos recuerda que soplan aires de guerra.

Un manifestante ucraniano que se atrevió a llegar en la mañana lanzando consignas en favor de Kiev tuvo que huir corriendo. A seis cuadras del lugar, en Myru Avenue con Universytets'ka Street, dos uniformados de las milicias rebeldes con sus brazaletes blancos y letras rojas logran interceptarlo, pero el anti Kremlin es joven y corre por su vida. Uno de los guardias lo sigue con una pistola, pone la rodilla derecha en el suelo y dispara tres veces. Dos tiros se pierden cerca de una cafetería donde unos ancianos toman desayuno sin entender mucho qué está pasando. El tercero casi le da al joven, que finalmente se pierde en otra avenida.

Pero es domingo de fiesta y por primera vez los separatistas deciden abrir las instalaciones a los ucranianos y, además de ellos, a sólo 11 periodistas de diferentes medios y países que cubren el conflicto en el este de Ucrania.

En el piso 11 del edificio de la gobernación está el salón donde sesiona el Consejo de la República Popular de Donetsk. Denis Pushilin , un empresario local de 32 años proclamado hace una semana como nueva primera autoridad de la región, cierra la sesión del domingo de Pascua y se dispone a responder preguntas.

Para llegar a la sede tomada por los separatistas hay que pasar tres barricadas. La primera es una muralla hechiza de un metro y 30 centímetros de alto, compuesta por adoquines, neumáticos, escombros, palos, tapabarros y parachoques de autos -que ahora son cenizas-, alambres de púa y banderas y pancartas antioccidentales. En ella está el primer control, donde hay una mesa y cuatro encapuchados que revisan a todo el que ingresa. La segunda está 20 metros más cerca del edificio. Es igual que la anterior, sólo que es medio metro más alta.

Entre estas dos barricadas se ha formado un patio gigante para acoger a los visitantes en este día. Pasar la segunda barricada ya requiere una visa: un papel que incluso discrimina a los propios enmascarados. Por ejemplo, uno que está en la puerta sólo pudo llegar hasta el tercer piso una vez que ingresamos al edificio. La tercera barricada es el puesto de control de la entrada. Hay dos camiones bloqueando el paso y una puerta de vidrio entreabierta por la cual sólo cabe una persona.

Primer peldaño, primer cartel: "No pasarán"

Una vez dentro, en el hall hay otro control, una especie de guardarropía y a la izquierda está la farmacia (la enfermería está en una carpa de la Cruz Roja a 50 metros de las barricadas), atendida por una señora que parece no haber descansado hace días. Y luego vienen las escaleras. Primer peldaño, primer cartel, dice con letras gigantes: "No pasarán". Es todo el español que hay en el lugar. Nadie habla inglés, alemán o portugués. Sólo ruso -de preferencia- o ucraniano.

Cada tres pisos hay un nuevo control en las escaleras. En el primero había también habitaciones, colchones y comedores improvisados. Más arriba, nadie sabe cómo se organizan al interior de las puertas de vidrio, cubiertas con afiches prorrusos. Los separatistas circulan en el interior con pasamontañas, medias, bufandas hasta los ojos, lentes oscuros o mascarillas. El que no tiene uniforme militar verde o gris, viste chaqueta de cuero negro con chaleco antibalas y pantalón del mismo color. La excepción es un joven de buzo Adidas celeste y mascarilla, que circula con un tubo metálico en la mano como parte de la guardia. En la terraza que da al frontis siempre hay cuatro encapuchados observando. Las caras sólo se descubren cuando fuman o cuando comen. Entonces exigen no ser fotografiados directo al rostro. Cuando detectan a alguien piden revisar el material. Si hay algo comprometedor, hay que apretar delete.

Sólo dos separatistas llevan escopetas hechizas. Los demás tienen martillos, machetes, bates de béisbol, fierros, garrotes y palos.

Activistas y agitadores, mujeres y hombres, hablaron durante todo el día. La amplificación permite que se oiga desde todas partes y corre por cuenta de un generador eléctrico que está en la primera carpa verde antes de cruzar la primera barricada. Al lado del toldo hay un plasma de 42 pulgadas en el que pasan videos que no se alcanzan a ver bien de día. Y cuando no hay oradores, suena hip hop, heavy metal, lentos y hasta lírica. Todo en ruso.

El fin de la tregua

En el edifcio de la gobernación, Denis Pushilin pide que lo presenten como primer diputado de la República Popular de Donetsk, que sería el equivalente a primer ministro. Lo acompañan otros ocho consejeros. Tienen algo que anunciar.

En la madrugada, en la ciudad de Sloviansk hubo un tiroteo a un puesto de control prorruso que marcaría el fin de una tregua acordada entre los separatistas y Kiev. El acuerdo alcanzado por Rusia, Ucrania, EE.UU. y la Unión Europea está el desarme de los grupos prorrusos y nacionalistas, además de la entrega de los edificios públicos tomados en el este del país.

Pushilin se refiere al incidente como una provocación y dice que "no se puede confiar en Kiev. Por un lado pretenden que entendamos razones, pero por el otro no cumplen los acuerdos".

El joven líder da por terminada la tregua, que duró sólo el domingo de resurreción, e insiste en que el referéndum local se hará el 11 de mayo, como estaba previsto

Tras bajar los 11 pisos de escaleras afuera, en el patio, los ucranianos pasean y observan la ocupación del edificio. Yuri Olyk , un joven que vive en Kiev, y que estuvo el 21 de febrero en la Plaza Maidán cuando Yanukovich fue derrocado, cuenta que se han hecho sondeos en Donetsk en los que máximo un tercio de los encuestados dicen ser prorrusos. "Una cosa es que hablen ruso, pero otra es que se sientan agredidos por el gobierno de Ucrania. Ellos no quieren dejar de ser ucranianos", explica.

Para Olyk las cosas son más sencillas: "Hay una serie de oligarcas en la región de Donetsk que temen perder su poder. Ellos son los que han puesto a estos nuevos líderes, porque en realidad les da lo mismo Putin o quien gobierne en Ucrania".

Maksiym Kolupay tiene 27 años y estuvo en la Revolución Naranja del 2005, en la misma época del año y en la misma Plaza Maidan. Esa vez la gente salió en masa a protestar contra la corrupción y contra el supuesto fraude en las elecciones en las que Viktor Yushchenko había derrotado a Yanukovich. Maksiym volvió a Donetsk, donde también vive su mamá. Y las revueltas lo siguieron hasta acá. "Ahora quiero irme", dice el compositor y también Dj. "No quiero Putin, no quiero Tymoshenko, no quiero nada con los políticos. En toda Europa es lo mismo. O es crisis económica o es crisis política".

 Plaza Maidan: Aún hay más de 180 desaparecidos

La Plaza Maidan también vivió la Pascua con más visitantes civiles y turistas que milicianos. Las cerca de 60 carpas que aún conforman el campamento que se instaló ahí el 1 de diciembre del año pasado, después de que a fines de noviembre el ex Presidente Viktor Yanukovich se negara a firmar un acuerdo de asociación económica con la Unión Europea, están adornadas con cañones hechizos, fotos de las 106 personas que murieron el 20 de febrero en el día más crudo de las protestas, velas, flores y, a modo de museo, cascos, mascarillas, miguelitos y proyectiles de distinto calibre recogidos ese mismo día.

Algunas tienen también una mesita con un organizador plástico, de esos que sirvieron como urnas en las elecciones del año pasado en Chile, y ahí van recibiendo aportes en dinero. El edificio de los sindicatos -quemado entero durante esa fase de la revolución que derrocó al Mandatario- iba a ser usado como refugio y comedor, pero aún hay más de 180 personas que están desaparecidas desde las protestas y se teme que algunos cuerpos estén aún ahí adentro. Por eso la cocina de los acampados está justo al frente, pero en la calle. Son dos carpas con fogatas en sus patios donde calientan en fondos la comida. Al lado de la cocina está la carpa de las telecomunicaciones, donde hay varios equipos computacionales en el interior. Atrás de ella hay otra de soldados de Georgia y al lado una con banderas de Polonia, Argentina y otros países.

Yuri Olyk estuvo acá. Tiene 30 años y estuvo en todas las protestas, "hasta que una mañana, como a las nueve, empezaron a disparar a la gente. No sabíamos dónde estaban los francotiradores. Todo fue muy caótico". Ayer se cumplieron dos meses desde esa masacre.

En Maidan las Fuerzas de Autodefensa, como se llaman quienes ocupan las carpas y edificios aledaños, como el de Correos, el Teatro y otros, se organizan en cuadrillas de 100 personas. Una de ellas es sólo de mujeres. Muchos han hecho los cursos respectivos para integrar la Guardia Nacional y es por eso que el gobierno del Presidente interino, Alexander Turchynov, reconoce el emplazamiento en Maidan como legítimo.

Gregory, un soldado de origen moldavo que lleva una Kalashnikov bajo la cintura, explica con mucha amabilidad que el centro de prensa de Maidan, señalizado con un gran letrero amarillo al lado de la carpa de la Cruz Roja, no funcionará durante las fiestas. "Acá son vacaciones, usted debería ir a ver a su familia", dice sonriendo.

Iván, de 20 años, un militar de Sevastopol, Crimea, menciona que prefiere no recordar lo que ocurrió hace dos meses en esta calle, que se llama Instituska. Por acá trataron de escapar de los francotiradores muchos de los que murieron.

El está desde el 30 de noviembre en la plaza. Ese día los estudiantes que protestaban contra el gobierno fueron golpeados por la policía y la manifestación creció hasta congregar un millón de personas. "Han sido meses muy duros, pero hemos tenido el apoyo de los ciudadanos y de nuestros compañeros", cuenta Iván.

-¿Por qué no fue a Crimea?

-Era muy difícil quedarse en Sevastopol, Crimea fue entregada (a Rusia) sin resistencia, sin luchar.

Tras la anexión el 16 de marzo de Crimea a Rusia, Iván no ha tenido más contacto con los suyos en la ex región ucraniana. Dice que permanecerá en Kiev junto a su fuerza independiente que se coordina con un comandante, al menos hasta las elecciones presidenciales del próximo 25 de mayo. "¿Lo peor que nos puede pasar? Que elijan a alguien igual que Yanukovich", advierte.

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