Cultura/Espectáculos
Compartir | | Ampliar Reducir

Kike Morandé repasa sus 60: "Mi papá era tonto de bueno"

"Lo pasábamos muy bien con muy poco. No lo cambio por nada", dice el animador que cuenta una infancia de "peluseo" y esfuerzos que lo llevaron lejos.  

por:  Constanza León A., La Segunda
viernes, 08 de agosto de 2014
Kike Morandé

Foto Claudio Cortés

Kike Morandé deja que su equipo lo sorprenda en el estudio cada noche. Deja que la vida lo sorprenda. Y goza.

Apunto de cumplir 60 años -que celebra este viernes en Mega-, cuenta su historia. Hijo de Andrés Morandé Tocornal e Isabel Peñafiel Rosselot. Su padre, ingeniero agrónomo, dedicado a la exportación de fruta. Su madre, "aparte de criar 7 hijos en 9 años", era profesora de orientación.

El fue el sexto de los hermanos. Se crió en Las Condes, cerca de donde fundó Kike 21, la productora con la que cumple 15 años de "Morandé con compañía".

"En una casa chica, donde dormíamos apiñados. Tal como viajábamos a San Felipe en un Fiat 600". Allá trabajaba su padre, de martes a viernes. Y vivían los primos. Veraneaban en Reñaca en la casa de su abuela. Y su abuelo tenía campo en Mulchén, donde pasaba los mejores veranos que pudieran existir. Partía la trilla y comenzaba la diversión.

Fue siempre regalón entre las mujeres. Sobre todo de Ana María, su hermana que murió de cáncer en 2012 y que cumplía años también el 9 de agosto. Fue el mismo año en que perdió a sus padres (con tres meses de diferencia).

"Mucha gente cree que nací en cuna de oro y no. Yo partía al colegio en micro, como todos", cuenta el animador.

"Nunca fui muy bueno. No era malo, era como ahora. Tengo oficina, pero me siento 5 minutos cada tres días. La verdad, no sé si sé escribir o no. No escribo".

Nunca estudió, aunque formalmente, asistía a los Sagrados Corazones de Manquehue. "Nunca se me ocurrió que el colegio fuera el formador de mi futuro".

Líder tampoco era. "Líder del peluseo podría ser. Hacía travesuras, pero nunca me quisieron echar". Su padre no lo retó jamás. "Mi papá era tonto de bueno. Imposible ser como él. Nunca una mala palabra, a nadie y de nadie. Ya no están los tiempos para ser como él. Hoy te atropellan". Por lo mismo, era quien firmaba la libreta de notas. "Mi mamá era brava. Seguramente, tenía razón".

Hizo teatro y memorizaba los textos de cada personaje que veía. Tenía un don.

De leyes y hondas

"Salí del colegio en la peor época, diciembre del 1971, cuando las universidades no existían porque estaban en toma".

Entró a Derecho en la U de Chile. "No tengo idea por qué, podría haber elegido Saltos ornamentales con especialidad en vueltas de carnero. Me daba lo mismo". Nunca fue. "Era puro tirar piedras. Y como éramos medios acampáos, éramos buenos pa' la onda, arriba del techo".

Reflexiona: "Muchos amigos míos se recibieron y son brillantes abogados. Yo me fui a trabajar en una línea aérea, por 6 dólares mensuales".

En rigor, su primer trabajo fue de junior, junto a su padre, repartiendo sobres en terminales de buses.

Ya en la agencia se dedicaba a recibir turistas, con una van que les prestaba una tía. "Los llevábamos a Portillo, les dejábamos los esquíes en la pieza y nos dejaban 200 dólares. Tres años de trabajo".

A inicios de 1974 su tío José Sumar -de quien aprendía también el gusto por los caballos- le pidió a él y su hermano que se hicieran cargo de su campo en Los Ángeles, donde vivió hasta 1980 (de ahí Santa Sara, como llamó después a su haras y sus quesos, entre los muchos negocios que levantó con éxito más adelante).

"Fueron años extraordinarios. No había caminos ni teléfonos. Teníamos una camioneta Ford F100, del año del tollollo. La vida era muy distinta".

Pasaba 15 días sin reportarse. "Del almacén salía una de mis tías Torres gritando: ¡Panchito, Panchito!, dice su mamá que la llame". "¡Dígale a mi mamá que estoy bien!", respondía, a gritos, él. "Mucha discoteca, veladas de box, niñas muy simpáticas". Y sin alcohol, carreteaban a capella. "Vivía en una casa muerto de frío, con una salamandra roñosa, pero no me importaba". En la camioneta partía con su amigo Calolfo a comprar lentejas a Temuco. "Eramos muy pobres. La mejor época era cuando salían los zapallos italianos y los choclos, había comida. Si encontrábamos un pato a la orilla de camino y podíamos darle un topón, ¡pafff! Era manjar! Así fue varias veces, para qué te voy a venir con cosas".

Permutaba crin de caballo por ganso. "Los pasábamos muy bien con muy poco. Una vida nada que ver con la de ahora. No la cambio por nada".

El duro retorno y la TV

Kike dejó hartas pololas en el campo. "Y nunca más las vi, eran encantadoras. Me costó entrar eso sí, me encontraban medio cachetón. Se les pasaba después de un par de aletazos", dice, y se ríe.

El regreso a Santiago fue "atroz", pero, como siempre, encontró pega. Ahora en la importadora de su cuñado, para quien distribuía café en supermercados.

Se casó en 1982, a sus 27, con Josefina Fantini, una buenamoza joven que vio crecer en el Polo, donde iba con su padre. "La única foto que tengo de niño junto a él fue cuando, con mi hermano, tuvimos la suerte que ganó un caballo y posó con nosotros en brazos. Con mis tíos deben haber sido dueños de una uña de caballo, con suerte, pero lo pasaban bomba".

Llegó la época en que comenzaron las corredoras de seguro. Encontró a un socio y fundó Orbital. "Me senté a aprender, pero nunca vendí. Yo fui siempre el que inventaba los negocios".

En 1991 llegó a La Red para comentar una pelea de box ("un desastre"). Poco después, vino "Colo Colo en La Red", donde llamó para corregir a los panelistas. "Soy bastante sapo. Leo todo. Libros, diarios y revistas en alemán. Y no sé alemán. Me gusta sabérmelas todas". Por eso algunos le dicen Profesor Rossa. Le contestó Robert Wilkins (marido de Vivi Kreutzberger): "¿Por qué no me haces un favor y vienes tú mismo a hacer el programa?".

"Parecía un colocolino de verdad", pero es de San Felipe, equipo del que puede recitar al revés y al derecho las alineaciones históricas.

Siguió "Cóctel" y el éxito en ascenso. Tomaba vodka tónica y fumaba puros en pantalla. "Lo pasábamos muy muy bien. La verdad, la fama no me importó nunca".

En 1994 emigró a Canal 13, época de "Martes 13" y "Viva el lunes", cuando la popularidad le pesó. Fueron el tiempo en el que tuvo el bullado affaire con Cecilia Bolocco. "Fue un programa que nos estigmatizó de cierta manera. Yo era muy amigo de todos, me cagaba de la risa, pero me tuve que empezar a cuidar. Fue mucho. Empecé a no poder ir a ningún lado".

El 2000 se independizó. "Pasaron cosas bien decidoras. La Bolocco se puso a pololear con Menem, y yo, cachándola como era, se iba a casar con él de todas maneras. Bertrán comenzó a viajar a EE.UU. por su enfermedad".

Sumó éxitos y, en 2007, tres bypass por culpa de la noche y de las hasta 3 cajetillas de cigarros que se fumaba al día.

"Ahora el que menos trabaja soy yo. La suerte mía es que mi equipo me tiene fe. Porque tengo buen olfato".

Llego los 60 como debe ser, dice. "Con nietos e hijos recibidos en la universidad. No quiero más. No quiero más caballos ni más campo. Sólo quiero pasarlo bien... Y que no me dejen solo".

¿Orgulloso? "De todos los que nos levantamos temprano, unos tienen más cueva y otros menos. El trabajo es el mismo. Doy gracias a la suerte. ¿Así como que puta que soy habiloso? ¡Náaaa!".

Portada

Cerrar

img