Cultura/Espectáculos
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Así es Diana Santiago, el centro cultural que revoluciona la capital

Esta semana, con el estreno del documental "Propaganda", comenzó la marcha blanca de este proyecto un multidisciplinario.  

por:  Juan Carlos Ramírez F. / La Segunda
viernes, 04 de abril de 2014
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Para entender el proyecto cultural que promete inyectarle sangre nueva a la capital hay que entrar a los Juegos Diana por calle San Diego y llegar hasta el fondo, para encontrarse primero con un auténtico cementerio de flippers y máquinas en desuso -que se rematarán a coleccionistas- y luego, las dependencias del ex convento de Los Sacramentinos.

Son cinco mil metros cuadrados -que llegan hasta la calle Arturo Prat- que incluyen subterráneos, estrechas escaleras, salas gigantescas y hasta un teatro. Basta doblar hacia una pieza para perderse en el laberíntico lugar.

Esta semana se abrieron sus puertas con el estreno del documental "Propaganda" realizado por el colectivo MAFI (Mapa Fílmico de Un País). Además se está habilitando la primera planta con una galería y un programa de gastronomía. En la segunda planta habrá un sistema de talleres, espacios colaborativos y de residencia para artistas.

Aparte, en la azotea, con ayuda de alumnos de taller III de arquitectura de la FAU están instalando huertos urbanos, biblioteca popular y un espacio de reunión de la comunidad.

Además está la idea de aprovechar el galpón de los juegos Diana que se integrará al proyecto, todo esto coordinado con el comité de desarrollo del barrio junto a colegios y organizaciones culturales del sector. La idea es aprovechar el flujo de público que va al lugar y que puede cruzarse hacia el centro cultural.

Bautizado como "Diana Santiago", una de sus responsables es la cineasta y gestora cultural Denise Elphick. Su idea es "fusionar un edificio histórico con un programa asociado al arte, la arquitectura, urbanismo, artes escénicas y cultura", explica ella que fue contactada el año pasado por Enrique Zúñiga, dueño de los Juegos Diana, para gestionar el espacio y conquistar no sólo al "mundo cultural" sino también a quienes transitan constantemente por el sector. El equipo es completado por la diseñadora Javiera Contreras y el psicólogo Sebastián López.

Por otro lado está el grupo TOMA conformado por arquitectos y encargados del proyecto de la azotea junto a los académicos Rodrigo Toro y Henry Bauer. La agrupación fue responsable de actividades notables como "La ocupación", donde hicieron el ejercicio de tomarse durante una semana de enero el Centro Mil M2, en la ex fábrica Girardi de Barrio Italia. Ellos se enfocarán en temas de vinculación territorial, participación vecinal, arquitectura y construcción.

Ambos vienen de trabajar juntos en Factoría Italia, experiencia que les dio la oportunidad de tejer redes y "experimentar nuevas formas de pensar la ciudad y la cultura, menos institucionales y más abiertas", señala Leandro Cappetto de TOMA.

Una nueva forma de entender la ciudad


Para los organizadores es fundamental aprovechar los centros culturales ya establecidos: desde los cines hasta locales como Las Tejas. De hecho, piensan que en lugar de que el Estado siga financiando la construcción de nuevos centros, se debería apoyar económicamente a los que ya están funcionando.

"Estamos en un espacio amplio. Tenemos varias mesas, y estamos moviéndonos para poder incorporar más grupos que trabajen en ámbitos de interés social y cultural, y que a su vez estén interesados en desarrollar proyectos en Diana. Hemos tenido contactos con grupos cooperativos, gente que trabaja en espacios de trabajo colaborativo, del ámbito de la educación".

"Lo que compartimos es una nueva forma de entender la construcción de la ciudad y el trabajo cultural. Y eso es mucho más importante que lo que estudiamos. Entendemos a nuestros estudios como un ámbito de formación crítica respecto a la sociedad en la que vivimos, en la cual hemos empezado a desarrollar diferentes herramientas para hacer del mundo un mejor lugar para vivir", explica.

"Copiarnos mucho"


Para ellos lo importante es dejar de lado las formas de trabajo jerárquicas y elevar el "compartir" como mecanismo esencial para la producción creativa. O, como dice Cappetto: "el copiarnos mucho".

"Nuestro trabajo es una razón para asociarnos. Al revés de la mayoría que cree que asociarse es un medio para conseguir ciertos resultados. No, trabajar es una razón para vincularse con otros, comunicarse, compartir ideas, proyectos, visiones y sueños".

Su compañero de TOMA Ignacio Saavedra defiende la acción interdisciplinaria y desde "el ensayo y error". Así han creado -dice- una especie de laboratorio experimental para poder construir una óptica particular.

"Siempre nos preguntamos cómo podemos comenzar a construir y explorar nuevos territorios a partir de relaciones históricas, sociales, culturales y geográficas de cierto lugar específico que nos rodea. Así el espacio de la ciudad -público- lo entendemos como un espacio creativo de construcción lúdica colectiva. Debemos desarrollar siempre una capacidad crítica y reflexiva en torno a cuestiones públicas", señala.

"Creo que de alguna manera los arquitectos somos como activistas sociales, articuladores para mejorar las condiciones habitables y de relaciones dentro de una sociedad. Así comprender y leer bien nuestro contexto específico es el primer paso del proceso creativo, escarbando en lo más profundo para poder comenzar a delinear un proyecto".

"No estamos inventando la rueda"


Para Elphick, el año cero fue 2011. "Chile cambió. Los estudiantes nos enseñaron que teníamos que salir a la calle, que teníamos que tomarnos los espacios, que las transformaciones, sociales y culturales eran posibles a niveles que jamás imaginamos", explica. Para ella, la única posibilidad de cambiar lo que no les gustaba era empoderarse y tomarse los espacios. "En vez de escondernos en los clásicos centros culturales teníamos que comenzar a innovar, a atrevernos, a observar otros espacios como Matadero de Madrid o la tabacalera de Lavapiés".

Aunque aclara: "Nosotros no estamos inventando la rueda, esto se está haciendo hace muchos años en otras partes del mundo y esperamos que el sistema de espacios colaborativos en espacios culturales se pueda replicar en todas partes".

Leandro Cappetto: "El barrio de San Diego tiene un desarrollo identitario históricamente muy rico. Ha sido un acceso a la ciudad desde hace cientos de años. Ha pasado de todo acá. Desde iglesias, teatros, comercios y locales gastronómicos. San Diego era la calle históricamente que conectaba el Matadero con el centro político y económico de la ciudad y con la Chimba al otro lado del río".

"Diana Santiago" está proyectada a 4 años plazo en una primera etapa. Su objetivo central es habilitar, administrar y generar un programa sólido en torno a la cultura, colaboración, educación y participación ciudadana, hasta dar con un modelo de gestión definitivo.

"Por ahora nuestra tarea diaria es generar una programación en el teatro, en donde su fuerte es cine y música", explica.

"Tenemos que entender que nuestro contexto es mucho más grande que Diana, es un barrio completo y tenemos que ser capaces de integrarnos y asociarnos con actores que llevan mucho más tiempo que nosotros trabajando en este territorio".

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