Lo han comparado con Víctor Jara y es una de las cartas chilenas en el próximo Festival de Viña del Mar, pero no se siente nervioso. Su filosofía funciona desde la intuición y un trabajo personal interno necesario para, como dice, "hacer bien la pega". En la cabeza de Gepe, la música es el primer pensamiento.
Este Año Nuevo fue el primero que Gepe pasó trabajando. Y no precisamente con un instrumento en sus manos, sino como DJ. Y le fascina. "Me invitaron a poner música en un bar de Antofagasta. Me gusta el dirty house , también el tribal mexicano o, como lo llaman, música prehispánica".
A Gepe, menos conocido como Daniel Alejandro Riveros, le brillan los ojos cuando habla de lo que le apasiona. El 2013 fue el año de la revelación masiva de sus talentos en el Festival del Huaso de Olmué, luego en el Lollapalooza y muy pronto se medirá con el mítico "monstruo", cuando pise en febrero el escenario de la Quinta Vergara. Aun así, se encarga de aclarar que 2005 y 2006 fueron los años que realmente lo marcaron, "porque me di cuenta de que podía hacer música y que a la gente le podría gustar".
Gepe significa mucho, pero al mismo tiempo nada, salvo la marca de un antiguo insumo fotográfico. Más dicen los tatuajes de sus manos, donde los números 3, 5 y 7 destacan como sus números cabalísticos. "De hecho, el 35 era el que tenía en la lista del colegio".
Reconoce que desde la mitad de su carrera hacia atrás -hoy tiene 32 años- no hay coherencia alguna, exceptuando su trabajo basado en la intuición. "Eso me pasa con los nombres, sobre todo con los títulos de cosas, del grupo, de los discos, de las canciones. En general apuntan a lo que me genere menos significado. Cuando alguno está muy claro, me arranco hacia lo intuitivo".
-Has dicho que no buscas inspiración desde la tristeza o la alegría, sino desde un punto neutral. ¿Cómo es eso?
-Es más un ideal que una metodología. Mis canciones son claramente nostálgicas, y otras más alegres o festivas, pero a lo que apunto siempre es el de estar en el medio, pero por supuesto que no me resulta mucho. Intento generar un equilibrio entre la estética, la poética o la temática.
-¿Hay algo de tus vivencias en ello?
-Sí, es difícil que sea ajeno. Casi nunca he hablado de mí en particular, salvo en casos muy puntuales. No he dicho "aprendí de mi mamá hacer tal cosa, o con esta polola...", sino que parto de una experiencia personal, pero luego generalizo. Me da menos vergüenza hablar de eso, porque al ser verdad, sé que es algo que puedo comprobar, de lo que soy dueño y que las experiencias que uno tiene son comunes a un montón de gente.
-¿Y dónde está la contingencia? Porque suelen compararte con Víctor Jara...
-Creo que está todo unido. También omitir es parte de la sociedad. Britney Spears es tan política como Manu Chao, porque ambos muestran cosas que están pasando. Todo está relacionado con lo político, lo social, lo económico. Todo parte del contexto y tampoco me separo de él; no soy una burbuja y tampoco es mi intención serlo. Víctor sentía que lo que estaba hablando era su experiencia, enmarcada en su contexto.
Si bien los inicios de Gepe se inscriben tras ganar un concurso radial y en la escena underground , su pasión musical es genética. Su bisabuela materna, que se llamaba Celia Celis (nombre que ya sonaba a música), era pianista clásica y cantaba ópera. Mientras, su abuelo aportó con el criterio estético. A ello se suman sus tíos, quienes en los años 60 tenían un popular grupo llamado "Los Emerson".
Y luego vino Gepe, que a los 5 años ya tocaba batería.
-Bastante precoz tu llamado musical.
-Es cierto. Mi papá escuchaba harto a Ray Conniff y a mí me encantaba. Yo le decía 'los pupos', por las trompetas. Para la Navidad pedí una batería y me la trajeron. Era una para cabro chico, pero realmente sonaba. Fui fan de la música, pero creo que lo que me ayudó harto fue el ser el menor de mis primos y amigos del barrio. Absorbía lo de los grandes.
-Pero terminaste estudiando Diseño en la UC.
-He intentado estudiar formalmente música, pero, como todo lo que sé, lo he aprendido de forma autodidacta. Cuando tomaba clases de algo como canto, guitarra o piano, al final terminaba por no interesarme. Quería seguir en el mundo autodidacta, por un lado, y a la vez intentaba darle espacio en lo académico, pero nunca entró.
-¿Qué músicos te han marcado?
-Al principio, Santana. De hecho, por él empecé a tocar batería. Acompañé a mi papá a comprar el casette de Woodstock y oímos juntos la canción "Soul Sacrifice" y me decía, "Ohh, escucha ese solo de batería". Y yo, con mis 5 años, le preguntaba, "¿Y qué es la batería?" Eso me marcó muchísimo. Luego vino la etapa más ecléctica de mi vida, en que tuve un grupo de rap, escuchaba metal, y también tocaba en el grupo de rock latino de mis primos, como en octavo básico. Después apareció Sonic Youth... y de ahí no salí más. Me cambió mucho la personalidad. Fue mi primera religión, como si de verdad el mundo fuera por ese lado.
-¿Ya no eres católico?
-No, tengo el puro fantasma. Creo en Sonic Youth y en la Violeta Parra. En la Margot Loyola y Bob Marley. Y en el colegio, era apestoso ser rebelde; no era bacán, era fome.
-O sea, pasabas por nerd.
-Sí, pero era bacán, no me importaba serlo. Los rebeldes me parecían algo tan regular. Nuestra idea era mimetizarse siendo distintos, y distintos siendo igual.
-Uno de tus discos se llama Hungría y en el siguiente incluiste la canción Budapest. ¿Coincidencia?
-Se llama Hungría porque sí nomás. Nunca he estado ahí. Quería hacer un disco que tuviera puros nombres de mujeres y Hungría me pareció como llamarse Verónica o Sonia. No soy de los que piensan que las cosas vienen de otra cosa. Sigo confiando en mi intuición, porque ese tipo de impulsos me llevó a conocer al embajador de Hungría y hasta hoy somos amigos, gracias al disco. Al día siguiente del lanzamiento me llamó su secretaria y me dice que el embajador quiere hablar conmigo. Yo pensé que me iba a demandar por usar el nombre, pero era para agradecerme. Le dije que ni siquiera conocía Hungría y que no le puse ese nombre por el país. Igual le fascinó.
-¿Y Budapest, de tu disco "Audivisión"?
-Ese fue el agradecimiento y lo hice más consciente. Ya tenía escrita la canción, sin título, y quise devolverle mano de esa manera.
Gepe fue el primer artista chileno confirmado en la parrilla musical del 55° Festival de Viña del Mar. Se presentará el 26 de febrero, el mismo día que La Ley.
-¿Tienes listo lo que vas a mostrar?
-Sí, todo listo en términos del guión, setlist , diseño, lo que vamos a usar.
-¿Qué expectativas tienes para el festival?
-He ido tres veces, claro que como público, y lo he pasado súper bien. Y también soy de los que lo ven por la tele.
-¿No te aproblema que se diga que se ha mexicanizado?
-Me encanta que se haya mexicanizado, o colombianizado, o bolivianizado. Eso me importa un queso. Voy porque me gusta la música. No tengo rollo con los artistas que estén. A mí, mientras no me hagan cambiar mi estilo o me digan que me vista de rosado o saque una paloma blanca de mi bolsillo, está todo bien.
-¿Será tu público el que asistirá a Viña?
-No sé. Me encantaría llegar a gente que le guste mi música, pero también a la que no esté ni ahí con ella. Me importa la opinión de mis amigos o de la gente que admiro. Y sobre las críticas negativas, las que ponen mala vibra, me fascinan, ¡es que es el mundo vivo!
-O Buda o masoquista, tú.
-No me importa. Yo amo la música y más encima me pagan por ello. Me invitan a festivales y lo paso estupendo, ¡cómo me voy a estar quejando! Hago lo que se me ocurre; incluso a veces me asusto de ser tan impulsivo, pero al final lo disfruto. No puedo sino ser un agradecido.