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Cómo sobrevive 'El Chino', uno de los últimos zurcidores de Providencia

"Los clientes tienen prendas regalonas con historias, que no quieren que desaparezcan".  

por:  Fernando Duarte M.
martes, 01 de julio de 2014

Foto FOTOS: MIGUEL ANGEL SANHUEZA

Los montones de ropa apenas dejan ver hacia adentro del local.

Pero allí está Eduardo Espinoza, más conocido como 'El Chino', quien desde hace 42 años repara las más diversas prendas con una técnica que está en extinción: el zurcido.

Oriundo de Llanta, en la Región de Atacama, aprendió a zurcir mientras estudiaba sastrería en la Escuela Técnica de La Serena -entre 1957 y 1962- y la perfeccionó cuando se trasladó a Santiago para asistir a la Escuela Nacional de Sastrería, que hoy es el Liceo Industrial A-22.

Don Eduardo dice que diez años después se puso a buscar un lugar en donde instalar su propio taller y dio con un pequeño local en una galería ubicada entre Antonio Bellet y Providencia. El mismo que abre a las 8 de la mañana y cierra a las 9 de la noche de lunes a viernes desde hace más de cuatro décadas.

"Soy la reliquia, porque este es el negocio más antiguo de todos los que hay por aquí", comenta el sastre, quien pese a los años y a lo barata que es la ropa hoy, sigue teniendo clientes. Y muchos.

-¿Por qué cree que la gente continúa requiriendo sus servicios?

-Los clientes son románticos, tienen prendas regalonas con historias que no quieren que desaparezcan. Aquí llegan personas con los mismos jeans rotos por todos lados que quieren que se los arregle una y otra vez.

"Venían Raquel y Ricarte"

La gran mayoría de quienes hoy lo visitan son hijos, sobrinos o nietos de antiguos clientes. Y algunos famosos también iban a su local.

"Raquel Argandoña venía en un principio y después aparecía harto por acá Ricarte Soto", recuerda, mientras acomoda sus lentes para seguir cosiendo un parche en uno de los codos de un gastado chaleco café.

Tiene 68 años y dice que la vista es la que más se "friega con esta pega", pero no piensa dejarla porque nunca fue bueno para otra cosa y, a estas alturas, no se va a poner a explorar otras áreas.

¿Qué tiene de chino? Nada. "Cuando era chico y mandaba cartas a mi casa, nadie las entendía, así es que mi papá llamaba a todos para traducirlas porque decía que estaban en chino. Así empezaron a decirme 'el chino'", explica el sastre, quien decidió usar su apodo como nombre para su tienda.

-Debe tener bastante paciencia para tener este oficio, ¿no?

-No es fácil, porque para zurcir hay que reconstruir las telas hebra por hebra y eso cuesta. De hecho, se usan agujas especiales, muy finas para hacer un trabajo que puede demorar varios días.

Además, agrega que no todos están dispuestos a pagar $10.000 por el arreglo de una camisa o un polerón, casi lo mismo que vale comprarse uno nuevo.

"Esto se ha tornado cada vez más complicado porque las telas vienen más delgadas, entonces, cuesta mucho encontrar las fibras", comenta don Eduardo, quien trabaja con dos zurcidoras, unas de las últimas que se dedican a esto.

"Hoy en día es casi imposible encontrar a gente joven que sepa hacer esto", reflexiona el sastre, quien confiesa que siente nostalgia al pensar que cada vez quedan menos zurcidores como él.

"Es una pena que nadie se preocupe por preservar una tradición como ésta", dice, mientras atraviesa una tela con una aguja, tal como lo ha hecho durante estos últimos 42 años.

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