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El destape de los anarquistas: entre explosionar bombas y penetrar las organizaciones sociales

Estudiosos hablan de "los ideólogos" y "los insurreccionales". Caso "bombas" marcó un antes y un después... ahora se sienten más "libres". En el extranjero surgieron comandos con los explosivos nombres de dos chilenos: Mauricio Morales y Luciano Pitronello.  

por:  Equipo de La Segunda Sábado
sábado, 23 de noviembre de 2013
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El lunes de esta semana, Luciano Pitronello llegó al Centro de Justicia no como imputado, sino como público.

Asistía a la audiencia de los acusados por el crimen del cabo Moyano, ocurrido el 2007 durante el asalto de lautaristas al Banco Security.

Pitronello, que hoy es famoso en el extranjero en círculos anarquistas, tiene una larga historia de película. El año pasado lo sentenciaron a seis años de libertad vigilada, luego de ir a poner una bomba a un banco, que le estalló en sus manos. A los 17 años, escribió en internet: "Soy un anarquista de tan solo 17 años, pero creo que tengo el criterio suficientemente bien formado para tomar mis propias decisiones, a pesar de no poder hacer mucho por mejorar un mundo que evidentemente está mal..."

Erika, su madre, dijo cuando el joven quedó con el 35% de su cuerpo quemado: "El tiene que reconciliarse con la autoridad, y el padre fue la primera autoridad que tuvo". Mientras, los anarquistas colgaban a la entrada de la Posta pancartas que decían: "Libertad para Pitronello".

La experiencia no le sirvió de escarmiento: sigue vinculado a grupos duros, aquellos que la presidenta de la FECh, Melissa Sepúlveda, llama anarquistas "vanguardistas" (ver título aparte). Precisamente el triunfo, este mes, de Melissa en la FECh, sumado a la detención de dos anarquistas chilenos en España, dan cuenta del destape que viven hoy diferentes corrientes del mundo anarco en Chile.

"Hace tiempo que organismos de inteligencia siguen de cerca el fenómeno y tienen detectado el crecimiento de los anarquistas en Chile", dice una alta fuente de inteligencia.

Los encargados de monitorear a estos grupos tienen claro que no todos los anarquistas ponen bombas. Sin embargo, dicen "de la gente que hoy pone bombas en Chile, todos son anarquistas".

De acuerdo a los expertos, "el anarquismo está ocupando el lugar que dejaron los grupos de izquierda más tradicionales (radicales de tendencia marxista leninista) una vez que cayeron en el descrédito, cuando dejaron de ser alternativa posible de cambio".

Los anarquistas se ven en los grupos radicalizados de las marchas. "Ahí uno puede encontrar un buen indicador de su número. De los jóvenes que enfrentan a Carabineros, hemos visto grupos de hasta dos mil, varios son encapuchados que obedecen a la lógica anarquista: la marcha no sirve de nada si no hay una acción directa", dicen las fuentes.

Se refieren a quienes buscan la "praxis política"; no la "política retórica" (la que discute con palabras y luego busca el voto).

Los organismos de inteligencia policial calculan entre mil y dos mil el número de este tipo de anarquistas.

Presencia universitaria

El sociólogo social y asesor policial Erik Marín detalla que existe una clara diferenciación entre dos grupos. Uno, de difusión ideológica, que se definen como antisistémicos y se aglutinan en torno a universidades y a la acción política. Y otro, de inspiración violentista, que asumen posturas más radicales participando frecuentemente de protestas violentas, y en muchos casos, con antecedentes penales.

Asegura que la presencia anarquista se extiende "prácticamente en todas las universidades, desde las más tradicionales hasta las privadas y eso depende del período".

En cuanto a los anarquistas "intelectuales", este renacer se puede percibir fuertemente en la literatura en papel. En la Universidad Arcis se han realizado ciclos de "Cátedras Anarquistas", organizadas por el 'Grupo de Estudios José Domingo Gómez Rojas'. Ellos estuvieron en la última FILSA con su editorial independiente 'Eleuterio' y esta semana lanzaron un libro sobre la relación del escritor francés Albert Camus con los anarquistas, cuya cita introductoria dice que el anarquismo "es la libertad y la ley desprovistas de violencia" y "la mayoría de los movimientos anarquistas quieren alcanzar este objetivo por medios no violentos".

En el otro extremo están los grupos radicales que apoyan la idea de la 'acción directa'.

Y aunque tras el polémico cierre del Caso Bombas sin culpables, se redujo la ocurrencia de atentados con artefactos explosivos, la reciente detención en España de dos de los absueltos -Francisco del Solar y Mónica Caballero- volvió a poner la atención en estos grupos.

Los últimos blancos: templos

Otras de sus vocaciones es el internacionalismo. El rol de Chile se vio potenciado tras la muerte del joven anarquista Mauricio Morales (2009) cuando transportaba una bomba. "Chile se convirtió en referente, a tal punto que grupos insurreccionales italianos de mucha experiencia, se autodenominaron Mauricio Morales", relata Marín. Y cuenta que el mismo nombre ha sido usado en Argentina y que en España la actividad de los anarquistas chilenos es "objeto de atención permanente".

Su presencia en Santiago no desaparece. Y como en España, ahora los blancos han sido templos religiosos: la parroquia de la Veracruz (en Lastarria) y la quema de la estatua del beato Fariña en la céntrica Iglesia de las Agustinas.

"Países que antes no los consideraban -como EE.UU.- hoy están preocupados de estos fenómenos, que antes veían sólo como terrorismo casero", dice Marín.

Extremistas "reconvertidos"

Las diferentes tendencias entre los anarquistas se expresan muy bien en las páginas web (ver título aparte).

Entre los anarquistas chilenos que ponen bombas hay varios ex Mapu Lautaro, que cumplieron cárcel por asaltos y hechos de sangre tanto en las postrimerías de Pinochet como en los años 90, y se "reconvirtieron". El colectivo Kamina Libre fue su cuna. Se trata de personas que tienen 15 años de experiencia carcelaria, quienes se unen con jóvenes aproblemados como Pitronello, que son terreno expedito para sembrar la cultura del anarquismo.

Los grupos más jóvenes que están surgiendo ahora no tienen esa experiencia, y hay temor porque podrían ser más riesgosos.

La lucha de los anarquistas tiene un fin único: destruir el Estado. Su mensaje tiene ribetes de "romanticismo": hablan del fuego que libera, que purifica, del olor a la pólvora. El extintor, por ejemplo, se ha transformado en un ícono.

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