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Raquel Correa: "Hablar de uno mismo es como desnudarse en público"

Lo dice la periodista que entrevistó a los presidentes de los últimos 45 años con su desafiante estilo. Para sus memorias, "Raquel Correa off the record", de Rodrigo Barría, se tuvo que sentar en el banquillo del interrogado. "Me dio bastante vergüenza, plancha... Y comprendí a los propios entrevistados", confiesa.  

por:  Alejandra Valdivieso P.
martes, 30 de agosto de 2011

Exhibe orgullosa sus ocho grabadoras: la más grande fue la primera que tuvo y la compró a principios de los 70.


Foto ALEJANDRO BALART

Como entrevistada, Raquel Correa recibe al gráfico y la periodista sonriente, anecdótica y relajada en su departamento en Las Condes. En el living con vista a la cordillera. Y en su oficina, donde tiene dos computadores, cuelgan cuadros con sus títulos, y muestra con orgullo sus ocho grabadoras, incluida una mole que compró en Alemania en los 70. Comenta su colección de muñequitas de diversos países que están "siempre en pareja" y hasta de su fin de semana en su querida casa en su parcela en la Sagrada Familia (VII Región), que tuvo que rehacer después del terremoto.

Una vez que la grabadora está prendida, sigue gentil, pero cuida lo que dice y en un momento se impacienta.

Está claro que se siente mucho más cómoda en la vereda del frente, haciendo las preguntas más complicadas de forma directa, informadísima, inquisidora, sin pelos en la lengua. Así como hizo por más de 45 años con los principales políticos del país, incluidos todos los presidentes chilenos de ese período.

Sus inicios en la revista "Vea", donde pronto mostró su intrépido estilo, episodios inéditos de sus 28 años en "El Mercurio", el inolvidable dedo con el que Ricardo Lagos increpó a Pinochet en su programa "De cara al país", la trastienda de las entrevistas al general para "Ego sum Pinochet" (libro que publicó en 1989 junto a Elizabeth Subercaseaux), y la que hizo, atravesada de miedo, a Manuel Contreras.

Esos son solo algunos de los puntos cumbre de la reputada carrera de la gran entrevistadora, que el periodista Rodrigo Barría Reyes retrata en "Raquel Correa off the record", editado por El Mercurio Aguilar y que lanzan el jueves. Las memorias, que también visitan su vida personal, pusieron a Raquel al otro lado de la grabadora, probando un poco de su propia medicina.

-¿Cómo fue la experiencia?

-Me dio bastante vergüenza, plancha. Sentí que hablar de uno mismo es un poco como desnudarse en público y comprendí a los propios entrevistados. Rodrigo me escudriñó hasta el alma durante unas diez sesiones. Uno va hablando y después dice «esto no lo debí haber dicho o lo debí decir mejor»...

-¿Qué se "arrepintió" de decir?

-Lo que me llama mucho la atención y no puedo dejar de comentar es que hay críticas a "El Mercurio", gente de ahí, y están publicadas tal cual. No se me cambió una letra.

"No me merezco tener una biografía"

La historia parte en el fundo en la VII Región de los Correa Prats. Raquel fue la octava de doce hijos criados bajo la normativa impuesta por don Alfredo, quien era "estricto y exigente; severo y distante".

"La muchacha se sentía poco querida", describe el libro, y desde pequeña empezó a mostrar un carácter desafiante y confrontacional que la llevó a actitudes rebeldes, como una prematura y anecdótica "huelga de hambre" en casa.

El Colegio del Sagrado Corazón (Monjas Inglesas) no mejoró sus sentimientos, de nuevo enfrentada a un sistema estricto de disciplina.

Luego experimentó en el teatro, su primera vocación, pero su mamá le prohibió seguir ese camino.

Aunque su padre no lo apoyaba, contrajo matrimonio a los 21 años con su novio, Eduardo Amenábar, con quien estuvo casada durante 40 años hasta que enviudó en 2002. Y con quien tuvo a su único hijo, Juan Eduardo, que pronto enfermó y se convirtió en un "eterno «niño grande»", a quien se dedica un emotivo capítulo.

Entretanto descubrió el periodismo, que estudió en la U. de Chile y se convirtió en una pasión y oficio, que le mereció los principales premios del rubro en el país, incluido el Premio Nacional de Periodismo en 1991.

Barría, que fue becado por la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano liderado por Gabriel García Márquez y que hoy trabaja en revista "Caras", construye un relato en tercera persona, con escasas "cuñas" de la periodista. Perfila a Raquel a través de detalladas crónicas y anécdotas.

Ella nunca soñó con esto y hasta asegura "no me merezco tener una biografía", pero accedió por el cariño que le tiene a Rodrigo, con quien compartió por años en el cuerpo D, de Reportajes de "El Mercurio".

Descontento popular: Ojalá "no caigamos en un Chávez ni un Pinochet"

Raquel sigue de cerca las noticias políticas y todos los días lee al menos tres diarios.

"De repente me pongo muy pesimista, porque cuando uno vivió las revueltas de los años 70 y en qué terminaron, uno llega a temer que esto también pueda terminar tan mal", dice de las recientes protestas.

Cruza los dedos porque se revierta la situación, pero tiene claras sus aprensiones. "Que lleguemos a un populismo que sería sumamente peligroso, o a un gobierno fuerte, una dictadura. Pero no creo que el país esté para eso, nunca más... (Ojalá) no caigamos en un Chávez ni un Pinochet de nuevo, eso sería terrible", dice.

De estos y otros temas habla en "Política en el Torres", que va los martes en la mañana en Radio UC (660 AM)... Y en el taller de entrevista que hace en la UC.

El año pasado tuvo la oportunidad de volver en grande a los medios cuando CNN le ofreció un programa de entrevistas. Pero ella declinó la oferta.

"Estuve bien entusiasmada, el director me invitó a almorzar para proponérmelo y yo me sentí súper halagada, me encantó la idea. Después empecé a darle vuelta y me entró el pánico escénico, que llaman los actores. Me vino un miedo atroz, me enfermé porque soy enferma del colon y caigo en crisis. Fui a hablar con el director y le dije: «Perdone, pero la verdad es que no me siento capaz»", recuerda.

Y matiza: "De repente sí me siento capaz, pero yo sé lo que habría pasado. La gente hubiera dicho: «No es la misma, está más vieja, está arrugada». Han pasado 10 años".

"Los periodistas no deben hacer publicidad, no somos para eso: es venderse..."

A pesar de todos los años que tiene haciendo entrevistas a los políticos más importantes del país, en los momentos más contingentes, nunca dejó de sentir el nervio y estrés del principiante.

"Creo que es un poco de inseguridad. Pero, al margen de eso, es la entrega, pasión, sentir que estás poco menos que jugándote la vida", reflexiona.

-En sus entrevistas históricas, ¿qué propósito tenía en mente? ¿Revelar la verdad? ¿Hacer las preguntas que tenía la gente?

-Sobre todo buscar la verdad, en primer lugar y siempre... La opinión pública digo que es un mito. Voy al Jumbo y hablo con la gente, y ahí voy enterándome. Pero, ¿qué contacto tengo con otros niveles de personas fuera del ámbito familiar y de algunas amistades?

-Creo que uno puede hacer las preguntas más espantosas con una sonrisa en la cara y se suavizan. La persona contesta. "¿Cuántas personas ha matado usted?". "No, no he matado a nadie". "Muéstreme las manos, ¿las tiene llenas de sangre?"... A Pinochet. La sonrisa es una manera de encubrir, embaucar un poco.

-¿Y era muy obsesiva con el periodismo?

-Sí, muy obsesiva. Me doy cuenta aún ahora de que soy excesivamente estricta, en el sentido de que los periodistas no deben hacer publicidad, no somos para eso: es venderse...

-En el libro plantea que el periodista tiene un compromiso mayor cuando se la está jugando por algo importante.

-Cuando Eugenio Tironi era ministro me dijo: "La democracia es aburrida". La verdad es que era aburrida, pero ahora se está convirtiendo otra vez en algo entretenido desde ese punto de vista.

Una forma de vida

Aunque en el libro se señala su admiración por Patricio Aylwin y Eduardo Frei Montalva, nunca militó en un partido, e increpó con su estilo frontal a los políticos más diversos... Y hasta rebatió, literalmente, ¡a la mismísima madre Teresa de Calcuta!, tal como figura en "Preguntas que hacen historia" (2010).

"Incluso en el gobierno militar... Muchas veces digo cómo pude quedarme al margen... No era consciente de lo que pasaba, pero jamás me hubiera matriculado en ningún grupo violentista político. No era ese mi rol, sino que la gente supiera lo que estaba pasando... Es un orgullo en cierta forma haber mantenido ese compromiso fundamental con la profesión".

En sus memorias recuerda que en 2006 rechazó la oferta de Gabriel Valdés de trabajar con él en la embajada de Roma. No se arrepiente: "Habría sido renegar de lo que para mí había sido asumir como una forma de vida".

TV: "Se subestima a la audiencia"

El periodismo hoy día le parece "demasiado fácil y liviano". Lo peor a su juicio "es la banalización, la farandulización, sobre todo en la televisión. Es que no puedo creer, el otro día en un noticiario del Canal 13... ¡enseñaron a hacer calzones rotos! Mi hijo dice "yo no quiero ver las noticias porque son trágicas. En pocas palabras ha dicho todo... Puras cosas morbosas y después fútbol".

"¿Por qué un canal no hace la cosa distinta, a ver cómo le va?... Y hablo no solo del 13, CHV, Mega. TVN es el que diría que dentro de los límites se mantiene más organizado... Creo que sí, se subestima a la audiencia", señala.

"Lamento en una etapa de la vida haberme dedicado tanto al trabajo"

-¿Cree que con la carrera que ha hecho su mamá estaría orgullosa de usted?

-Mi mamá (entonces anciana) estaba alimentándose por sonda y yo estaba a los pies. Le preguntaron quién la vino a ver y dijo "la Raquel Correa". Sí, tenía que haber estado orgullosa...

Claro que todo el prestigio tuvo sus costos. De repente rompe un espontáneo silencio y reflexiona: "Lamento en una etapa de la vida haberme dedicado tanto al trabajo. Miro hacia atrás y fueron muchos años muy absorbida por eso. Entonces uno deja de hacer otras tareas de mamá, de esposa".

-Pero ahora está recuperando el tiempo perdido.

-Ayer estuve pensando precisamente eso, que esa época que yo le quité (a mi hijo) se la estoy devolviendo ahora con creces. El me acompaña a todas partes.

 
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