Es imposible ignorar el pabellón chileno en la Feria del Libro de Guadalajara. No sólo porque está a la entrada y tiene una particular estructura de madera -que rememora una casa en construcción-, sino también porque la luminosa palabra "Chile" es visible desde todos lados. Y la conexión cultural de los mexicanos con nuestro país es tan real que, por ejemplo, "El libro gordo de 31 minutos", de Andrés Sanhueza y publicado por la editorial Hueders en México, se agotó de inmediato. En general, son libros de 80 editoriales nacionales que abarcan desde historia a ensayo, pasando por libros ilustrados, poesía y narrativa.

El nexo con Chile se reflejó también ayer en un diálogo de Los Bunkers con los periodistas: al final, todos se tomaron fotos con sus integrantes. La gente también les tomaba fotos a los ejemplares antiguos de "Condorito, la "Obra gruesa" de Nicanor Parra o "El canto general" de Neruda, exhibidos en el recinto ferial.

Por eso mismo, no es casualidad que en el primer fin de semana de la feria (que culmina este domingo) se hayan vendido más de 2.200 libros equivalentes a 39 mil dólares aproximadamente. Tampoco que sea imposible caminar libremente por el lugar, debido a las aglomeraciones en "la casa de Chile", como llaman al pabellón.

Sergio Parra, fundador de la librería Metales Pesados y librero oficial del pabellón chileno, no para de moverse o hablar con el público. Como si la librería instalada acá fuese una extensión de su local, se maneja con soltura recomendando autores -Alejandro Zambra, Lina Meruane, Alvaro Bisama, Diamela Eltit, Diego Zuñiga- y hasta da órdenes a la gente del staff mexicano para que no desordenen los libros.

Aunque no parece sorprendido del éxito de las obras nacionales, en el fondo, se siente orgulloso: "El posicionamiento que tiene la narrativa actual joven es clave. La gente se informa por internet, algo imposible de hacer en los años noventa durante el auge de la nueva narrativa", explica. Eso hace que esta feria sea "la oportunidad" que tiene el lector de toparse con decenas de títulos chilenos imposibles de conseguir en las librerías.

-Mas allá de los "consagrados" como Rivera Letelier, Skármeta o Allende, dices que te llama la atención el interés por los escritores jóvenes...

-Ellos han aprovechado la globalización e incluso ya han sido traducidos. Gracias a las redes digitales se han dado conocer. Entonces, el lector mexicano ya estaba enteradísimo de que venían estos autores, ya sea físicamente o con sus libros. Así, se agotó "Camanchaca" de Diego Zúñiga, los de Zambra, Costamagna, se están agotando los de Lina Meruane, Marcelo Mellado... Entonces para mí, como librero, eso es una alegría porque son autores que están acompañando a una nueva generación.

-¿Habías registrado antes este fenómeno?

-No. En Chile sí. Esta salida fuera del país ha sido importantísima. Porque una cosa es vender libros en nuestro país y la otra es hacerlo en un país con un mercado grande, amplio y rotundo. Es otra cosa. Acá se lee mucho y ver como los autores jóvenes se han impuesto, es algo tremendo. Siguen vendiendo Isabel Allende y Marcela Serrano, claro. Y venden, porque tienen sus lectores. Pero ahora, los lectores más jóvenes, se han volcado a esta narrativa novel chilena.

-¿Esta era la gran oportunidad de comprar el libro chileno?

-Era la oportunidad también de los escritores chilenos de acercarse al lector mexicano y de los editores hacer que sus libros estén con más presencia en México. Algo muy importante.

-¿Cómo evitar que se diluya este entusiasmo y espaldarazo a los autores nacionales?

-El gran escollo que tienen muchas editoriales es conseguirse un buen distribuidor. Las reuniones de negocios que se hacen acá son fundamentales para eso. El desafío es que los libros grandes estén acá. No sacamos nada con hacer todo el esfuerzo de venir a poner los libros y nos vamos, cuando se siguen comentando los autores, pero no llegan sus novedades.

-Precisamente por eso se nota un entusiasmo por comprarse todo lo chileno...

-Me ha sorprendido la gran compra del libro físico. No ha habido ninguna consulta por el libro digital. Las bibliotecas mexicanas tienen un gran poder adquisitivo que se ha podido ver por estos días. Y el libro digital es un tema todavía en las ferias.

-¿A qué crees que se debe?

-A que en Latinoamérica hay déficit educacional y eso pasa por la lectura, solucionar esos problemas con los libros y no con tablets. Todavía el tema del libro digital está en desarrollo. Va a convivir con el libro físico. Pero la prioridad es la educación, antes que entrar al mundo digital.

-¿Qué otros fenómenos te han llamado la atención como librero?

-Que tengamos el récord de venta histórico del país invitado. Primero el sábado, en la inauguración. Pero el domingo rompimos otra vez nuestro propio récord.

-¿Eso tiene que ver también con un cambio editorial en el país?

-También han evolucionado con una muy buena presentación. Una preocupación por la calidad visual, pero también en la corrección de texto. Eso ha sido importante: dar un paso. Y eso que en Chile nos cuesta hacerlo. Es un medio muy cerrado, muy local. La experiencia de hacer esta librería en el pabellón ha sido extraordinaria. Además, si te fijas, todos los libros están por áreas y no por editoriales.

-¿En qué sentido?

-Cuando me convocaron a ser el librero del stand, yo propuse hacer una librería que fuera por áreas. Así cuando llegaba un lector se encontraba, por ejemplo, con el área narrativa donde podía encontrar a autores de la "a" a la "z". Entonces, buscaba a un autor, miraba al lado y había otro y otro. Y esa experiencia, fue vital en el éxito de venta.

"En México uno ve lo barato que son los libros y entiende por qué la gente lee"

-También ha habido fenómenos como los libros de "31 minutos".

-El último se agotó el primer día. Hay muchos otros que se han agotado también. Lo único que queremos es que todo se venda, que todos los editores queden contentos. Por mi parte siento que he cumplido con que los libros lleguen a sus lectores. Ahora los editores en sus reuniones de negocios tienen que cumplir con su tarea de que los libros estén acá, vendiendo sus derechos o comprando derechos también.

-¿Esto es un impulso para las políticas del libro en el país?

-Una cosa son las reuniones internacionales y otras son las locales. En nuestro país se han hecho reuniones sobre el tema, conversaciones con los editores independientes sobre el precio fijo o conversaciones sobre derogar el IVA. Yo creo que esto último no tendría un impacto muy grande, pero sí, simbólico y psicológico. Un libro es un vehículo de la cultura y el fortalecimiento de la educación en Chile parte por los libros y que sean asequibles. Tú entras en la universidad y los costos son tan altos, que no tienes dinero para comprar libros. Entonces libros sin IVA para los estudiantes significa mucho.

-Y comenzarían a surgir más librerías...

-Muchas más. También diversidad. Por eso, falta un debate político profundo sobre la ley del libro.

-En México, tal como en Argentina, los libros salen al encuentro del lector. En Chile uno tiene que ir a buscarlos.

-Cuando uno viene a México y ve lo barato que son los libros y no tienen IVA, uno entiende por qué la gente lee. Y a uno le da pena pensar que vuelve a Chile y el reclamo de los clientes es por qué los libros son tan caros. No hay que tenerle miedo a la palabra "consumo": la gente consume libros e industria cultural. Pero no hay políticas que defiendan al libro. Y cuando tienen un IVA bajo es porque defiendes una educación. Tenemos que ponernos del lado de los lectores.