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Los rituales del cónclave cardenalicio que elegirá al nuevo Papa

Las votaciones son bajo la condición de anonimato y los religiosos tienen que enmascarar sus letras, ante la sanción de la excomunión. Todo ello está reglamentado por una "guía" protocolar, llena de decretos y esquemas.  

por:  Gracia Baldovino y Manuel Galdames
viernes, 01 de marzo de 2013

La célebre Capilla Sixtina es el lugar donde los votos son anunciados en voz alta y luego quemados en una estufa.


La sede vacante que comenzó ayer, dando paso al representativo cónclave cardenalicio -que los medios italianos prevén que empezará entre el 9 y 11 de marzo-, esta vez se desarrollará con un Papa que aún está vivo.

La renuncia de Joseph Ratzinger , la primera de su tipo en 600 años, causó sorpresa e intriga en el Vaticano, pero una cosa es segura: las reglas y rituales que se usarán en la elección de su sucesor seguirán un estricto programa elaborado por el entonces Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, Piero Marini .

Marini -reemplazado en 2007 por Guido Marini , quien estará a cargo del actual cónclave-, organizó los rituales de funeral del Papa Juan Pablo II y también de la elección cardenalicia que eligió a Benedicto XVI, hace casi 8 años.

"Todavía recuerdo, con cierta emoción, el silencio que había y la participación de los cardenales", relató el maestro de ceremonias tiempo atrás. "Fue un evento que se preparó con mucho cuidado", precisó Piero Marini.

Posteriormente, el hoy arzobispo de la curia romana elaboró una especie de "guía" para dirigir un cónclave: un denso documento lleno de decretos, esquemas de cómo se debería preparar la sala, direcciones y fotos. Este será el libro que usarán como guía los 115 cardenales que se reunirán en la Capilla Sixtina para elegir al próximo Pontífice.

Es responsabilidad del cardenal camarlengo, Tarcisio Bertone , que la elección del Papa se desarrolle con la necesaria reserva y discreción. Para ello puede emplear los medios técnicos que estime convenientes, de modo que asegure que no se instalen medios audiovisuales de grabación y transmisión al exterior (ver entrevista).

El tradicional comienzo

La primera etapa para elegir un nuevo Papa parte con la convocatoria de los cardenales a las "congregaciones generales". En esas reuniones, los purpurados discuten el nombramiento del nuevo Papa y deciden la fecha del cónclave, estimada entre el 9 y el 11 de marzo.

El día fijado para el comienzo del cónclave, por la mañana, se reúnen los cardenales electores en la Basílica San Pedro, y celebran la misa votiva "Pro eligendo Papa ", para luego dirigirse -en sus hábitos rojos- a la Capilla Sixtina. Cantan la monofónica "Letanía de los Santos" y luego otra canción sagrada: "Veni, Creator Spiritus" . A través de estos cánticos piden la intervención de los santos y del Espíritu Santo, mientras toman su lugar debajo del imponente mural del "Juicio Final", de Miguel Angel Buonarroti .

En un acto de gran reflexión, los cardenales ponen sus manos en una Biblia y juran conservar el secreto absoluto sobre lo que sucederá durante el cónclave, mientras este dure y después. También prometen "nunca ayudar a cualquier interferencia, oposición o a cualquier otra forma de intervención (...) en la elección de un Pontífice romano".

Los 115 purpurados que votarán en el cónclave alojarán en el "Domus Sanctae Marthae" , una residencia fuertemente custodiada y situada justo afuera de los límites de la ciudad del Vaticano. Esa será la instancia -además de misas y reuniones en la Santa Sede- que los cardenales tendrán para conversar sobre quién podría tomar el lugar de Benedicto XVI.

Mientras dure el cónclave, del latín " cum clave " (bajo llave), los purpurados tienen prohibido cualquier contacto con el mundo exterior. No podrán acceder a celulares, computadores, diarios o revistas. Menos Twitter.

La pena de no seguir el estricto secretismo de la elección es la excomunión, lo cual también asegura que el próximo Pontífice nunca sabrá qué cardenales votaron en contra de él, un importante factor para la unión de la Iglesia.

Las rondas de votación

Una vez que el juramento es tomado, el maestro de ceremonias litúrgicas, Guido Marini, dará la orden "extra omnes" (todos afuera), y todos aquellos que no son parte del cónclave deberán salir de la Capilla Sixtina.

Solamente se quedan el maestro de ceremonias y un cardenal mayor de 80 años, quienes no tienen derecho a voto. Este último lee un texto que menciona las cualidades que un Papa debería tener y los desafíos que enfrenta la Iglesia, pero al final de su discurso tanto él como Marini deben salir de la sala, para dar comienzo a la elección.

En el primer día, se realiza una ronda de votación. Pero en los días que siguen los cardenales votan dos veces en la mañana e igual número en la tarde. Esto ocurre hasta que se decidan por un solo nombre. La elección del Papa requiere de un acuerdo de dos tercios más un voto. Es decir, 77 de los 115 sufragios.

En caso de que luego de tres días no se consiga elegir al Papa, la votación será suspendida por un día con el fin de que los cardenales tengan una pausa de oración y libre diálogo entre ellos.

Si después de 24 escrutinios -8 días, sin contar el día de receso- los cardenales no consiguen ponerse de acuerdo sobre el sucesor del Papa, podrán decidir por mayoría absoluta el modo de proceder . Pero nunca se deberá prescindir del requisito de exigir mayoría simple para que sea válida la elección.

Para votar, un cardenal escribe su elección en un pedazo de papel en donde están impresas las palabras " eligo in summen pontificem" , lo cual se traduce como "yo elijo como Pontífice Supremo a...". Los religiosos deben, además, enmascarar su letra, para ocultar quién voto por quién.

Cuando llegan al altar, donde se ubica la urna ovalada, dicen: "Llamo con Cristo, nuestro Señor, que será mi juez como testigo, que mi voto es dado a quien yo creo ante Dios que debe ser elegido".

El voto, puesto en un cáliz, es contado por tres escrutinadores, pero solo el tercero de ellos dirá el nombre a viva voz. Este gesto le dará una idea al cónclave de quiénes son los principales contendores.

Una vez que los votos han sido contados, se enhebran en un hilo. La aguja se pasa por cada papeleta; por la letra "o" de la palabra "eligo ".

De acuerdo a los resultados, si hay consenso los votos que son quemados producirán el esperado humo blanco que saldrá desde la estufa en que son incinerados. De lo contrario, se impedirá que se consuman los votos y papeletas de los cardenales electores con un químico que producirá el humo negro (lo cual significa que aún no hay ganador) y tendrán que volver a votar. Antes, en el cónclave, se usaba paja mojada en vez de un químico.

"Habemus Papam"

El Papa electo por el cónclave deberá responder a dos preguntas formuladas por el decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano : "¿Acepta su elección canónica como Soberano Pontífice?" y "¿con qué nombre quiere ser llamado?". Si responde positivamente, el elegido se convierte en sucesor de Benedicto XVI y arzobispo de Roma.

Antes de presentarse al mundo, el nuevo Papa pasará a una habitación anexa, llamada la "sala de las lágrimas", porque muchos pontífices lloraron en ella al tomar conciencia de la importancia del cargo. Ahí lo espera su túnica blanca hecha por la histórica sastrería Gammarreli de Roma, que desde hace más de doscientos años viste a los Pontífices.

Con los atavíos del nuevo Pontífice de Roma, el Papa rezará en la tumba de San Pedro y, desde ahí, se dirigirá al balcón de la Basílica de San Pedro y el francés Jean-Louis Tauran - el cardenal más veterano de la Iglesia Católica- anunciará urbi et orbe "habemus Papam" (tenemos un Papa). En ese momento, el nuevo líder de la Iglesia Católica saludará al mundo por primera vez.

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