Hace dos años, Julio Maril escapó de las llamas cuando atacaba el incendio que consumía un fundo de la Forestal Mininco... siete de sus compañeros no tuvieron igual suerte. Hoy sigue combatiendo incendios.
Los últimos días han sido desgastantes para Julio Maril Concha.
No sólo porque ha estado trabajando incesantemente en el apoyo de las aeronaves que están combatiendo los incendios forestales de Angol, en la región de La Araucanía.
También porque se acaban de cumplir dos años de la tragedia de Carahue, aquella donde murieron 7 brigadistas luego de quedar atrapados en medio del fuego mientras combatían un incendio en la forestal Mininco... y del cual él sobrevivió, junto a otros dos colegas con los cuales aún mantiene contacto.
Tal ha sido el nivel de trabajo, cuenta, que ni siquiera pudo participar de las ceremonias en memoria de quienes fueron sus compañeros... aunque los visitó a todos en el cementerio.
Y aunque la investigación de la fiscalía estableció que el siniestro fue intencional, aún no hay responsables.
"Hace como un año que no tengo contacto con la PDI", dice quien estuvo con medidas de protección tras sufrir un ataque armado, casi tres meses después del incendio, cuando iba con otras personas a visitar el lugar de los hechos.
"Lo que me interesa es que ojalá se sepa realmente lo que pasó, que se aclare. Lo que pasó no puede quedar en nada", dice.
Con nostalgia recuerda a sus colegas muertos, a algunos de los cuales conocía desde 1998. "Pasamos muchos años nuevos juntos, éramos los primeros en darnos el abrazo, eran mis hermanos y perderlos de esa forma me dolió mucho", dice.
Aún tiene vívido el momento en que salvó de las llamas porque logró llegar a un estero y sólo resultó con el 6% de su cuerpo quemado.
Hoy sigue trabajando para la subcontratista Forestal Cerda, pero como apoyo en pista de las aeronaves que combaten los siniestros: "Ese día necesitamos ese apoyo, y no lo tuvimos".
-Quería volver la temporada pasada, pero la empresa no quiso arriesgarme y en realidad creo que tampoco habría sido capaz (...) No por temor, sino porque la parte emocional no me hubiera dejado.
Aunque no ha vuelto a estar en contacto directo con los incendios, admite que su vuelta al trabajo no ha sido fácil. Menos en una temporada especialmente dura para los brigadistas: "Cuando volví me costó mucho. Sólo el escuchar por la radio el nombre de la base donde estaba, o ver un helicóptero despegar, me ponía muy mal".
-¿Cómo evalúa esta temporada de incendios forestales en La Araucanía?
-El año pasado ya estuvo súper fuerte y me tocó escuchar un relato en la zona de Pidima (Collipulli) cuando hirieron con armas a unos compañeros y me afectó bastante. Pero estos ataques ya no son a los bosques, son a las bases, a los helicópteros... Los ataques incendiarios van de mal en peor y no sé dónde irán a parar.
Cuenta que en esta labor "siempre corremos riesgos: el peor enemigo de un brigadista es el incendio, pero también uno se arriesga arriba de una aeronave que se mete en lugares complicados, y ahora con los ataques".
-Lo que yo he dicho es que quienes trabajamos en esto, aunque andemos con un logo de una empresa, no somos la empresa... somos personas. Pero estas personas no entienden eso y atacan a inocentes que salen a buscar el sustento para su hogar y no tienen nada que ver con sus conflictos.
