La misión fue encargada a un detective que tras revisar documentos y buscar testimonios logró dar con el hombre, quien actualmente es un funcionario en retiro de la policía.
El emotivo encuentro se produjo esta mañana en el Cuartel Central de la Policía de Investigaciones -que se prolongó después en un almuerzo- hasta donde llegó Jeria junto al ex subsecretario de Investigaciones Ricardo Navarrete, a quien hace ocho meses pidió ayudarla a buscar al hombre de uniforme que la auxilió en 1975, en el mismo cuartel, pero entonces en calidad de detenida.
La misión fue encargada a un detective que tras revisar documentos y buscar testimonios logró dar con el hombre, quien actualmente es un funcionario en retiro de la policía.
Frente al director general de la PDI, Marcos Vásquez, la arqueóloga abrazó afectuosamente a Hindorfo Burgos , quien en época tenía 22 años y era asistente policial de Investigaciones. Ambos se emocionaron y conversaron después de 39 años y Angela Jeria recordó cómo su ex carcelero le tendió su mano humanitaria ofreciéndole alimentación y un lugar más digno para permanecer, que una celda.
Burgos también se emocionó, acompañado de su esposa. Se recordó que siendo joven funcionario le fue ordenado integrar los entonces llamados "guardias armados", unidad formada por personal de las fuerzas armadas y de orden para vigilar a los detenidos políticos, y que en esa labor usaban uniforme verde.
La cita -que les sirvió para conocerse y reconocerse- estuvo marcada por la nostalgia y el recuerdo, especialmente porque fue ese mismo edificio el escenario del inolvidable y generoso gesto que marcó a la madre de la actual mandataria poco antes de ser expulsada del país.
Hace unas semanas -durante un viaje a Uruguay para recibir el Premio Monseñor Leonidas Proaño de la Asociación Latinoamericana para los DD.HH.- esas escenas volvieron a la mente de Angela Jeria.
En una entrevista al diario "El Observador" relató su dolorosa experiencia de detención y tortura en Villa Grimaldi y Cuatro Alamos. Sin embargo destacó el hecho, hasta ahora poco conocido.
Según narró antes de ser desterrada a Australia (gracias a gestiones internacionales), la trasladaron a los subterráneos del Cuartel Central de la Policía de Investigaciones "donde estaban detenidas las redadas de la noche: prostitutas, alcohólicos, algunos criminales o ladrones", dijo.
"De repente pasa uno de los gendarmes, me mira a mí y al resto y dice «¿Usted qué hace aquí?» «No sé, me trajeron». «Venga, usted no puede estar aquí». Me llevó con él y supe que era un gendarme de Investigaciones. Me preguntó, le dije quién era y respondió que vería lo que podía hacer. «¿Almorzó?» «No, no he comido nada desde ayer», «Vuelvo», y me dejó en su oficina, que tenía un escritorio y una especie de división que era una sábana que había puesto para dividir la pieza. Volvió con un pedazo de pollo con unas papas, fue la comida más rica que había comido en mucho tiempo..." recordó la arqueóloga.
Poco después -continuó su relato-"me dijo: «Averigüé y a usted la expulsan mañana del país. La mandan a Australia . Pero yo no la puedo dejar abajo». Corrió la cortina y había un colchón en el suelo. «Yo tengo un colchón para dormir, le ofrezco que duerma para la cabecera y yo duermo para los pies». Acepté y me desperté a la mañana siguiente con las puntas de sus botas en mi nariz. Nunca he sabido quién fue y hace dos años me encontré con un ex subsecretario de Investigaciones y le dije que quería conocer a esa persona y darle las gracias, que nunca van a ser suficientes, porque él me devolvió la vida".
Y hoy, Angela Jeria cumplió ese deseo.
