Impulsora de la lectura infantil y de las editoriales independientes en su país, participará en diciembre en un seminario organizado por UDP y acá habla sobre la situación de la industria y sus lectores.
Quizá por ser también arquitecta, la editora colombiana María Osorio ha sabido edificar, desde mediado de los 80, una carrera en instituciones como la Asociación Colombiana del Libro, el Comité de Libros Infantiles y la Asociación Colombiana de Libreros Independientes. Su rollo ha sido justamente potenciar tanto a los jóvenes lectores como a los libreros que trabajan al margen de las multinacionales. Pero también potenciar a los jóvenes lectores en Babel, que es distribuidora, librería y biblioteca. Estuvo en la Filsa y participará el 10 de diciembre para el seminario internacional "¿Qué leer? ¿Cómo leer? Lecturas de juventud", en la Biblioteca Nicanor Parra de la UDP.
"Lo que más me interesa es la reflexión sobre lo que sucede con el libro infantil en mi país y en la región", dice. "Reflexión que debo aclarar que en su mayor parte se basa en la observación local, colombiana, pero que hace parte de una reflexión más amplia que hemos venido haciendo un grupo de editoras, en encuentros casuales y no tanto, en ferias y congresos, en cualquier lugar del mundo en que nos encontremos y que nos acoja", explica.
-El lector infantil es fundamental. Después, es muy difícil enganchar profundamente a la lectura. ¿Qué piensas tú?
-Pienso que la culpa es de todos los implicados en la edición y promoción del libro y la lectura.
-¿Cómo así?
-Entusiasmados todos con la capacidad de asombro y de recepción de los más pequeños, nos hemos dado a la tarea de producir y ofrecer libros inteligentes, cada vez más exigentes para los más pequeños. En la escuela, el preescolar es época de libertad y descubrimiento. El encuentro con los libros ilustrados una felicidad para niños y maestros. Luego, empieza lo más difícil, se les ofrece literatura más que mediada, prefabricada, clasificada temáticamente, por valores y contenidos; encasillada, por competencias lectoras. O, más drásticamente, por edades. Es más importante el oficio de la lectura que la literatura... ahí los empezamos a perder.
-¿Y qué sucede después con los jóvenes?
-Editores y mediadores tratamos de hacer malabarismos para que reencuentren esos gustos perdidos. Y entonces, se producen colecciones prefabricadas de acuerdo con los supuestos intereses del lector, donde el tema es el eje principal de la mayoría de las colecciones. Así, los perdemos del todo. Poco a poco hemos suprimido todo el sentido a la literatura, cuya naturaleza es la ambigüedad. Preocupados por ofrecer lo que creemos que será de su gusto, volvemos a perder de vista la literatura. Para mí, ese es el problema más grave.
-¿Están perdidos los lectores, entonces?
-No. Si no dígame, ¿de dónde ha salido todo ese grupo de gente muy joven que hoy conforma el grueso de la edición independiente en toda América Latina? Por otra parte yo creo que estamos confundiendo algo cuando tratamos de masificar la lectura. La lectura siempre ha sido de pocos. Y aunque queremos ampliar ese círculo o crecer esa cantidad, siempre deberíamos pensar en pocos.
-Según encuestas, más del 80% de los chilenos no entiende lo que lee. ¿Cómo entusiasmar con la lectura en nuestro país?
-Me parece que las que están mal son las encuestas. Por una parte, creo que los jóvenes sí leen. Por otra, el tema de acceso a los libros en toda América Latina es un problema fundamental, y que no contribuye a la creación de lectores.
-¿Cómo opera eso?
En este momento, los sitios de mayor acceso a los libros para niños son bibliotecas públicas y escolares. Dotación hecha directamente por los estados. Dotaciones mínimas que atienden a la mayoría de la población de nuestros países; absolutamente mediadas e idénticas para todas las regiones. Porque se compran masivamente con la excusa de abaratar costos y así ofrecer alguna mínima calidad de acuerdo con los preceptos de los expertos de turno.
-¿Y qué piensa de lo que sucede acá con el tema de las adquisiciones?
-He visto de lejos lo que ha pasado en Chile cuando los recursos se entregaron directamente a los bibliotecarios, lo que no creo que sea una excusa para hacerlos a un lado. Pensemos en que lo que llega a las regiones más apartadas de nuestros países es precisamente ese producto más comercial, más publicitado, que maestros y bibliotecarios, y que por fuera de las capitales tienen poca o ninguna posibilidad de acceso a una librería de verdad y bien dotada.
-¿Qué le pareció el debate en torno al libro "Nicolás tiene dos papás"?
-Vi el libro y no me parece polémico para nada. Tampoco me interesa, pues no es verdadera literatura. Se trata, para mí, de un producto. Poco más que una cartilla, con pretensiones educativas. El pensamiento y el respeto no se modelan por decreto, la literatura ayudaría, pero no es este el caso. Es indudable que ya no debería haber temas tabú en la literatura infantil. Y es preferible que se traten poética y literariamente, antes que a través de la televisión.
Según el último Simce de Tecnologías de la Información, sólo el 1,8% de los escolares de 2.o medio puede organizar y reestructurar información introduciendo ideas propias.
En el Simce de escritura, por otra parte, sólo el 9% de los alumnos de 6.o básico puede expresar bien sus ideas en un texto.