"No es elitismo, es realidad".
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Comenzó en el colegio a trabajar en un periódico.
"He tenido una vida sin vacaciones, pero no me quejo, porque he hecho lo que me gustaba. Dedicarme a escribir es lo mejor que me ha pasado. Empecé a tomarme la vida en serio muy pronto, porque tuve que ganar dinero desde joven".
¿Su definición de cultura?: "La dio T. S. Eliot, pero es completamente válida: «Todo aquello que enriquece la vida»".
Hoy incluso la moda llega a los museos más importantes del mundo. "Hay una extensión tal del concepto de cultura que ya todo pasa a serlo, y eso no es verdad. La cultura es una extraordinaria diversión; pero si sólo la determina esto, al final se puede banalizar. Ése es el tema de mi último ensayo, La civilización del espectáculo". La cultura de masas deja de ser cultura para él. "Que todas las manifestaciones puedan llegar a todos es una fantasía democrática. No todo el mundo puede leer a Proust. Esto no quiere decir que haya gente que esté genéticamente negada para la cultura, sino que el esfuerzo y la preparación, que están al alcance de cada persona, hay unos que lo tienen y lo hacen y otros que lo tienen y no lo hacen. Esto no es defender el elitismo, sino la realidad", señala.
Ha de existir una élite que preserve y que "establezca las jerarquías indispensables y no se llegue a la confusión de no saber qué cosa es bella, fea, auténtica o imitación".
Asegura que su curiosidad está siempre viva.
"Cuando descubres que tienes menos tiempo para perder, vas más a lo seguro. Por eso ahora releo mucho. Y si un libro no me atrapa a las 30 páginas, lo dejo. Eso en el pasado no lo habría hecho nunca".