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Bárbara Figueroa, líder de la CUT: "Bailando me desconecto y soy puro ritmo"

Representa a una nueva generación de comunistas, que se dan el permiso para gozar de la vida y discrepar. Aquí habla de sus vanidades y sus anhelos, advirtiendo que "tengo mucho despliegue, pero soy bastante íntima con mis cosas y cada vez me he puesto, quizás, más mañosa".  

por:  Lilian Olivares/Fotos: Fernando Herrera
sábado, 30 de marzo de 2013

Tiene un tatuaje en el hombro derecho. Es el símbolo de la fertilidad inca. "No era que yo quisiera tener muchos hijos. Simplemente, me gustó", dice la primera mujer presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa.

Tiene un hijo.

-No estoy en condiciones de asumir, con todo lo que eso implica, tener más.

Desde hace seis años, los mismos que tiene su hijo Joaquín, vive en una casa empinada en un barrio nuevo en Puente Alto, hacia la cordillera. Desde el ventanal del living-comedor, cruzando la pandereta, se divisa la puesta de sol. Bárbara siente que es como estar en la costa; de hecho, esa sensación produce la forma en que ha decorado ese espacio.

"El mantel es muy feo, pero bueno", dice refiriéndose al que cubre la mesa, rojo con lunares blancos. Le gusta que ese lugar sea acogedor, "es una preocupación".

-Acércate más a Allende -le pide el fotógrafo, aludiendo a la foto del ex Presidente de la UP, que está junto a la del Che Guevara. Y ella responde:

-¡Ah, claro, no faltaba más! Hasta Emiliano Zapata está acá. Y también Nietzsche y Hegel.

-¿Leyó las 50 sombras de Grey?

La militante comunista desde los 15 años, miembro de la comisión política de su partido, responde:

-En general, más me voy por otras cosas. Soy un poquito más cuadrada.

Este miércoles se reunió con el nuevo timonel de la Confederación de la Producción y del Comercio, Andrés Santa Cruz. Y a fines de enero lo hizo con Raúl Castro, durante la reunión de la Celac en Santiago.

La presidenta de la CUT prepara cambios, y que se noten.

Su máxima frivolidad

Tiene la voz ronca y los ojos pardo-verdosos. Con la primera pone autoridad y con los segundos, un toque de femineidad y hasta coquetería.

-¿Cuál es su máxima frivolidad?

-Algo que a mí me gusta mucho es la buena mesa. Me gustan las pastas y el buen vino. No es exótico, pero... me gusta ir a lugares bonitos, que me inviten a comer. No es un placer culpable, es un placer, nomás.

-¿Qué es lo último que se ha comprado para usted, como ropa. accesorios?

-¿Qué me he comprado? Me compré un pantalón y una polera, porque quería ir a saludar a Raúl Castro y a José Mujica, en el marco de la cumbre de la Celac. Y esos eventos, bueno, uno tiene que ir con cierta preocupación, me compré ropa para esa actividad en particular. Yo soy más bien informal: en invierno uso mucho jeans porque voy harto a terreno, y en verano llevo falda y polera. Eso sí que también entiendo que para ciertos momentos hay que tener un poco de preocupación, dentro del estilo que yo tengo. Soy poco vanidosa.

-¿Es vanidosa en lo intelectual?

-Eh, sí. Quizás mi vanidad tiene que ver con eso. Me gusta leer, me gusta ser instruida, me gusta poder tener una conversación interesante con alguien. Ahí sí, quizás, tengo más mi vanidad.

-¿Y saludó a Raúl Castro y a José Mujica?

-Los saludé, y con Raúl Castro pudimos intercambiar una breve conversación. El es muy cálido,

-¿Ahí lo conoció?

-Sí, sí. De hecho, yo nunca he viajado a Cuba.

-¿Le gusta bailar?

-Sí, me gusta.

-¿Hace "perreo"?

-No, pero me gusta mucho bailar. Bailo cueca, bailo salsa... Si salgo a comer, si voy a alguna parte y hay bailable, yo feliz. En ese sentido, me gusta pasarlo bien. Uno tampoco tiene tiempo para estar saliendo mucho, pero si puedo juntarme con gente a bailar, yo lo agradezco, porque para mí es un relajo, me desconecto y soy puro ritmo.

-¿Cómo era su vida a los 15 años?

-Salía bastante con mis amigos. Yo vivía en San Fernando. Fue bonita mi adolescencia, pese a que fui bien rebelde. Tenía opinión, porque así nos educaron.

Son tres hermanos; ella es la del medio, siendo doce años mayor que el hermano que estudia Sicología en Viña del Mar. El mayor, en tanto, es profesor de Educación Tecnológica.

-Yo me parezco más a mi papá, aunque los ojos son de mi abuelo materno.

Lo dice con orgullo, dejando en evidencia su admiración por José Figueroa, el primer alcalde comunista electo el 2000, en San Fernando.

- Mi papá era dirigente y siempre andaba con la presión de que lo fueran a tomar detenido. El fue detenido y torturado en la década de los 80. Una vez llegó a la casa con la cabeza rota. Yo tenía esa cosa medio culposa de sentirme contenta porque mi papá estaba con nosotros... nos significó que tuviera que estar muchos días en la casa. Leíamos cuentos, me acuerdo de "La botella envenenada".

Pese a eso, y dentro de todo, dice Bárbara, "tratamos de vivir una vida normal" donde la madre, Salomé Sandoval, también comunista, era quien ponía los límites.

En Santiago, Bárbara estudiaba en el Liceo Cervantes. Cuando la familia se trasladó a San Fernando, continuó sus clases en el colegio José Gregorio Argomedo.

-¿Y cómo fue que entró a los 15 a militar en el PC?

-Siempre tuve mucha inquietud. Además, para uno es muy natural la vida de militante, la vida fraterna que se hace. Los comunistas somos una gran familia, de visita en las casas. Yo siempre sentí mucha inquietud por la vida partidaria. Para mí era muy natural que en algún momento iba a militar.

Había apenas cinco jóvenes comunistas en San Fernando cuando ella ingresó al partido.

-En San Fernando prácticamente no existía la Jota. Eramos tan jóvenes y tuvimos que asumir tareas de dirección. La dirección del partido nos atendía y nosotros asumimos el desafío de crecer. Organizábamos actividades culturales para que jóvenes se sacaran el mito del partido. Llegamos a tener 20 o 30 militantes. No sólo tratábamos informes políticos, sino que también nos juntábamos a compartir. En la sede del partido había un taca-taca.

Vivían en la Villa Centinela, de San Fernando. "Mi papá trabajó en Chiprodal donde, como sindicato, tenían acceso a comprar casas. Por eso tenemos esa casa en San Fernando, que hemos ido arreglando y está más cómoda".

-Ser comunista, ¿es como una religión?

-No, es una convicción, ciertamente. No se trata de que sólo quieras luchar por los pobres; eso también lo hace la Iglesia. Se complementa con lectura, instrucción, escuela de cuadros, escuela de formación en áreas sindical, ideológica...

-Usted, ¿a qué escuela se dedicó?

-Yo tuve más escuela de formación política: pensamiento marxista, reconocer autores, matices, los aportes que hizo Lenin... Esto no es una cuestión de fe. Uno es militante porque hay una convicción detrás, y conocimiento. Mirar críticamente lo que se ha construido y tener juicios respecto de tu ideología.

"Fumé marihuana en la Universidad"

Bárbara estudió Filosofía en el ex Pedagógico y luego siguió Sicología en la Academia de Humanismo Cristiano, para complementar su currículum.

-En una entrevista, dijo que para usted era lógico que su llegada a la Universidad no era sólo para estudiar. ¿Para qué más era?

-Primero era el cumplimiento de una meta. En mi familia, siempre fue un horizonte; no nos podíamos quedar con cuarto medio. En realidad, a mi papá le parecía muy bonito que nosotros (ella y su hermano mayor) quisiéramos ser profesores. Con eso era suficiente. Yo quería estudiar en el Pedagógico. Pero el desafío era también vivir vida universitaria. Yo iba a las canchas a compartir.

-¿Y a fumar marihuana?

-No era un tema, era parte de la vida de la universidad. Sí, fumé marihuana en la universidad, y fui a la playa durante la semana mechona.

-¿Y hacía actividad política en el Pedagógico?

-Sí, nosotros teníamos célula de jotosos. En filosofía habíamos varios, éramos como siete. Teníamos célula (grupos de militantes) en varias carreras. De hecho, yo fui dirigente del Centro de Estudiantes de Filosofía; ganamos el centro de alumnos. Yo asumí cargos de dirección estando en el Pedagógico.

Se casó el año 2004 con Hernán González, dirigente del Colegio de Profesores. Lo había conocido en 1998, un año después de entrar al Pedagógico. El integraba el grupo de los Estudiantes por la Nueva Universidad.

-¿Y convenció a Hernán de hacerse militante del PC?

-Bueno, Hernán después entró al Partido. Pero ofende su capacidad y su inteligencia el decir que yo lo convencí. Simplemente, se fueron dando las cosas. Compartíamos mucho. El había estudiado antes Filosofía, y en ese momento estudiaba Arte. Fue una muy bonita relación.

No profundiza en esa relación que terminó hace poco. "Tengo mucho despliegue, pero soy bastante íntima con mis cosas. Soy bastante reservada, y cada vez me he puesto, quizás, más mañosa". 

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