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Dunav Kuzmanich: La asombrosa historia del chileno que renovó el cine colombiano

El Festival de Cine de Cartagena de Indias lo acaba de homenajear con una retrospectiva y el estreno mundial de un documental que da cuenta de su grandeza.  

por:  Andrés Nazarala R. / La Segunda
viernes, 21 de marzo de 2014
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"Nadie es profeta en su tierra", reza un manoseado dicho que, en el caso de Dunav Kuzmanich, cobra un profundo sentido. Nacido en Santiago el 4 de julio de 1935, se instaló en Colombia tras el golpe de 1973, donde se convirtió en un verdadero ícono de la cinematografía local.

Es por esto que, a 6 años de su muerte, el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias decidió homenajearlo con una retrospectiva, el lanzamiento de un box set -producto de un arduo proceso de recuperación de material-, una charla y el estreno mundial de "Duni", documental de Javier Mejía ("El cartel de los sapos 2"), que da cuenta de su innegable importancia.

Grabado en Colombia y Chile, el trabajo contiene testimonios de cineastas y discípulos, además de chilenos que lo conocieron, como el actor Ernesto Malbrán, el músico Angel Parra, el documentalista Carlos Flores del Pino y la montajista Carmen Brito, entre otros. Una cinta hecha con rigurosidad, emoción y desobediencia, ya que el mismísimo Kuzmanich pidió expresamente que nadie hiciera un filme sobre su vida. Mejía no hizo caso. "Es una traición", reconoce.

Lo cierto es que el engaño valió la pena para que se conozca la increíble historia de un realizador que además fue un aventurero, un seductor, un dandy y, para muchos, un misterio.

Ajedrez con Nicanor

"Mi hermano fue un personaje diferente, yo diría que desde niño. Era muy inteligente, pero académicamente era prácticamente inútil", cuenta a La Segunda Sonia Kuzmanich, quien llegó a Cartagena para participar en las actividades. "Trató de pasar el colegio sin mucho esfuerzo. Después llegó al Pedagógico de la Universidad de Chile donde estudió Castellano. Me parece que asistió a algunas clases, pero era mucho más conocido en el casino de la universidad por jugar ajedrez con Nicanor Parra y otros amigos".

Al poco tiempo, Kuzmanich -quien también había intentado ser cura- comprendió que lo suyo no era lo académico. Entonces, como todo artista visionario, tuvo un viaje iniciático: salió a recorrer el continente junto a su amigo Ernesto Malbrán. Aunque no tenían dinero, el carisma del futuro cineasta fue esencial.

En una pensión de Río de Janeiro, por ejemplo, conocieron a una enfermera que logró hospitalizarlos... sólo para alimentarse. "Pasamos unos 4 o 5 días comiendo pollito y cosas así", cuenta riendo Malbrán en el documental. "El me dijo «en ninguna parte vamos a estar mejor que aquí»".

En Brasil, los viajeros se dedicaron también a hacer pantomima en la calle, con la suerte de que fueron descubiertos por un productor que los llevó a un programa de TV. "Nos dieron una bolsa de plata. No sabíamos cómo gastarla", agrega el actor de "Machuca" y "La recta provincia", quien también revela cómo sobrevivieron en Buenos Aires. "Nos alojaron unas chicas que trabajaban en una peluquería. Nos cortaban el pelo, nos afeitaban. Faltaba que nos pintaran las uñas".

Dunav Kuzmanich por ese entonces ya se perfilaba como un conquistador y un caradura entrañable, con su voz profunda y su figura quijotesca. Era alto, flaco, dotado de una nariz prominente y, como todo dandy, siempre estaba muy preocupado de su vestimenta. A esto se suma un encanto natural que conquistaba a cualquiera.

"En su viaje fue puliendo sus capacidades histriónicas, porque para poder vivir y viajar tuvo que tocar guitarra, hacer payas. Era magistral en eso", cuenta Sonia. "Pero también era magistral en no trabajar, no cultivar sus cualidades al máximo, sino que vivir pasándolo bien".

El payador de Frei

Hasta que se topó con la política. Duni -le decían sus amigos- se unió a la DC y apoyó la candidatura de Frei. Así inventó un personaje: el maestro de ceremonias de la campaña presidencial, bautizado como "Jacinto Rey, El Payador del Pueblo".

"De la DC se pasó a la Izquierda Cristiana", cuenta su hermana. "Ahí adquirió conciencia de las desigualdades tremendas que existían en nuestro país. Los dos nos fuimos a la izquierda, muy opuesto a la formación familiar que teníamos, que era muy conservadora".

Militando conoció a cineastas como Carlos Flores del Pino, Pablo Perelman y el colombiano Pepe Sánchez. De hecho, se casó con su hermana: la historiadora Isabel Sánchez, quien estaba becada en Chile. En el grupo de Kuzmanich también estaba el fotógrafo George Munro, sobrino de Pinochet.

Duni fue entendiendo progresivamente que lo suyo era el cine. Así hizo "Juan Maula y el Garrudo", cinta en la que dirigió a campesinos que nunca habían enfrentado una cámara. Entusiasmado por su nuevo oficio, vendió el departamento que compartía con su mujer con el fin de filmar una película sobre la Guerra del Pacífico. Pero vino el golpe.

"Había copias de «Juan Maula» en La Moneda cuando lo bombardearon", cuenta su hermana. "Y otras estaban guardadas en las oficinas de Chilefilms, que se incendió. Durante mucho tiempo estuvo en las listas de películas perdidas".

Por decisión propia, en diciembre de 1973, Kuzmanich e Isabel Sánchez zarparon desde Valparaíso hacia las tierras de ella. Pero el director siguió entrando a Chile de manera clandestina. Hasta que lo detuvieron. Tuvo que intervenir la embajada de Colombia, con la promesa de que no volvería a ingresar al país.

"Me despedí de él el día que lo llevaban al aeropuerto", recuerda Sonia, emocionada. "El me dijo «hermana, yo no vuelvo más a este país». En ese momento terminó su vida en Chile".

El drama del estreno

El dolor de la partida vino acompañado de la posibilidad de explotar al máximo su potencial. Así, Kuzmanich se estableció en Medellín -luego de una estadía en Bogotá- y se dedicó a hacer cortometrajes.

Desde ahí no paró más, pese a las adversidades financieras de una industria aún precaria. En 1981 dirigió "Canaguaro", western que retrata los orígenes de la violencia situada en Los Llanos Orientales. Es, para muchos, una de las obras cumbres del cine nacional. El crítico de cine Oswaldo Osorio -que estuvo en el homenaje- piensa que se trata de "LA película política colombiana".

Luego vinieron "Ajuste de cuentas" (1983) -pionera en retratar la violencia del narcotráfico-, "El día de las mercedes" (1985) -censurada en Colombia por denunciar el imperante ambiente de militarización- y "Mariposas S.A." (1986), comedia centrada en un grupo de prostitutas que viajan de pueblo en pueblo para ofrecer un espectáculo. Kuzmanich estuvo además detrás de una de las series de televisión más apreciadas y recordadas por los colombianos: "Don Chiche", transmitida entre los años 1982 y 1989. Y también "Farzán", parodia de "Tarzán" que hoy es de culto.

Duni era de la idea de filmar mucho... y rápido. "En media hora se puede hacer una película de una hora y media", dijo alguna vez. Pero lo que le fallaba era el último eslabón de la cadena: el estreno. Básicamente, porque hizo cintas que incomodaban al poder.

Una de las excusas que tuvieron para marginarlo fue el rumor de que estaba vinculado al narcotráfico. Eso, luego de que Pablo Escobar invitara al equipo de "Mariposas S.A." a una lujosa fiesta. Una noche de rumba bastó para el desprestigio. Pese a todo, nadie ponía en duda su talento. En la actualidad, los estudiosos lo consideran como el responsable de marcar un punto de quiebre dentro de la cinematografía local, al retratar la violencia imperante desde la ficción, con honestidad y crudeza. Su legado es tan grande que hoy incluso se habla del "método Duni".

Los últimos 15 años de vida de Dunav Kuzmanich estuvieron dedicados a transmitir sus conocimientos en varias universidades. Los jóvenes que lo siguieron visitaban frecuentemente su casa -conocida como la Dunicueva- para hablar de cine, política, arte, gastronomía. El los llamaba "mis huérfanos adoptivos". Entre ellos estaba Mejía.

"Era un tipo demasiado discreto", recuerda. "Cuando llegó a Bogotá escondió lo de Chile. Cuando llegó a Medellín, se guardó Bogotá. Parecía que no tuviera pasado. Pero resultó ser un gran profesor. Nos convertimos en su familia. Era maravilloso".

Ser un guayacán amarillo

Una escena del documental "Duni" muestra a Kuzmanich contando, tranquilo y con cigarro en mano, que está enfermo. Era su estilo cool para enfrentar las adversidades de la vida.

"La procesión iba por dentro. Y esa forma de ser repercute en el estómago", analiza Malbrán.

A Kuzmanich le detectaron cáncer y en 2008 decidió pasar sus últimos días en una finca de Santa Fe de Antioquia. Rafael Escobar, presidente de la corporación que lleva su nombre, le preguntó si acaso quería morir en Chile junto a sus familiares. El le contestó: "Ustedes son mi familia".

"Cuando estaba enfermo quise venir a verlo y él postergó y postergó la visita", cuenta Sonia. "Me dijo ¿por qué no se viene en septiembre? Yo voy a estar desocupado". Obviamente estaría desocupado, si murió en agosto. El sabía que no iba a estar".

Ella viajó de todas maneras para reencontrarse con su hermano a través de lo que dejó, los lugares donde estuvo, las personas con las que compartió, sus huellas en el mundo. "Vine con el propósito de llorar su muerte. Pero en vez de llorar, me encontré celebrando su vida. Sus alumnos me entregaron una imagen tan viva de él que terminé pensando «qué vida más maravillosa tuvo»".

Sus discípulos cumplieron, de hecho, con el último deseo de Duni: que sus cenizas fueran enterradas en la finca, bajo un guayacán amarillo.

"Le dieron la posibilidad de resucitar", remata Sonia, infinitamente agradecida por un gesto cargado de poesía; una buena dosis de realismo mágico para bajar el telón de una vida insólita y ejemplar.

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