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Pedro Pablo Cabrera hace un adelanto de sus Memorias de un diplomático en misión estratégica durante 40 años

Lo que el director de la Academia Diplomática nunca contó de sus andanzas por el mundo, incluido su encargo de volver con Pinochet desde Londres. "He trabajado con los tres poderes fácticos a nivel directivo: Las Fuerzas Armadas, los comunistas y la Iglesia".  

por:  Lilian Olivares/Fotos: Ricardo Abarca
sábado, 22 de junio de 2013
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El lunes 10 de septiembre de 1973 estaba en la casa de su entonces novia, en la calle Gertrudis Echeñique, en el barrio El Golf de Las Condes. A eso de las siete de la tarde se encontraba en el escritorio de su suegro, Clemente Pérez Zañartu, cuando sorpresivamente llegó Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

-¿Es cierto que Eduardo Frei Ruiz-Tagle lo hizo salir del escritorio porque tenía algo muy importante que decirle a Clemente Pérez?

-Es parecido. Llegó Eduardo y pidió hablar con mi suegro y yo me retiré porque entendí que era algo muy privado, y salí junto con uno de mis cuñados; no habíamos más.

Eduardo iba a contarle a su padrino que su padre, el ex Presidente Eduardo Frei Montalva, había recibido una llamada desde la Armada informándole que la madrugada del día siguiente se produciría el golpe de Estado.

Pedro Pablo Cabrera Gaete tenía entonces 25 años. Al día siguiente, 11 de septiembre de 1973, debía dar su examen para licenciarse como abogado en la Universidad Católica. Y tres días antes, el 7, se había puesto las argollas, bendecidas por Bernardino Piñera, con Cecilia Pérez Walker. Se casaban ese año.

-1973 fue muy importante en mi vida. Acabo de cumplir cuarenta años de casado.

Su licenciatura la dio un mes después (juró mucho más tarde como abogado, el 22 de enero de 1980) y el 24 de noviembre se casó con la joven que estudiaba Música en la Universidad Católica, quien no se tituló porque se fue con él a su primera destinación diplomática.

Este año, el director de la Academia Diplomática cumple 40 años de destinaciones en el extranjero, justo cuando se conmemoran cuarenta años del golpe.

Prepara sus memorias, donde piensa relatar lo que, dice, nunca ha contado sobre su relación con Pinochet en esos chúcaros meses en que le encargaron la misión de partir a Londres a lograr que el general regresara a Chile. Pero, revela, en realidad ha pensado desarrollar un tema más general, que condensa en el título que tiene en mente: "Obispos, burócratas y militares". Tratará, en definitiva, sobre su experiencia con los poderes que ha conocido en profundidad durante su larga carrera: "Yo he trabajado con los tres poderes fácticos contemporáneos a nivel directivo: Las Fuerzas Armadas, los comunistas y la Iglesia".

De fina estampa, que no aprendió en sus viajes por el mundo sino que es un sello en su familia ("todos somos traperos, quizás por el lado de mi abuela paterna afrancesada"), creció en medio de la extendida familia falangista vinculado a los Frei, los Valdés, los Pérez Errázuriz y otros famosos miembros de la estirpe democratacristiana.

Su mujer, Cecilia Pérez Walker, hoy día canta, hace deportes y mucha vida espiritual. Al principio vivió acompañándolo de país en país, mientras criaba a sus hijos. De hecho, uno de ellos, Santiago Cabrera, el actor de cine y televisión norteamericanos radicado en Estados Unidos, quien en Chile protagonizó "La Vida de los Peces", nació mientras estaban destinados en Venezuela.

Su primer conocimiento del mundo, sin embargo, Pedro Pablo Cabrera no lo tuvo como embajador, sino cuando se embarcó junto a su amigo Juan Gabriel Valdés, a los 21 años, en un buque de carga con destino a Japón, Rusia, Rumania, Yugoslavia, Viena y Roma. En Roma se instalaron en un departamento prestado que no tenía agua caliente. Debido a ese pequeño gran detalle conoció a quien se convertiría en su suegro, Clemente Pérez Errázuriz, que terminaba su cargo como embajador en el Vaticano y, como su familia ya se había trasladado a Chile, vivía en un hotel "y nos acogió mucho como compañía. Nos convidaba a comer, y nos bañábamos en su sala de baño del hotel".

Había partido con Juan Gabriel Valdés en enero del 69 y volvieron en abril del 70. A su regreso, de visita en la casa santiaguina de Pérez Zañartu, conoció a la menor de los 9 hijos del embajador y le gustó inmediatamente. Esperó que terminara su pololeo y comenzó a salir con ella, hasta que tres años después hicieron familia. "Cecilia ha sido el puntal en mi vida", dice, y nos muestra fotos familiares, luego de pasearnos por lo que llama la vanidoteca en su oficina como director de la Academia Diplomática.

Como gran conversador que es, se allana a conceder nuestro pedido: el relato de cinco hitos en su carrera de 40 años por el mundo del poder en la diplomacia.

EN BOLIVIA DURANTE EL ACUERDO DE CHARAÑA

1"El primer puesto es el que te marca. En 1974 me enviaron como tercer secretario a Bolivia. Eramos tres: el cónsul general y dos cónsules. Mientras estábamos allá empezó una negociación con Chile. Y ocurrió el Acuerdo de Charaña. Estuve en La Paz cuando Chile reanudó las relaciones diplomáticas. Yo era el que firmaba klas visas, pero en ese tiempo pasaba prácticamente en la sala del télex. Había mucha información. En un escenario sensible, aprendí también a meter la pata. Tuve muchas, pero las tomo como una gran experiencia. No pretendo decir que yo era parte del equipo de Charaña, pero me tocó mandar muchos cables. Fueron tres años los que estuve en Bolivia, que marcaron mi impronta en cuanto a interés por la diplomacia. Yo ya no estaba cuando, por las razones de todos conocidas (la objeción de Perú), se frustró el acuerdo. Me destinaron a Venezuela en tiempos del embajador Pedro Daza, uno de los dos diplomáticos que más admiro (el otro es Hernán Santa Cruz)".

JEFE DE MISION EN LA RUMANIA DE CEAUSESCU

2 "Fue en pleno gobierno de Pinochet cuando me nombraron encargado de negocios a.i. (ad interin) en Rumania. Yo era cónsul general en Toronto, donde teníamos a tres niños chicos felices en el colegio. Pero ese cargo no me gustaba mucho y me llegó el ofrecimiento de partir allá. Saqué a mi mujer de un almuerzo y le dije: nos vamos a Rumania. De hecho, fue mi primera embajada. Había cumplido recién 34 años y llegamos en 1982, en un momento muy difícil, con escasez de alimentos, sin calefacción. No obstante, Ceausescu era el maverick del mundo socialista. Yo cambié la sede de la embajada a una de mejor calidad: quedaba justo en la calle donde el Presidente rumano pasaba todos los días, así que pusimos una bandera bien grande. Imagínese, vivir en ese mundo donde estaban los primeros albores del cambio en Rusia, cuando nadie lo predecía, a la muerte de Brezniev, cuando cambiaron tres veces al secretario general del Partido Comunista: Chernenko, que duró nada; Andropov, y después Gorbachev, que empezó la Perestroika, pero cuando yo ya me había vuelto, el 86. Rumania fue para mi un teatro, un balcón, un centro de operaciones donde adquirí mucha experiencia".

CUANDO LO NOMBRAN SUBSECRETARIO DE MARINA

3 "Sin ninguna fatuidad, acogiéndome a los hechos, es la primera y única vez en la historia diplomática de Chile que un diplomático de carrera asume un puesto en otro ministerio que no sea la Cancillería. Yo creí que era una broma cuando me lo ofrecieron el año 95, en tiempos de Frei Ruiz-Tagle. El año anterior había subido al grado de embajador y me dijeron que asumía este cargo político, pero que iba a seguir en la lista de embajadores. Yo pensé que era por si lo hacía mal, para volverme altiro al ministerio. Pero, en honor a la verdad, fue para poder presidir delegaciones internacionales y buscar la sintonía entre la política exterior y la de defensa. Y ahí presidí muchas delegaciones internacionales sobre medio ambiente, mar, desarme. Y, lo más importante de todo, el tema de seguridad internacional. Llegué a ser presidente de la primera conferencia de la OEA sobre medidas de confianza mutua internacional. La pasada por el Ministerio de Defensa me cambió la visión de diplomático, porque uno aprende a conocer mejor a su país. Recorrí todo el país, entero, por mar y por tierra. Y vi el país también desde la perspectiva de las Fuerzas Armadas.

UNA ANECDOTA : En mi primera reunión en ese cargo, me citó el ministro Edmundo Pérez Yoma. Eramos 5 subsecretarios: Guerra, Marina, Aviación, Carabineros e Investigaciones, más el jefe del Estado Mayor. Se trataba un tema y me pidió la opinión. Yo empecé a enunciar el tema y me dijo: "No, no, no. No estamos en Cancillería; estamos en Defensa, aquí vamos directo al grano, cuáles son los hechos, qué es lo que piensa sobre eso". Me marcó mucho, porque el rigor del mensaje es muy importante. Ir directo a lo central. Se puede elaborar, pero cuando hay que tomar decisiones, cuando hay una reunión de planificación o cuando hay un curso de acción determinado, hay que ir a la práctica inmediatamente. Ese conocimiento lo he aplicado aquí en la Academia: Hay, primero, que conocer bien el propio país, el territorio, sus fortalezas y debilidades. Me di cuenta también de que nuestro país no era chico, era un país de porte medio. Y cambiamos en esa época: En vez de decir que Chile era una larga y angosta faja de tierra, acuñamos que Chile era una larga y ancha franja de costa. Lo implementé a través de la política del borde costero.

Presidí, asimismo, delegaciones en diferentes materias, conocí a la gente del Pentágono, fui fundador y jefe del Comité Permanente de Seguridad chileno-argentino, donde nacieron medidas como la medición del gasto en defensa, el 2 más 2, la implementación del Libro de la Defensa... fui parte de todo eso. Y diría que la condecoración más bien ganada que tengo es la del Gran Cordón del Libertador de Argentina".

"MI GESTION EN LONDRES: TRAER A PINOCHET "

4 "Yo era subsecretario de Marina y me pidieron que fuera a Londres, donde había sido consejero político y ministro consejero. Ya Pinochet estaba detenido, había un proceso. En ese momento se había cambiado la estrategia de gestión, porque lo de Pinochet no fue una negociación, sino una gestión diplomática.

Concretamente, gestioné las condiciones para cumplir lo que me pidió el Presidente Frei Ruiz-Tagle, que el 21 de mayo de 1999, en el Congreso Nacional, señaló que su tarea era traer a Pinochet a Chile antes del término de su mandato y juzgarlo si había las condiciones necesarias.

En ese momento, el canciller de Chile era Juan Gabriel Valdés. En nuestra juventud, habíamos dado la vuelta al mundo y ahora nos tocaba juntos una gestión diplomática de esta naturaleza. Pero no fue él quien me ofreció el cargo, sino personalmente Frei, que me dijo que estaba seguro de que me iba a gustar: ir de embajador a Londres, pero con esta tarea de traer a Pinochet, porque el gobierno terminaba el otro año. Era una desafío enorme.

Antes de partir, visité al presidente del Senado, a algunos candidatos presidenciales y entre ellos a Ricardo Lagos, a los senadores de la comisión de Relaciones Exteriores, a algunos presidentes del los partidos políticos como Anselmo Sule, Hernán Larraín y Gutemberg Martínez. Quería recibir inputs . Lo que más me marcó fue la frase que me dijo uno: "Hay que señalarles a los ingleses que la amistad tradicional entre Chile y Gran Bretaña debe ayudar a solucionar este problema en vez de dilatar y aumentar el problema". No importa su nombre, al leerlo, el aludido sabrá.

Hablé con Pinochet varias veces, por teléfono y personalmente. Pero eso no lo he contado nunca, más adelante voy a publicar mis vivencias. Habrá su oportunidad para decirlo todo, más luego que tarde, porque después se olvida todo, pero tengo muchas notas. Lo que puedo hacer hoy día es contar una anécdota: Pinochet estaba enfermo en Londres, con una profunda depresión. Me acuerdo de que una vez mandé un certificado médico y me dijeron "pero está re bien". Entonces yo les dije: si ustedes encuentran que una persona que se toma 26 pastillas al día está sano, está muy bien, pero los ingleses entienden que no está sano. En los estándares de los países europeos, tomarse 26 pastillas al día no es una persona sana.

Fue una experiencia muy demandante y muy linda a la vez. Ser embajador en Londres me duró poco, claro. Pero no importa. Mirándolo retrospectivamente, ir, gestionar el regreso de Pinochet a Chile y hacerlo, creo que lo que correspondía era cambiar la cara. A lo mejor podría haber sido un poquito más lento el cambio".

-O sea, ¿quedó sentido?

-No. Al revés, le mandé una carta muy conceptuosa al Presidente Lagos por haberme nombrado embajador en Rusia inmediatamente después. Fui demasiado feliz cuatro años como embajador en Rusia.

-¿Lo ubicaban allá como el embajador que había liberado a Pinochet?

-Pero absolutamente. Fue el impacto más grande cuando presenté las copias de las cartas credenciales. Me dijeron: usted tiene mucho pedigree , es un héroe. Yo llegué a Rusia en un momento en el que Pinochet era el tema en la campaña del Presidente Putin. Había mucha gente que decía que Rusia necesitaba un Pinochet.

SER EMBAJADOR DE CARRERA EN EL VATICANO

5 "Conocer la Iglesia por dentro, y siendo católico, es una experiencia única, además de lo que significa en lo personal ocupar el mismo cargo que tuvo mi suegro 40 años antes. Yo fui el segundo embajador de carrera que asumió en el Vaticano en los cien años de relaciones (el otro fue René Rojas Galdames). Estuve allá todo el período de la Presidenta Bachelet.

Hay un hito tremendamente importante, que fue haber participado en la organización de la visita conjunta de dos presidentas, de Chile y Argentina, para la conmemoración del Tratado de Paz y Amistad. Nunca se había dado en el Vaticano: dos presidentes juntos, y además dos mujeres. Dejamos una placa de recuerdo de mármol en la Casina Pío IV del Vaticano, donde se negoció y se firmó la mediación papal: una placa en latín conmemorando ese acto. Eso, junto a la conmemoración de los cien años del cardenal Silva Henríquez, que me tocó organizar allá, es quizás señero para marcar una gestión que me tocó en el Vaticano".

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