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Insulza le responde a Evo: "Si la OEA fuera un instrumento del imperialismo, yo no sería su secretario general"

Desde Washington, José Miguel Insulza pasa revista a los temas que más lo han ocupado el último tiempo en su rol como líder máximo de la Organización de Estados Americanos. Afirma que en el debate referido al Sistema Interamericano de DD.HH. no hubo ganadores y perdedores, pese a que la prensa habló de un aislamiento de los países bolivarianos. Y también se da tiempo para comentar la actualidad política chilena.

por:  Carlos Monge, La Segunda
martes, 26 de marzo de 2013

José Miguel Insulza asegura que la OEA fiscaliza, en el campo de los derechos humanos, a todos los países por igual, sin ningún sesgo ideológico.


Al otro lado del teléfono, José Miguel Insulza suena satisfecho. En la madrugada del sábado pasado, la Organización de Estados Americanos aprobó una resolución que reafirmó la vigencia del Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH), desestimando los pronósticos agoreros que hablaban de un impasse entre los países bolivarianos y el resto de los países miembros, que podía conducir a una parálisis de la acción de la OEA en este campo.

Nada de eso pasó. No hubo "choque de trenes", e Insulza demostró nuevamente su talento como articulador de acuerdos, aun cuando las posiciones parecían ser muy opuestas. Está contento, además, porque hizo un viaje relámpago a Roma para asistir al inicio del pontificado del Papa Francisco , y tuvo oportunidad de "cambiar unas palabras con él, que me preguntó sobre el estado de la relación entre Chile y Argentina, que siempre ha sido buena y seguirá siéndolo".

-¿Cuál es su balance acerca de cómo se resolvió en la OEA el tema de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)? ¿Hubo ganadores y perdedores, como señaló la prensa, que habló de un aislamiento de los países bolivarianos, que querían postergar el debate?

-El balance es ampliamente positivo. Se aprobó todo lo que había hecho la CIDH en los últimos meses, con un trabajo muy adecuado que respondió a la mayor parte de los temas que los países miembros le habían planteado el año pasado. Ahora, ganadores y perdedores hay cuando se produce una votación. Y aquí no se llegó a ello, porque finalmente se produjo un consenso y hubo una resolución aprobada por todos los países presentes. Por lo tanto, hablar de ganadores y perdedores no corresponde.

-El acuerdo significa que, en la práctica, se mantiene el statu quo y el financiamiento de la Comisión que proviene de fuentes internas y también externas .

-Ahí hay una precisión que hacer. Yo prefiero distinguir entre contribuciones ordinarias y extraordinarias. Porque, de hecho, dentro de lo que se llaman donaciones externas, y que son el 45% de su presupuesto, la gran mayoría proviene de países que están en la OEA. Por ejemplo, dentro de ese 45% están los US$ 400.000 que Argentina acaba de donar a la Comisión. Ahora, todos quisieran que la CIDH se financiara íntegramente del presupuesto ordinario; es decir, de las cuotas que pagan los países. Pero todavía estamos muy distantes de eso, y la asamblea sabiamente decidió que podía haber contribuciones externas, que, repito, no lo son tanto.

"El sistema tiene gran credibilidad"

-Un cuestionamiento habitual que se le hace a la Comisión es que cómo se le puede dar credibilidad al sistema interamericano de DD.HH. como un todo -vale decir, a la Corte y a la Comisión- si 24 de los 34 países miembros (entre ellos, nada menos que EE.UU.) aún no ratifican el pacto de San José?

-La Convención Interamericana de DD.HH., más conocida como el acuerdo de San José, ha sido ratificada por todos los países latinoamericanos y una parte importante de los caribeños. EE.UU. también la suscribió, aunque no la han ratificado, como ocurre con muchos pactos que se firman y después tardan mucho en corroborarse. Además, la discusión aquí era más sobre la Comisión que sobre la Corte, pues la no ratificación de la Convención significa la no aceptación de la jurisdicción de la Corte, en la mayoría de los casos.

El sistema tiene plena credibilidad, un gran valor y, además, todo el mundo lo reconoce. Si no, no discutirían tanto sobre él. Cuando la CIDH dice algo, todo el mundo presta atención. Y EE.UU. está tan sometido a sus decisiones como Chile, Argentina o Brasil.

-Al calor de la discusión sobre la CIDH, el Presidente de Bolivia, Evo Morales, hizo declaraciones bastante duras respecto de la OEA. Además de amenazar con retirarse, la calificó de "instrumento del imperialismo y el capitalismo" y de actuar en forma parcial frente a los gobiernos del eje bolivariano. ¿Qué reflexión le merecen sus palabras?

-Voy a contestarle muy brevemente: si la OEA fuera un instrumento del imperialismo, yo no estaría como secretario general. No aceptaría jamás convertirme en un instrumento de ninguna cosa negativa como ésa. Creo que mi vida política lo dice muy claramente. Pienso que son cosas que se dicen. Se dijo, por ejemplo, que jamás la Comisión hacía declaraciones respecto de EE.UU., sí las ha hecho acerca de Guantánamo. Incluso hace poco admitió a tramitación la demanda de un ciudadano argelino que está preso allí. Otra cosa es lo que la Comisión pueda lograr para evitar atropellos en forma concreta. Pero aquí la ley pareja no es dura. Todo el mundo recibe demandas y requerimientos de parte de la CIDH.

-Hablemos de Venezuela. Ud. tuvo palabras de elogio para Hugo Chávez. Habló de un vacío importante que él había dejado y de su trabajo en favor de reducir la desigualdad. ¿Cómo se concilia esto con el hecho de que la oposición haya denunciado prácticas autoritarias y crecientes violaciones a la libertad de expresión, por ejemplo?

-Que el vacío quedó, no cabe duda. La verdad es que la figura de Chávez era lo que era, y después de su desaparición queda un vacío de liderazgo fuerte en su país. Liderazgo que será fortalecido probablemente de nuevo después de las elecciones y con la regularización del proceso político. Segundo, yo valoré no solamente el trabajo en favor de la redistribución del ingreso que hizo Chávez, sino también en favor de la unidad latinoamericana y caribeña, sobre todo en el último período de su gobierno. Ahora, eso no tiene nada que ver con críticas que algunos han hecho respecto de las insuficiencias de la democracia y de los problemas de DD.HH. o de libertad de expresión. Son otro campo. Y no estoy diciendo que yo me adhiera a esas denuncias, pero son dos temas completamente distintos.

-El 14 de abril se harán las nuevas elecciones y, hasta ahora, la OEA no participará en ellas con una misión observadora, como es usual en otros países, porque sólo puede asistir si recibe una invitación del gobierno. ¿Cree que haya espacio político aún para que eso ocurra?

-Podríamos hacer un gran esfuerzo para mandar una misión en el poco tiempo que nos queda, pero invitación no ha llegado, así que me parece difícil que podamos enviar una misión como tal en tres semanas. Lamentablemente, yo creo que a Venezuela e incluso al gobierno actual le habría hecho bien tener una misión observadora de la OEA o de la UE, en regla. Pero, insisto, no descarto que si se nos invita se pudiera enviar a un grupo más reducido, aunque ya no sería, claro, una misión observadora de la OEA.

-La OEA está coordinando la labor de una comisión para hacer propuestas nuevas para la lucha antidrogas en la región. El informe debe conocerse, a más tardar, en abril o mayo. ¿Podría adelantar algo de su contenido?

-Desgraciadamente, yo tengo el compromiso de entregar el informe directamente a los presidentes. No obstante, y sin riesgo de violar la confidencialidad del mismo, le puedo decir que hay un gran acuerdo previo de que en esto vamos a caminar todos juntos. O sea, aquí no podría pasar que algunos países se salten la cerca, digamos, y empiecen a tener políticas distintas. Porque eso perjudicaría no solamente a los otros, sino que a ellos mismos. Imagínese que un país legalice la droga y sus países vecinos, no. El que la legaliza se convierte de inmediato en una especie de emporio desde el cual se van a exportar drogas hacia los otros. Entonces, sería una cosa muy complicada.

"Me alegra que Michelle asuma la responsabilidad de lanzarse a la Presidencia"

 

-El regreso a Chile de Michelle Bachelet ya tiene fecha: el próximo miércoles. ¿Qué comentario le merece este retorno de una persona que, como Ud., ha ocupado un alto cargo internacional y decide volver, aludiendo, por ahora, a razones personales?

-Mire, yo creo que Michelle vuelve a lanzar una alternativa muy clara a la Presidencia de la República. Y a mí eso me alegra mucho, porque pienso que realmente es un valor de nuestro país que es muy importante que asuma esa responsabilidad. Ahora, naturalmente ella será la encargada de anunciar su decisión. No la voy a anunciar yo. Pero con esto se inicia el período preelectoral de manera definitiva y van a quedar configuradas las candidaturas presidenciales ya dentro de muy poco.

-Si hay algo en lo que todos coinciden es que su retorno está rodeado de altísimas expectativas. El gran apoyo que tiene en las encuestas se relaciona estrechamente con la posibilidad de avanzar en reformas estructurales. ¿En qué ejes se debería apoyar un programa de cambios realista, que se pueda llevar a cabo en cuatro años?

-Primero, que un programa de cambios realista tiene que ser lo más consensuado posible, porque hay que tener la fuerza necesaria para sacarlo adelante. Uno puede tener muy buenas ideas, pero es necesaria la capacidad para implementarlas. Alguna vez un político, llevado por el entusiasmo, dijo aquí no vamos a ser lo que sea posible sino lo que queramos... Yo agregaría: si es que se tienen los votos para hacerlo.

-¿Cuáles son las prioridades?

-Los temas ya son conocidos. Hay un problema serio en materia de distribución del ingreso y de desigualdad en Chile. Eso significa que hay que examinar soluciones de fondo en política tributaria e incluso en lo laboral y sindical. El segundo gran tema pendiente es el de la educación. Está archidiscutido y debatido. Hay que hacer una reforma que recoja lo mucho que se ha logrado en esta materia. Porque hoy día no hay ningún niño chileno que no tenga escuela, y eso es importante. Y que podamos avanzar para darles una educación de calidad y, sobre todo, mejorar el acceso a una educación secundaria y universitaria de igual calidad para todos los chilenos.

Hay un tema energético que también hay que enfrentar. O sea, es completamente imposible que sigamos teniendo grupos que vetan cualquier forma de generar energía en el país. Eso es gravísimo, porque tenemos la energía más cara de América Latina. Eso no se puede dejar de lado. Estoy poniendo ejemplos de cuestiones en las cuales pienso que se pueden lograr grandes acuerdos nacionales. Y espero que las postulaciones presidenciales planteen con mucha claridad su punto de vista respecto de ellos.

-El gran "cuco" que aparece en el camino son los movimientos sociales, a los que se ve como antagónicos frente a la política. ¿Cree Ud. que ello es tan así?

-Movimientos sociales siempre van a haber. Pero los grandes movimientos, que remueven al país, sólo surgen cuando hay grandes problemas que es necesario enfrentar. El problema es dialogar con ellos y buscar soluciones a los temas que plantean. Lo que pasó con la educación no es que a los niños de repente se les haya ocurrido hacer una huelga, sino que había problemas muy graves con el financiamiento y la calidad de la educación que había que enfrentar. Todavía los hay...

Detrás de un movimiento de la envergadura del que tuvimos en 2011, no hay puramente una cosa generacional ni ganas de salir a la calle, sino la necesidad de una política pública que es preciso evaluar y tiene que estar en las propuestas programáticas de las próximas elecciones.




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