Foto ILUSTRACION CHEO GONZALEZ
El tercer lunes de enero es la peor jornada del año, lejos ya de todo espíritu lúdico festivo y la motivación del Año Nuevo. Esa al menos es la teoría creada en 2005 por el psicólogo Cliff Arnall, a partir de una ecuación, que incluye parámetros meteorológicos como la temperatura y las horas de luz y los días trascurridos tras las últimas vacaciones.
Según varios estudios, el ímpetu que lleva a gente del primer mundo a matricularse en masa en gimnasios y romper cigarros se ha esfumado casi por completo tres semanas después, reseña el diario español El País.
Según una investigación realizada en EE.UU. por la Universidad de Scranton, el 45 por ciento de la población suele establecerse objetivos con cada año nuevo.
La primera del ranking es perder peso; le siguen ser más organizado, ahorrar, disfrutar de la vida y ponerse en forma. Sin embargo, a la tercera semana del año, casi la mitad se ha rendido y, de hecho, el 24 por ciento falla.
Según ese mismo estudio, quienes sí cumplen sus objetivos tienen algo en común: la concreción. Las personas que son explícitas en sus determinaciones tienen diez veces más posibilidades de lograr sus objetivos que aquellas que sólo las expresan vagamente.
La encuesta Resoluciones de 2014, realizada por Redbull, revela que hombres y mujeres son parecidos a la hora de establecer buenos propósitos.
El 48 por ciento de ellas y el 40 por ciento de ellos las hacen. Pero tienen diferentes fuentes de inspiración. Para el 55 por ciento de las mujeres, la motivación está en la propia satisfacción de lograr la meta. Para ellos, esto es prácticamente igual de importante que la recompensa económica y el apoyo de su pareja.
Hombres y mujeres son iguales al momento de proyectar en forma realista: sólo el 12 por ciento está convencido de que conseguirá sus expectativas.
Esto condice con otro estudio dirigido por el profesor Richard Wiseman, de la Universidad de Bristol, según el cual el 88 por ciento de quienes se proponen un objetivo de año nuevo fracasan.
El profesor Wiseman detalla en su blog el decálogo para materializar esos deseos: establecer sólo un propósito; evitar resoluciones anteriores en las que ya hayamos fracasado; elegir algo que nos motive personalmente; dividir la gran meta en pequeños pasos; contárselo a la familia y amigos; pensar a menudo en los beneficios que se obtendrán; darnos pequeñas recompensas; llevar un diario escrito; considerar los momentos de debilidad como un pequeño revés, no como un fracaso absoluto, y, sobre todo, no esperar a que empiece un año nuevo.