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Raquel Camposano, la primera mujer que integró quina a la Suprema, habla del "Veto Político"

"Yo por Carlos Cerda, queriéndolo tanto, no podría votar, porque para mí es la antítesis de lo que debe ser un juez. Un juez no puede dejarse llevar por sus ideas".

por:  Lilian Olivares
sábado, 07 de diciembre de 2013
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Se levanta todos los días a las seis de la mañana. Lee los diarios, desayuna. A veces va a la farmacia o al supermercado, de compras. Lee libros. Escribe en su computador y recibe mails en su correo electrónico.

Raquel Camposano Echegaray fue una jueza famosa, "símbolo de un buen juez".

Hoy tiene 88 años y se mantiene actualizada a tal punto que, cuando la llamamos y le preguntamos si estaba al tanto de la polémica surgida por el nuevo nombramiento de ministro de la Corte Suprema, inmediatamente dio detalles.

De eso fuimos a hablar con ella, que fue una jueza "vetada" para llegar a la Suprema.

El caso más bullado... que le significó "veto"


En sus tiempos de intensa actividad, cuando su nombre llenaba planas de los periódicos, escasamente hablaba, costumbre que mantuvo en el tiempo. A tal punto que la famosa entrevistadora Raquel Correa debió resignarse a escribir una semblanza de ella.en el año 1996, que tituló: "Una ministra con pantalones".

En aquella época, Raquel Camposano usaba vestido y acababa de hacer su entrada a escena del caso más bullado del momento: el del asesinato de Jaime Guzmán. El ambiente estaba encendido en los tribunales: se había inhabilitado el juez que llevaba el caso y en su carta de renuncia relató las amenazas de que fue víctima.

Lo sucedió Raquel, una mujer "absolutamente insobornable", según la definían sus pares.

"Una jueza ciento por ciento, la ministra Camposano. Nadie la va a influir ni acobardar", relató Raquel Correa en su artículo, donde figuran opiniones de destacados abogados y jueces.

Esa magistrada se metió entre las patas de los caballos, indagando delación y soplonaje en el mundo de la inteligencia. Cinco meses después sometió a proceso al director de Investigaciones y al jefe de "La Oficina", como se denominaba al departamento de inteligencia del gobierno.

La cuenta le llegó un año después, cuando se convirtió en la primera mujer en la historia chilena que integró una quina para la Corte Suprema. El Presidente no la consideró. Seis meses más tarde los supremos la volvieron a proponer, y nuevamente el Ejecutivo la dejó fuera.

Los ministros del máximo órgano de la judicatura son nombrados por el Presidente de la República con el acuerdo del Senado, adoptado por los dos tercios de sus miembros en ejercicio, en sesión especialmente convocada al efecto. El Presidente sólo puede someter a la aprobación del Senado a una persona extraída de una nómina de cinco (una "quina"), propuesta por la misma Corte Suprema.

El próximo caso: deliberación política


El lunes de esta semana quedó al trasluz un nuevo escollo en la elección del próximo nuevo integrante del máximo tribunal. Si bien hay coincidencia en el nombre, no existe en el apellido. Dos ministros de Corte de Apelaciones están en la mira: Carlos Aránguiz, la carta de La Moneda, y Carlos Cerda, el favorito de la Nueva Mayoría.

A Aránguiz se le conoce como el juez del Caso Coimas durante el gobierno de la Concertación. Y a Cerda por el caso de enriquecimiento ilícito en la familia Pinochet. La ministra de Justicia, Patricia Pérez, intentó producir un destrabamiento en el Senado, pero no tuvo éxito. La Nueva Mayoría se la juega por prolongar el asunto, para que la decisión se tome después de las elecciones presidenciales.

La ex jueza Raquel Camposano nos recibe en el departamento de su hija pediatra, con quien vive.

-Señora Raquel, usted tiene mucha experiencia en este tema. ¿Está al tanto del incordio que se ha producido?

-Claro. Es que la elección se volvió política. Fíjese que años atrás, cuando creamos la Asociación de Magistrados, los judiciales nos juntábamos con magistrados de otros países latinoamericanos y nos producía mucha risa, y lo comentábamos como algo increíble, que, por ejemplo, en un país sudamericano cuando se nombraba un ministro de la Suprema uno era del gobierno y otro de la oposición. Nosotros lo encontrábamos el colmo de lo político, en circunstancias que no debe haber nada político en el Poder Judicial. Bueno, y resulta que ahora estamos exactamente en lo mismo. Leo en el diario que deciden nombrar a uno, pero que se habían comprometido antes que el próximo sería "fulano". Y de repente no cumplen el compromiso y siguen nombrando a los que tienen mayoría. Y eso es lo que está pasando ahora.

-¿Cuándo empezó?

-Cuando se dispuso que el Presidente proponía uno al Congreso, sobre la base de la quina presentada por la Suprema, y el Senado decidía si aprobaba o no. Ahora estamos en que este asunto se convirtió completamente en política. Porque antes, cuando la decisión la tomaba el Presidente sin tener que pasar por la ratificación del comité del Senado, era distinto. Ciertamente el Presidente pertenecía a un partido político, pero la cosa era más o menos ecuánime.

-Usted también fue víctima de la disputa política, porque ¿cuántas veces fue candidata a ministra de la Suprema?

-Mire, le voy a decir que yo comencé a ser candidata tardíamente, porque las mujeres no llegaban a la Suprema. Pero cuando lo fui, se dice, a mí no me consta, que fue mi participación en el juicio por el asesinato de Jaime Guzmán lo que impidió que aprobaran mi nombre.

-Dicen que se le cobró la cuenta por haber procesado a funcionarios de gobierno...

-Claro, a Nelson Mery (director de Investigaciones) y a Marcelo Schilling (jefe de "La Oficina"). Bueno, pero eso es lo que siempre se dijo. Hay cosas que es mejor no decir...

-Se han dicho tantas cosas, que es bueno que cuando alguien conoce bien el tema por dentro lo diga, sobre todo que ahora usted ya no está en la judicatura...

-Es que yo sé específicamente quién, en forma precisa, con nombre y apellido, se opuso a que yo fuera nombrada.

-¿Quién fue?

-No, si no le voy a decir. Esa persona no tenía que ver con el proceso, siguió actuando en política. Por qué, no sé, porque yo no me meto en nada. Y he seguido igual. Porque en la política hay que tener una condición muy especial para ejercerla, y evidentemente yo no la tengo. Y siempre me ha interesado la política, desde que era estudiante.

Un antes y un después: Politiquería judicial

-¿Usted perteneció a algún partido?

-Nunca pude, porque cuando entré a la universidad, usted sabe, los que estaban más adelante bajaban a conquistarnos a los nuevos: El Partido Radical, el Partido Socialista, en aquel tiempo la Falange, en fin. Entonces yo a todos les pedía la declaración de principios del partido. Imagínese, esa era mi manera de pensar. Leía la declaración de principios y no, y no. Hasta que leí la de la Falange, y me pareció bien oportuna. Dije yo: "Con esto puedo. Ya", decidí. Estaba poco menos que con un pie adentro, cuando la Falange hace una alianza con quienes, según ellos, eran el demonio. Entonces dije no. Me explicaron que la alianza se justificaba porque esto y lo otro, y yo dije que no. Si uno tiene principios, debe mantenerlos. No pude entrar, y me quedé fuera de la política.

-Y en el período en que usted estuvo en los tribunales, ¿había mucha politiquería?

-Mire, es que hay un antes y un después. Vino la Democracia Cristina con Frei Montalva, y luego las elecciones en que salió Allende. Pero ahí empezó la política, porque la UP formaba unos CUP (Comités de la Unidad Popular), y se formó un CUP del Poder Judicial, para mi sorpresa. Y un funcionario que entonces era relator de la Corte de Apelaciones fue, como quien dice, prestado al Ministerio de Justicia. El ministro era Sergio Insunza, un perfecto caballero. Comunista. Y este colega nuestro estaba como en comisión de servicios, ¿a título de qué? No sé, pero estaba en el ministerio instalado; no trabajaba en la Corte. ¿Ve usted? Política. ¿Cómo puede un judicial estar en un ministerio? Ahí comenzó entonces una especie de división entre los que no queríamos que los judiciales se metieran en política y quienes estimaban que sí, que debíamos trabajar por una nueva justicia y toda la faramalla aquella,

Continúa:

-Bueno, después vino el 11 de septiembre. Se terminó toda esta bolina. Y usted ve que se prohibieron los partidos políticos, así que nosotros a trabajar nomás. Le puedo decir que jamás nunca, yo que era juez del Segundo Juzgado del Crimen, que veía todo lo relacionado con ministerios y Moneda, nunca jamás recibí un llamado telefónico, una visita o una pedida por interpósita persona en relación a lo que yo decidiera. A mí me pasaron detenidos a distintos ex ministros de Relaciones, del Interior, de Hacienda, a distintos personajes (de la Unidad Popular). Yo los interrogaba y me pareció que no había motivos para tomar medidas contra ellos, salvo uno, Clodomiro Almeyda. Y jamás, pero jamás nadie se me acercó a hablarme. ¡Cómo no será mi molestia cuando leo de un periodista que me gusta mucho, hablando de que el Poder Judicial como que estaba vendido al gobierno, como que agarraban teléfono y hablaban con uno! ¿De dónde sacó eso? No sé. Yo una vez mandé una carta rebatiendo y no me la publicaron.

-¿Y no sería que a usted le tenían respeto y no se atrevían, pero con otros jueces sí?

-Yo no soy sociable, pero con mis colegas sí. Conversábamos mucho. Nos tenían prohibido hacer elecciones, pero la Asociación de Magistrados se reunía y jamás le oí a nadie decir ni media palabra. Tenía personas bien amigas, que me habrían dicho porque, conociéndolas, se habrían molestado. Si habría alguien lo ignoro, pero que a mí me conste... Fíjese que recuerdo haber acogido recursos de protección en contra de lo que decía el gobierno militar y jamás me dijeron una palabra, nada. Y, ¿qué hacía el gobierno militar? Modificaban posteriormente el reglamento que les había dado en la cabeza. Como le digo, ellos cumplían porque realmente con uno andaban con mucho cuidado. Pero cambiaban la disposición que les molestaba.

Los dos Carlos, candidatos


-Y usted conocio a Carlos Cerda?

-¡Muucho!, mucho. Con Carlos éramos bien compinches. Le tengo mucho cariño a Carlos Cerda Fernández (el candidato a la Suprema de la Nueva Mayoría), que es ministro de la Corte de Apelaciones, que no lo quieren nombrar y con justa razón, a mi manera de ver.

-¿Por qué con justa razón?

-Porque Carlos dice que un juez no debe acatar la ley cuando ve que esa ley no está de acuerdo con los principios fundamentales de la Constitución Política. Entonces, resulta que yo juez, en lugar de aplicar la ley, digo "ah, no, esta ley no". Para eso está el Tribunal Constitucional, ¿no es cierto? Uno debe aplicarla, nomás. Y en el hecho, él ha hecho eso. Y le digo por qué: Yo no sé si usted se recuerda, él tenía un proceso contra Pinochet.

-Y tomó detenida a la familia.

-Sí, pero a lo que voy yo: procesa a la Lucía Pinochet por un delito tributario, pasando a llevar el Código Tributario que dice que esos juicios solamente se pueden comenzar por la acción que Impuestos Internos entable. Un juez por sí, solo, o un particular, no puede. Y Carlos, muy tranquilamente, lo entabló contra la Lucía Pinochet. Yo siempre le decía: "Eres una bellísima persona, pero tan llevado de tus ideas". Carlos es un hombre lo más preparado que usted se pueda imaginar. Ya quisiera yo tener la formación académica suya. Es un hombre más culto que lo corriente en la preparación académica, pero con esas ideas locas.

-Y a Carlos Aránguiz, ¿lo conoce?

-Lo he conocido más de pasada. Sé que es un hombre brillante también, pero tranquilo. Digamos, él nunca anda agitando banderas. Es escritor.

-Denunció que en una corte del sur tomaban alcohol, y parece que eso le provocó problemas...

-Pero evidente. El es un hombre valioso.

-Escribió algo de "El Conde Pecho"...

-Ah, si yo conocí a quien le decían el Conde Pecho...

-Dice así: "El hombre era tan mediocre que, de tanto disimularlo, empezó a creerse brillante y sabio".

-¡Jaja!

-Si usted tuviera que votar, ¿por cuál de los dos lo haría?

-Bueno, como le he dicho, yo por Carlos, queriéndolo tanto, no podría votar por él, porque para mí es la antítesis de lo que debe ser un juez. Un juez no puede dejar llevarse por sus ideas. Uno debe tener la idea de aplicar la ley haciendo justicia.

-Pero la ley es interpretable...

-Por supuesto. Hay montones de veces que usted se encuentra con un parrafito, porque hay cada ley que sale, que da miedo. Hay leyes que pueden tener un sentido u otro, y un juez debe analizar cuál de los dos sentidos es más justo.

-Usted me dijo que había un antes y un después en la politización del máximo tribunal...

-Con esto de que deban tener la ratificación del Senado, ¿no? Ahí se politiza. Se politiza porque obviamente los senadores son políticos. ¿Cómo les puedo pedir que sean imparciales, como debe ser un juez? Dejarían de ser políticos, pues. Ese es el cuento. No es injusto; ellos han actuado conforme a lo que son: políticos. Por eso a mí no se me ocurriría hacerles cargo. Si lo malo es que metieron a los políticos en el nombramiento. Por lo demás, ¿cómo nombrar a un ministro de la Suprema? Es bien difícil. Piense: que lo nombren los mismos judiciales; la autogeneración. Es chocante, yo creo que no corresponde. Pongamos entonces el sistema actual: se meten los políticos y pasa a ser una designación política. No es conveniente; se presta para que se tienten los candidatos. Después, hay un sistema que tenía la Corte del Trabajo; había un escalafón, en donde cada uno estaba en el lugar y sabía cuándo le correspondía subir, pero para llegar al escalafón alguien tenía que calificarlos y ponerlos. O sea, un sistema perfecto no existe. Hay que elegir entre todos estos. ¿Cuál?. El que había antes era un sistema razonable, porque el Presidente, que siempre tiene un color político, elegía a uno y se acababa el asunto.

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