Política
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Las mil y una historias de Ricardo Israel: EL CENTRO PERDIDO que quiere representar el candidato

"Salvador Allende se alojaba en mi casa cuando iba a Los Angeles como candidato y luego como Presidente". "Lo que me ha ayudado mucho a reconciliarme con el pasado, creo, es mi actividad intelectual: He escrito varios libros sobre el período 70 y 73, y lo que ocurrió ahí son cosas que hoy no pasarían, que refleja un poco el espíritu de la época". La sorpresa que le dio a Sara ante el altar, y la que le dieron a él cuando le pidieron que fuera candidato presidencial.  

por:  Por Lilian Olivares Fotos: Fernando Herrera
sábado, 14 de septiembre de 2013
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Su padre era dueño de los "Establecimientos Dalí", en Los Angeles. Una conocida tienda de artículos electrónicos, de ropa, de todo un poco, como esos almacenes antiguos de provincia. Dice Ricardo Israel que la tienda fue creciendo y llegó a abarcar un edificio... hasta que llegó el 73.

El hoy candidato presidencial del PRI (Partido Regionalista de los Independientes) tenía 22 años. Había egresado de Derecho en la Universidad de Chile, trabajaba en el Departamento de Derecho Público y también en la Corfo como procurador.

Ese día en la Corfo dieron instrucción al personal para que se retirara. Ricardo Israel andaba en auto y ofreció llevar a otras personas. Salieron por la calle Miraflores, en el centro de Santiago, y, al llegar a Santo Domingo, los detuvieron.

-Una de las personas que traía en el auto andaba con una pistolita personal, una 22. En esa época no era mal visto. Pero creo que la detención no fue por eso. Nos hicieron bajarnos del auto porque a bordo iba una ciudadana brasileña.

-¿Cuál era el problema con la brasileña?

-En ese tiempo había muchos refugiados políticos en Chile, y había quienes pensaban que toda la cantidad de refugiados políticos eran extranjeros que se estaban preparando para el Plan Zeta. Nos hicieron pasar a la comisaría y todo el trato fue normal, hasta que se supo del suicidio de Allende. En la noche todo cambió. A nosotros nos hicieron varios simulacros de fusilamiento, y el primero uno lo cree. A la mañana siguiente, como a las siete, nos llevaron a la fiscalía militar, donde se produjo un hecho providencial: Quien estaba allí era un compañero de generación, que nos envió a la Cárcel Pública. Incluso yo salí en libertad bajo fianza y me presenté a mi Consejo de Guerra, esperando que me iban a absolver. Y me condenaron a 541 días. Como mi inocencia era total, apelé al juez militar, que era el general Sergio Arellano Stark, y me la rebajó a 41 días, que yo ya tenía cumplidos.

El documento de esa citación al Consejo de Guerra fue el que regaló el abogado, cientista político y analista internacional al Museo de la Memoria, como un téngase presente de que hace 40 años, el 11 de septiembre de 1973, fue detenido y terminó en un consejo de guerra.

"El escritorio de mi padre es un altar para Salvador Allende"

Sonríe, como si estuviera recordando una vieja anécdota con ribetes tragicómicos, de un pasado que ya superó:

-Yo no tengo ningún resentimiento, y creo que lo que me ocurrió fue parte de la locura colectiva de esos días. Lo que me ha ayudado mucho a reconciliarme con el pasado, creo, es mi actividad intelectual: He escrito varios libros sobre el período 70 y 73, y lo que ocurrió ahí son cosas que hoy no pasarían, que refleja un poco el espíritu de la época.

-¿De qué partido era su familia?

-De ninguno.

-Nadie era "de ningún lado" en ese tiempo...

-Lo que pasa es que ellos pertenecían al allendismo. Todos mis recuerdos de infancia son con Salvador Allende alojándose en la casa. Y de hecho, hoy el escritorio de mi padre es un altar para Salvador Allende.

-¿Por qué? ¿Eran muy amigos?

-Mi padre, antes de iniciarse en el comercio, trabajó como locutor en la Radio La Frontera de Temuco, que era de familiares. Ahí conoció casualmente, estando en la estación de tren, a Salvador Allende. Y se inició una amistad aún antes de que conociera a mi madre, que duró hasta el último día. Entonces, era común que Allende fuera a mi casa, como candidato y luego como Presidente.

-¿Cada vez que iba a la zona?

-Sí, y eso fue de un gran impacto. Y lo que vino fue también algo que no debió haber pasado. Una vez que se produjo el golpe, el negocio fue intervenido, a mi papá le recomendaron que se fuera a Chillán porque el comandante, de quien era amigo, le decía que tenía muchas presiones para detenerlo.

Un día les pasaron el dato de que el mentado comandante había dictado una orden de detención en contra de su padre.

"Alguna vez me sentí cercano al socialismo... son etapas de juventud"

Cuenta que su padre y sus hermanos menores viajaron inmediatamente a Buenos Aires, mientras su madre con su hermana mayor se quedaron esperando que él saliera de la cárcel y luego la familia se reunió en Argentina. De ahí emigraron a Israel, donde él se dedicó a trabajar para juntar plata e ir a Inglaterra a hacer un magíster. Sus padres viajaron finalmente a Estados Unidos, donde establecieron su residencia definitiva.

-Yo lo miro sin ningún resentimiento. Lo de mi papá se explica únicamente por el impacto que tiene el espíritu de venganza en un pueblo chico, y por su amistad personal con Allende. Mi papá se sentía muy orgulloso porque Allende decía que era la única casa en Chile donde nunca le habían pedido algo. Incluso él se vio perjudicado, como muchos otros chilenos, por el desabastecimiento, y nunca llamó a Allende para que les avisara a los interventores.

-¿Usted también fue allendista?

-Sí, yo alguna vez en mi vida me sentí cercano al radicalismo y al socialismo. Son etapas de juventud y por cierto yo me sentía cercano a la Unidad Popular.

-En qué momento de su vida dejó de sentirse cercano a la Unidad Popular?

-Bueno, creo que los libros me ayudaron mucho a entender lo que ocurrió, las deficiencias del gobierno. Y volví a Chile con una experiencia que me marcó mucho en Inglaterra, que es la del intelectual público, donde uno tiene un compromiso ético con la verdad y con la sociedad en la que uno vive, pero lo hace desde la independencia política.

Siente que aprovechó muy productivamente su época fuera del país, y los resultados lo confirman: estudió un máster y doctorado en Ciencias Políticas en Inglaterra, hizo un diplomado en Planificación que dictaba las Naciones Unidas en Polonia, y un diplomado en Encuestas Políticas. También hizo la licenciatura en Derecho en la Universidad de Barcelona.

-¿Cómo financiaba sus estudios?

-Trabajando en Inglaterra y en Suecia. Fui recolector de basura, limpié los pisos del Instituto Karolinska, en Suecia; hice pan, hice jardines para la municipalidad y limpié platos en el Parlamento sueco.

Contacto con Sara, entre Cartagena y Algarrobo

Volvió al país el año 81 y comenzó a retomar sus antiguos contactos. Un día llamó a Sara Cofré Yáñez, una joven que había conocido poco antes del 73, un caluroso verano en tiempos de la UP.

-Fue un sábado que estábamos muy aburridos con mi amigo Ramón Freire y decidimos ir a tirarnos a la playa. En el camino, entre Cartagena y Algarrobo, vimos a dos damas con una guagüita, haciendo dedo. Las llevamos, porque eran conocidos los problemas de locomoción en aquella época. Y en la playa empezamos a conversar y comenzó una relación.

Eran dos hermanas... él se fijó especialmente en Sara, la soltera, de quien siempre guardó un buen recuerdo. Al poco de iniciar la relación, llegó el 11 y Ricardo fue detenido y ella, Sara Cofré, lo iba a visitar a la Cárcel Pública. Después, cuando quedó libre y partió al extranjero, ella lo ubicó. Llamó por teléfono a la Embajada de Israel y casualmente le respondió una prima de Ricardo, que trabajaba en la sede diplomática como telefonista; le dio la dirección de su nuevo paradero. Pasaron los años y Ricardo le enviaba una postal año tras año, hasta que regresó.

Cuando la llamó por teléfono de vuelta en Chile, lo hizo con el único ánimo de recuperar contactos, pensó que estaría casada. Pero no; ella había estudiado Ingeniería Comercial en la USACh y era gerente de una empresa.

-Nos volvimos a ver y rápidamente reanudamos el vínculo, hasta que, aprovechando una visita de mi madre, decidí darle una sorpresa...

Matrimonio por sorpresa

La sorpresa que le preparó Ricardo Israel a Sara puede ser, quizás, única en su género: "Casarme con ella sin que ella lo supiera".

-¿Cómo se puede dar una sorpresa así?

-Yo reuní todos los papeles, hablé con el padre y la madre de ella, la pedí en matrimonio, le conté a mi mamá. A Sara le dije que teníamos que ir de testigos al matrimonio de mi hermano. Y cuando llegamos a la ceremonia, le dije que éramos nosotros quienes nos casábamos. Entonces le bajó el llanto, y ahora dice que fue la novia más tranquila, porque después de la boda volvió al trabajo -era gerente de una empresa- y lo único distinto fue que llegó con anillo.

Hace una pausa y dice:

-Te aseguro que hoy no lo volvería a hacer, porque entiendo la importancia que tiene para una mujer preparar su boda.

-¿Le reclamó en algún momento?

-No, Sara nunca ha reclamado nada, pero yo lo entendí sobre todo con el casamiento que le hicimos a mi hija. Comprendo hoy día que no importa el costo; es un recuerdo imborrable. Mi hija se casó por el civil, pero ella no se sintió casada hasta que hizo la boda soñada: Convenció al rabino para que fuera a hacerle la ceremonia en el San Cristóbal, y fue precioso.

-Y su hijo ingeniero comercial, ¿se casó?

-No. Y es un orgullo muy grande para nosotros que haya asumido su paternidad soltero, cuando tenía 18 años. Actualmente tiene una muy buena relación con la madre del niño. Y nuestro nieto, Vicente, ha resultado para todos nosotros una bendición, porque tener a alguien que se te meta a la cama y que te abrace... Incluso le dice a mi señora que no le gusta que yo sea candidato presidencial, porque me ve poco.

La candidatura que jamás soñó

El ofrecimiento de una candidatura presidencial no estaba en sus planes, pese a que antes había sido candidato a alcalde.

-Yo he estado hace muchos años metido con los temas del gobierno local y gobierno regional, a lo que me he dedicado en los últimos años. Dirigiendo esta institución, me interesaba la experiencia de ser candidato a alcalde y me ofrecí.

Habló con Adolfo Zaldívar (le costó convencerlo) para tener el apoyo del PRI, luego con Jorge Schaulsohn para conquistar a "Chile Primero" y con Manuel Baquedano para tener el apoyo de los ecologistas. Todas, amistades de los 80. Y formaron una coalición "Por un Chile limpio". Cuenta que su campaña duró sólo un mes -"igual que ahora", dice- y obtuvieron el resultado que querían; cerca de un 10%.

-Y en esta ocasión, ¿se ofreció usted para ser candidato presidencial?

-Surgió en forma inesperada. Había vuelto a mis actividades normales: dictaba un curso para la Academia Judicial y al año siguiente fui nombrado suplente de ministro al Tribunal Constitucional. Ahí estuve hasta hace un par de meses. Cumplí mi período, entró otra persona, y yo estaba reintegrándome a la universidad en jornada completa y retomando mis actividades como abogado, que no son de litigar, sino que realizo informes en derecho y arbitrajes, y entonces me contactaron. Había muerto Adolfo Zaldívar, el partido PRI se reorganizó, eligió una nueva directiva encabezada por Humberto de la Maza, y empezó a hacer un programa. Y como yo estaba tan dedicado a los temas de gobierno local y regional, me invitaron a dar una conferencia sobre los cambios constitucionales que requiere regionalizar a Chile, que es nuestra gran propuesta. Y ocurrió algo absolutamente inesperado: yo di la conferencia de 12 a 1. Después venía un almuerzo, me quedé y me retiré a la hora del café. En ese momento, no sé si en broma o en serio, desde las mesas empezaron a gritar: "Se siente, se siente, Ricardo Presidente". Y después de las primarias se tomó la decisión. De hecho, vino la directiva del PRI a preguntarme si podía proponer mi nombre y me pidieron que fuera al Consejo del Partido que designaría al candidato a Presidente, a asumir el mandato. Yo me sorprendí mucho y por supuesto acepté, porque esta es una oportunidad que ocurre una vez en la vida. Jamás se me pasó por la mente que alguien me iba a ofrecer una candidatura presidencial.

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