Cultura/Espectáculos
Compartir | | Ampliar Reducir

Buscando a "La Otra Mujer" -y al otro Roberto- con AMPUERO en Valparaíso

El escritor chileno que sigue rompiendo fronteras descubre los enigmas de su novela y de su propia identidad volviendo al puerto en que nació y donde transcurre la ficción, junto a "La Segunda".

por:  Lilian Olivares, La Segunda
martes, 26 de julio de 2011
Imagen
Imagen
Imagen
Imagen
jQuery Carousel
"Acá quiero amanecer, con la cordillera, el Aconcagua y el mar. Y la bandera chilena".

Errázuriz 575.

Esta es la futura dirección de Roberto Ampuero. Aquí espera construir, dentro de unos tres años a más tardar, su propio refugio donde escribirá las novelas venideras... bien cerca de la casa de su personaje Cayetano Brulé, vecino de nuestro famoso dibujante Lukas, que en paz descanse.

Es que Valparaíso es su referente principal, aunque por su mente corran vivencias de Alemania, Cuba, Francia y Suecia también. De repente le sale su onda tropical y, frente a donde estaba el café Riquet, baila siguiendo el compás del grupo chileno-cubano que vende compacts en la plaza. Por ahí se pone frío, tanto como estuvieron aquellos días en que vivió en Alemania Oriental, donde conoció a su primera mujer que lo descongeló.

De repente es el prototipo del "yes, we can" y siente que todo lo que se quiera ser puede ser... como lo ha aprendido en los Estados Unidos, donde reside como profesor de literatura en la Universidad de Iowa.

Pero siempre vuelve a esa parte suya tibia, con añoranzas... Entonces caminamos a su lado buscando por las calles de Valparaíso a "La Otra Mujer"... esa que nació de la imaginación del escritor y se enredó con sus recuerdos a tal punto que terminó habitando casas que se empinan hoy por los cerros del puerto..

Ella vivía en el pasaje Santa Isabel

Vamos viendo: Roberto Ampuero camina por el pasaje Santa Isabel. Sí, así se llama el corredizo que limita con la calle Lautaro Rozas de Cerro Alegre, donde está la antigua casa neovictoriana que sirvió de refugio a Isabel cuando descubrió lo que dio pie a la historia que relata Ampuero en "La Otra Mujer".

Es un barrio levantado a mediados del siglo XIX por inmigrantes ingleses y alemanes dedicados al comercio internacional. Ahí trama Isabel su "Sweet Revenge", como el nombre de la canción de Amanda Lear que está en el casete que descubre en el dormitorio conyugal cuando encuentra muerto a su marido.

En un capítulo, Isabel observa cómo un gato se come a un zorzal. Ampuero lo vivió en su casa en Iowa, donde el año pasado tenían, en un árbol enano de la terraza, un nido de los rojísimos cardenales con dos pajaritos nuevos. "Seguimos todo el desarrollo de su crecimiento. Nos subíamos a una silla para mirarlos y fotografiarlos cuando sus padres estaban lejos. Una noche se me olvidó sacar la silla. Al dia siguiente el nido estaba vacío y los padres piaban desesperados. Vimos al gato negro rondando aun en el jardín. Fue mi culpa, sólo pude mitigar ese sentimiento de dolor y culpa incorporando ese dolor al destino de Isabel".

El marido de Isabel (la protagonista de la novela), Miguel Angel, que escuchaba música clásica y que seguramente nunca conoció a esta mujer misteriosa de voz ronca sensual que estuvo en Chile en 1982 en el Festival de Viña, era un cirujano destacado, acomodado. Y ella, Isabel, era su esposa fiel, mujer responsable y buena madre del universitario Nicolás, estudiante en Stanford.

Ese casete con la voz de Amanda Lear no era de Isabel; tampoco podía ser de su marido... es la primera pista que lanza Ampuero perfilando la trama que viene. La segunda evidencia es un envoltorio con un chicle y lápiz labial que ella encuentra en el auto de Miguel Angel. El no mascaba chicle; tampoco era travesti como para pintarse los labios.

Ese cirujano destacado, que le había dado todas las comodidades y la apoltronó tan bien que ni se enteró de lo que estaba pasando en Santiago con los militares en el gobierno y los terroristas dando vueltas, ¿TUVO UNA AMANTE?

Nada más inquietante que la duda aquella.

Sentada en la terraza de su habitación con vista al Pacífico por la parte trasera de la fachada de la casa, Isabel pintaba al óleo escenas urbanas o bien retratos de gente imaginaria.

-Roberto, ¿por qué Isabel encontró el cadáver de su esposo "entre las sábanas de algodón egipcio de la cama matrimonial"? ¿No podrían haber sido unas Carolina Herrera o Cannon, por ejemplo?

-Es que las sábanas de algodón egipcio son las más caras del mundo.

Isabel obnubilada con el lucro conyugal, ensoñada con su vida de esposa-de-médico-famoso, con tiempo para pintar, para ir al campo, para alhajar la casa de aquí y de allá... hasta que se le muere el marido y se le derrumba toda la arquitectura de vida que había levantado, al descubrir a un hombre cuyo otro "yo" era totalmente desconocido para ella.

Ahora estamos en la plaza Aníbal Pinto, con vista al Café Riquet , donde Isabel se encuentra con el conserje del edificio de departamentos en la calle Fray León, la de su residencia santiaguina. El fresco del conserje hasta se le insinúa a Isabel, aprovechando la debilidad de esta mujer que post tragedia se cortó el pelo y anda con zapatillas compradas en una feria de Valparaíso obsesionada con encontrar a la amante de su marido muerto. Pero ella se da cuenta y le manda un ubicatex: sólo quiere que le consiga las imágenes de la cámara que grabó el ingreso de su marido con una rubia, y que le averigüe quién es la rubia.

Y pasamos al "Cinzano ", donde, en la novela de Ampuero, se reúne el cenáculo de los Poetas Fantasmas.

Hasta el bar Cinzano llega Orestes Cárcamo, el otro protagonista de la novela, siguiendo los pasos de un escritor fantasma llamado Benjamín Plá , quien dejó un manuscrito de una novela en la ciudad de Berlín. Orestes, que es un profesor de literatura latinoamericana de visita en la ciudad germana, se obsesiona por descubrir si aquel manuscrito es ficción o una realidad. Para ello viaja a Valparaíso y se aloja en el Hotel Zero , ubicado en la misma calle donde vive Isabel. Y comienza a buscar a los personajes y sus direcciones, tal como lo hace "la Segunda" junto a Roberto Ampuero por las calles porteñas.

Es la década de los 80 en la novela, y el 2011 en la realidad porteña. Isabel se dirige a la casa de Benjamín Plá, cerca de la Plaza Waddington. En realidad, la propiedad fue de Oscar Novoa, un tío de Roberto Ampuero. En ella se inspiró para armar la fantasía de la vivienda de Benjamín Plá, el poeta-escritor que le revelará a Isabel la verdad de Constanza y su marido: "Tu esposo no murió de un ataque al corazón...." La rubia, que había recibido entrenamiento en Cuba, lo mató con unas gotitas agregadas a su medicina...

"Sweet Revenge", como diría Amanda Lear.

-¿Y quién es la otra mujer?

-Es la metamorfosis de Isabel. Es capaz de darse cuenta, desde su posición de mujer dominada, y puede salir de su alero. La otra mujer es la misma Isabel.

La mujer que, tras la muerte de su marido, despierta a la realidad de la contingencia que se vive en la década de los 80 en Chile y cambia para siempre su vida.

Ampuero, los hombres que habitan en él

¿Se juntan la ficción con la realidad? Es lo que intenta desentrañar Roberto Ampuero en su novela, a través del personaje Orestes Cárcamo

Orestes bien podría ser el mismo Roberto Ampuero, que hace clases de literatura en Estados Unidos, en la Universidad de Ohio, y que siempre está volviendo a Valparaíso... seguramente a seguir redescubriendo sus raíces, desde el barrio donde nació e inició sus estudios en el Colegio Alemán del puerto.

--La vida partía desde mi casa, con caminata por Avenida Alemania todos los días, con la sensación de que era un pájaro. Iba volando los techos, a los pies las torres de la iglesia, tañendo las campanas...

Todo en él transita entre la realidad y lo que imagina...

-De pronto la historia se pierde y no hay otra forma de reconstruirla que la ficción.

La suya es una suma de identidades. "Viví en el Caribe, en el mundo alemán... estoy radicado en Estados Unidos, un país muy sensible, donde te dicen "sé lo que quieras, it's up to you ". Pero el referente principal para mí, de la vida, es Chile. Y a partir de ese eje observo y disfruto las otras sensibilidades".

Roberto se hizo comunista en 1967, cursando las humanidades en el Colegio Alemán de Valparaíso, durante una prolongada estada de sus papás en Europa. Quizás por soledad. Tal vez por su preocupación por los pobres, dice.

Estudiaba Antropología Social y Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Chile cuando murió Allende y partió a Alemania Oriental. En Leipzig siguió Filosofía en la Karl Marx Universität. Ahí compartió apartamento con el estudiante cubano Joaquín Ordoqui, quien le presentó a una cubana de ojos verdes y cuerpo de guitarra. "Es Margarita Cienfuegos, no sólo la cubana más linda, sino también la mejor alumna de germanística de la Universidad Karl Marx", le dijo, según cuenta en su libro "Los años verde olivo". Y seguramente la advertencia que le hizo su amigo le provocó aún más entusiasmo: "Ten cuidado chico, que Margarita es la niña de los ojos del comandante Ulises Cienfuegos", agregándole que su padre esperaba que se casara con un mayimbe (los que mandan en la isla).

El comandante Ulises Cienfuegos fue el nombre ficticio que usó Ampuero en su novela para referise al padre de la chica, que era Fernando Flores Ibarra, ex fiscal de la revolución cubana, ex embajador de su país en Rusia, apodado "Charco de sangre" por llevar al paredón a los contrarrevolucionarios.

--¡Pues me casaré con ella antes que la conquiste un mayimbe!-, fue la reacción de Ampuero ante la advertencia de su compañero de cuarto. Y así lo hizo, y llegó a los pocos meses a casarse con ella a Cuba, donde esperaba encontrar el paraíso de la revolución que él imaginaba y que finalmente lo llevó a dejar el comunismo para terminar apoyando al Presidente Sebastián Piñera en las últimas elecciones.

-¿Cómo se siente frente a esa gente que dice "Roberto que era comunista, ahora es un traidor", en tanto del otro lado se escuchan voces que comentan "el que nace chicharra muere cantando, Ampuero siempre va a ser comunista"?

-Primero, esas son visiones como del pasado. En Chile todavía hay mucha interpretación de la política enterrada en el pasado. Eso me inquieta. Creo que por eso se enrarece tanto el ambiente cuando hay tensiones. La gente como que vuelve a los referentes antiguos, de 30 o 40 años. Y la otra cosa es que tengo 58 años; y de esos 58, seis años fui comunista. Me hice comunista en un colegio alemán, conservador, de derecha, donde todo el mundo era antiallendista. Y renuncié a la Juventud Comunista en La Habana, donde ahora lo miro y no era jauja renunciar a la juventud comunista. Me enamoré de la idea comunista por la teoría, y me decepcioné del comunismo por la práctica. Desde entonces, busco una alternativa que a mí me deje éticamente tranquilo. Que yo piense que es favorable, en este caso, para Chile, ajeno a todo lo que son las identificaciones tradicionales, con un sector o con otro.

Da unos pasos por la plaza Waddington de Valparaíso y comenta:

-Yo veo una cosa más interesante, y esto no es un fenómeno personal: a los que me dicen traidor yo les digo sí, soy un traidor, como esos cuatrocientos millones de ex ciudadanos soviéticos y ex ciudadanos de toda Europa del Este que un día dijeron esto se acaba, no lo soportamos más. Derrumbaron el muro y aplastaron el sistema que yo, como lolo, había sentido que era un sistema totalitario, y frustrado en términos económicos.

Agrega otros pasos y continúa:

-Pero hay otra cosa más interesante todavía, como adicional: Hoy, 35% de los chilenos aprueba o se identifica con la Alianza; 23% apoya o se identifica con la Concertación; lo que demuestra que hay un gran sector de la población chilena que no está por identificarse políticamente con un partido, sino que de pronto apoya ciertas medidas, ciertos programas o ciertos partidos, o demandas sociales, ya libres del control de los políticos. Lo que pasa es que eso lo planteé cuando era lolo. No me estoy tirando flores, pero sí lo sentí y lo traté de vivir después de los 27 años.

Tenía 26 años cuando renunció a las Juventudes Comunistas.

-Entonces ese tema de las personas que necesitan estar identificadas con un partido de gobierno o de oposición porque sólo pueden ser ciudadanos en la medida en que repiten lo que esos partidos dicen, no es una alternativa que me atraiga. A mí me atrae la otra alternativa, la que es mucho más compleja, más difícil: la de decir, en cada elección, por quién voto ahora, quién me decepcionó, quién creo que representa ahora un proyecto válido, convincente, articulado. Para mí eso es lo central. Claro que es más difícil esa posición, a esperar que el partido me diga "vaya a votar por tal". Y, por supuesto, te atacan. Hoy ni los supermercados exigen que tú seas leal a ellos; lo que tratan es que no te vayas de ese supermercado. ¿Por qué gente de partidos políticos tiene que exigirle a uno que vote de por vida por ese partido? Eso se llama política tribal. En la sociedad moderna, democrática, occidental como la nuestra, tú escoges o eliges según tu propia conciencia, tu propia visión. Que te puedes equivocar, sí, pero esa es la responsabilidad como ciudadano.

Ana Lucrecia, su propia mujer

-Llamado a decidir, ¿en qué país le gustaría vivir?

-Yo tengo clarísimo que me gusta vivir en un péndulo entre Chile y Estados Unidos. Me siento bien en Chile, porque me estimula a reflexionar también y nací acá y es mi referente principal. Pero también me atrae Estados Unidos, por su diversidad racial, por la movilidad social, por la forma en que se celebra el éxito, por la forma en que los norteamericanos no dependen de ningún tipo de dogma. Cuántas cosas nos habríamos ahorrado en Chile si la gente escuchara lo que son los hechos reales.

Aporta más sobre cómo ve Estados Unidos: "Ahí todo es futuro, no importa quién eres, no importa de dónde eres, nadie te pregunta si fuiste comunista, sino qué quieres hacer mañana, para dónde va tu familia, qué quieren hacer tus hijos, cuáles son tus próximos proyectos. Esa es una cuestión fabulosa: future, future " .

-¿Usted puede entrar a Cuba?

-No, no puedo entrar ni me conviene. Por la novela "Nuestros Años Verde Olivo". Yo en esta gente no confío, y creo que en Chile hay bastantes casos: no confían ni en los tribunales ni en la policía cubana. No, no me arriesgaría. Pero me gustaría enormemente ir.

Estuvo casado dos años y medio con su esposa cubana.

-Por estadística, era lo que tenía que pasar. Yo tenía 21 años y ella 18. Y nació Fernando.

-¿Ella estaba esperándolo?

-Claro. Lo que más me alegra es que él haya tenido pasaporte chileno por el hecho de tener un padre chileno. El viajó a Chile a los 14 ó 15 años, por 1991, gracias a los privilegios de la nomenclatura cubana. Y este niño, por ser hijo de alguien que estaba vinculado con la clase gobernante en Cuba, tenía las posibilidades de hacerlo. Para mí era importante que él llegara a Chile, para que se hiciese chileno y pudiera escoger donde vivir. Yo sabía que cuando él llegara y estuviese acá se daría cuenta. No hay dónde perderse: pudiendo escoger entre vivir en Cuba o en Chile dedicado a realizar sus sueños sin un Estado todopoderoso controlándolo, él decidió quedarse en Chile.

Roberto Ampuero vivió en Cuba hasta que su hijo, que nació en 1975, cumplió 4 años, pero tuvo permiso para viajar a reunirse con él en Alemania y Portugal.

-Jamás intenté quedarme con él, que es uno de los grandes traumas del mundo comunista. Pero cada vez que pude le hablé, atendiendo a su edad, y le di las claves para entender lo que era el capitalismo. Porque el capitalismo que presenta Fidel Castro es terrible, con gente muerta de hambre. Y yo traté de mostrarle una visión realista, con sus grandes opciones y sus grandes riesgos. El en un momento tomó la decisión.

-¿Cómo definiría lo que sintió por su ex esposa cubana?

-Una pasión juvenil en un marco muy político: la guerra fría. Con la épica detrás, de la revolución cubana. Doloroso para ambas partes.

En Alemania, en una etapa muy distinta de su vida y a los 35 años conoció a Ana Lucrecia Rivera Schwarz, que llegó allá como embajadora de la Guatemala del DC Marco Vinicio Cerezo. En ese tiempo, él era editor de una revista especializada en política latinoamericana. Le gustaba la embajadora, pero no creía ser correspondido y temía que ella lo considerara atrevido. "Hasta que un día pensé: ¿Qué pasa si todas las lecturas de su mirada han sido equivocadas?". Decidió invitarla a comer. Salieron durante 6 meses y "nos casamos enseguida".

Ampuero renunció a todo estatus diplomático y siguió siendo periodista editor. Luego a ella la nombraron embajadora en Francia. "Yo estaba en mi tercera novela". Después embajadora en Suecia. Allí Ampuero escribió "Nuestros Años Verde Olivo".

En la década de los 90 su ex mujer cubana se casó con Senén Casas Regueyro, un político cubano que fue ministro de Fidel Castro.

-El nunca obstruyó la relación de mi hijo conmigo. "Tienes que tener muy buena relación con tu padre", le decía. El principio a mi hijo fue: "No deje que la política invada a la familia".

Hoy, Roberto Ampuero está en lo que podría ser la tercera etapa de su vida.

-Nos propusimos que el año 2000 dejaríamos todo. Ella renunció a la diplomacia. Con el cambio de milenio, la nueva vida era irse a Estados Unidos: ella a estudiar, yo a hacer un doctorado. Me fui quedando en Estados Unidos porque la Universidad me hizo unas ofertas interesantes. Ahora siento que estoy viviendo otra época. Los niños se fueron (tuvo dos hijos con Ana Lucrecia: Ximena, de 21 años, estudiante de Ciencias de la Computación en la Universidad de Stanford, e Ignacio, de 20, que sigue Ingeniería en la Washington University), y estamos frente a lo que llaman "Nido vacío". Las conversaciones con ella llenan los espacios. Tiene una capacidad analítica extraordinaria. Ana Lucrecia me oxigena. Por mi parte, cada día me he ido adentrando más en el mundo de la literatura.

Ampuero parte de regreso a su vida en Iowa. Desde allá manda mail contando que hay zorzales en su jardín: "Este año tenemos los cardenales en el mismo árbol. Los miro desde lejos con horror. ¿Serán los mismos que volvieron?"

Ella vivía en el pasaje Santa Isabel

Vamos viendo: Roberto Ampuero camina por el pasaje Santa Isabel. Sí, así se llama el corredizo que limita con la calle Lautaro Rozas de Cerro Alegre, donde está la antigua casa neovictoriana que sirvió de refugio a Isabel cuando descubrió lo que dio pie a la historia que relata Ampuero en "La Otra Mujer".

Es un barrio levantado a mediados del siglo XIX por inmigrantes ingleses y alemanes dedicados al comercio internacional. Ahí trama Isabel su "Sweet Revenge", como el nombre de la canción de Amanda Lear que está en el casete que descubre en el dormitorio conyugal cuando encuentra muerto a su marido.

En un capítulo, Isabel observa cómo un gato se come a un zorzal. Ampuero lo vivió en su casa en Iowa, donde el año pasado tenían, en un árbol enano de la terraza, un nido de los rojísimos cardenales con dos pajaritos nuevos. "Seguimos todo el desarrollo de su crecimiento. Nos subíamos a una silla para mirarlos y fotografiarlos cuando sus padres estaban lejos. Una noche se me olvidó sacar la silla. Al dia siguiente el nido estaba vacío y los padres piaban desesperados. Vimos al gato negro rondando aun en el jardín. Fue mi culpa, sólo pude mitigar ese sentimiento de dolor y culpa incorporando ese dolor al destino de Isabel".

El marido de Isabel (la protagonista de la novela), Miguel Angel, que escuchaba música clásica y que seguramente nunca conoció a esta mujer misteriosa de voz ronca sensual que estuvo en Chile en 1982 en el Festival de Viña, era un cirujano destacado, acomodado. Y ella, Isabel, era su esposa fiel, mujer responsable y buena madre del universitario Nicolás, estudiante en Stanford.

Ese casete con la voz de Amanda Lear no era de Isabel; tampoco podía ser de su marido... es la primera pista que lanza Ampuero perfilando la trama que viene. La segunda evidencia es un envoltorio con un chicle y lápiz labial que ella encuentra en el auto de Miguel Angel. El no mascaba chicle; tampoco era travesti como para pintarse los labios.

Ese cirujano destacado, que le había dado todas las comodidades y la apoltronó tan bien que ni se enteró de lo que estaba pasando en Santiago con los militares en el gobierno y los terroristas dando vueltas, ¿TUVO UNA AMANTE?

Nada más inquietante que la duda aquella.

Sentada en la terraza de su habitación con vista al Pacífico por la parte trasera de la fachada de la casa, Isabel pintaba al óleo escenas urbanas o bien retratos de gente imaginaria.

-Roberto, ¿por qué Isabel encontró el cadáver de su esposo "entre las sábanas de algodón egipcio de la cama matrimonial"? ¿No podrían haber sido unas Carolina Herrera o Cannon, por ejemplo?

-Es que las sábanas de algodón egipcio son las más caras del mundo.

Isabel obnubilada con el lucro conyugal, ensoñada con su vida de esposa-de-médico-famoso, con tiempo para pintar, para ir al campo, para alhajar la casa de aquí y de allá... hasta que se le muere el marido y se le derrumba toda la arquitectura de vida que había levantado, al descubrir a un hombre cuyo otro "yo" era totalmente desconocido para ella.

Ahora estamos en la plaza Aníbal Pinto, con vista al Café Riquet , donde Isabel se encuentra con el conserje del edificio de departamentos en la calle Fray León, la de su residencia santiaguina. El fresco del conserje hasta se le insinúa a Isabel, aprovechando la debilidad de esta mujer que post tragedia se cortó el pelo y anda con zapatillas compradas en una feria de Valparaíso obsesionada con encontrar a la amante de su marido muerto. Pero ella se da cuenta y le manda un ubicatex: sólo quiere que le consiga las imágenes de la cámara que grabó el ingreso de su marido con una rubia, y que le averigüe quién es la rubia.

Y pasamos al "Cinzano ", donde, en la novela de Ampuero, se reúne el cenáculo de los Poetas Fantasmas.

Hasta el bar Cinzano llega Orestes Cárcamo, el otro protagonista de la novela, siguiendo los pasos de un escritor fantasma llamado Benjamín Plá , quien dejó un manuscrito de una novela en la ciudad de Berlín. Orestes, que es un profesor de literatura latinoamericana de visita en la ciudad germana, se obsesiona por descubrir si aquel manuscrito es ficción o una realidad. Para ello viaja a Valparaíso y se aloja en el Hotel Zero , ubicado en la misma calle donde vive Isabel. Y comienza a buscar a los personajes y sus direcciones, tal como lo hace "la Segunda" junto a Roberto Ampuero por las calles porteñas.

Es la década de los 80 en la novela, y el 2011 en la realidad porteña. Isabel se dirige a la casa de Benjamín Plá, cerca de la Plaza Waddington. En realidad, la propiedad fue de Oscar Novoa, un tío de Roberto Ampuero. En ella se inspiró para armar la fantasía de la vivienda de Benjamín Plá, el poeta-escritor que le revelará a Isabel la verdad de Constanza y su marido: "Tu esposo no murió de un ataque al corazón...." La rubia, que había recibido entrenamiento en Cuba, lo mató con unas gotitas agregadas a su medicina...

"Sweet Revenge", como diría Amanda Lear.

-¿Y quién es la otra mujer?

-Es la metamorfosis de Isabel. Es capaz de darse cuenta, desde su posición de mujer dominada, y puede salir de su alero. La otra mujer es la misma Isabel.

La mujer que, tras la muerte de su marido, despierta a la realidad de la contingencia que se vive en la década de los 80 en Chile y cambia para siempre su vida.

Ampuero,

los hombres que habitan en él

¿Se juntan la ficción con la realidad? Es lo que intenta desentrañar Roberto Ampuero en su novela, a través del personaje Orestes Cárcamo

Orestes bien podría ser el mismo Roberto Ampuero, que hace clases de literatura en Estados Unidos, en la Universidad de Ohio, y que siempre está volviendo a Valparaíso... seguramente a seguir redescubriendo sus raíces, desde el barrio donde nació e inició sus estudios en el Colegio Alemán del puerto.

--La vida partía desde mi casa, con caminata por Avenida Alemania todos los días, con la sensación de que era un pájaro. Iba volando los techos, a los pies las torres de la iglesia, tañendo las campanas...

Todo en él transita entre la realidad y lo que imagina...

-De pronto la historia se pierde y no hay otra forma de reconstruirla que la ficción.

La suya es una suma de identidades. "Viví en el Caribe, en el mundo alemán... estoy radicado en Estados Unidos, un país muy sensible, donde te dicen "sé lo que quieras, it's up to you ". Pero el referente principal para mí, de la vida, es Chile. Y a partir de ese eje observo y disfruto las otras sensibilidades".

Roberto se hizo comunista en 1967, cursando las humanidades en el Colegio Alemán de Valparaíso, durante una prolongada estada de sus papás en Europa. Quizás por soledad. Tal vez por su preocupación por los pobres, dice.

Estudiaba Antropología Social y Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Chile cuando murió Allende y partió a Alemania Oriental. En Leipzig siguió Filosofía en la Karl Marx Universität. Ahí compartió apartamento con el estudiante cubano Joaquín Ordoqui, quien le presentó a una cubana de ojos verdes y cuerpo de guitarra. "Es Margarita Cienfuegos, no sólo la cubana más linda, sino también la mejor alumna de germanística de la Universidad Karl Marx", le dijo, según cuenta en su libro "Los años verde olivo". Y seguramente la advertencia que le hizo su amigo le provocó aún más entusiasmo: "Ten cuidado chico, que Margarita es la niña de los ojos del comandante Ulises Cienfuegos", agregándole que su padre esperaba que se casara con un mayimbe (los que mandan en la isla).

El comandante Ulises Cienfuegos fue el nombre ficticio que usó Ampuero en su novela para referise al padre de la chica, que era Fernando Flores Ibarra, ex fiscal de la revolución cubana, ex embajador de su país en Rusia, apodado "Charco de sangre" por llevar al paredón a los contrarrevolucionarios.

--¡Pues me casaré con ella antes que la conquiste un mayimbe!-, fue la reacción de Ampuero ante la advertencia de su compañero de cuarto. Y así lo hizo, y llegó a los pocos meses a casarse con ella a Cuba, donde esperaba encontrar el paraíso de la revolución que él imaginaba y que finalmente lo llevó a dejar el comunismo para terminar apoyando al Presidente Sebastián Piñera en las últimas elecciones.

-¿Cómo se siente frente a esa gente que dice "Roberto que era comunista, ahora es un traidor", en tanto del otro lado se escuchan voces que comentan "el que nace chicharra muere cantando, Ampuero siempre va a ser comunista"?

-Primero, esas son visiones como del pasado. En Chile todavía hay mucha interpretación de la política enterrada en el pasado. Eso me inquieta. Creo que por eso se enrarece tanto el ambiente cuando hay tensiones. La gente como que vuelve a los referentes antiguos, de 30 o 40 años. Y la otra cosa es que tengo 58 años; y de esos 58, seis años fui comunista. Me hice comunista en un colegio alemán, conservador, de derecha, donde todo el mundo era antiallendista. Y renuncié a la Juventud Comunista en La Habana, donde ahora lo miro y no era jauja renunciar a la juventud comunista. Me enamoré de la idea comunista por la teoría, y me decepcioné del comunismo por la práctica. Desde entonces, busco una alternativa que a mí me deje éticamente tranquilo. Que yo piense que es favorable, en este caso, para Chile, ajeno a todo lo que son las identificaciones tradicionales, con un sector o con otro.

Da unos pasos por la plaza Waddington de Valparaíso y comenta:

-Yo veo una cosa más interesante, y esto no es un fenómeno personal: a los que me dicen traidor yo les digo sí, soy un traidor, como esos cuatrocientos millones de ex ciudadanos soviéticos y ex ciudadanos de toda Europa del Este que un día dijeron esto se acaba, no lo soportamos más. Derrumbaron el muro y aplastaron el sistema que yo, como lolo, había sentido que era un sistema totalitario, y frustrado en términos económicos.

Agrega otros pasos y continúa:

-Pero hay otra cosa más interesante todavía, como adicional: Hoy, 35% de los chilenos aprueba o se identifica con la Alianza; 23% apoya o se identifica con la Concertación; lo que demuestra que hay un gran sector de la población chilena que no está por identificarse políticamente con un partido, sino que de pronto apoya ciertas medidas, ciertos programas o ciertos partidos, o demandas sociales, ya libres del control de los políticos. Lo que pasa es que eso lo planteé cuando era lolo. No me estoy tirando flores, pero sí lo sentí y lo traté de vivir después de los 27 años.

Tenía 26 años cuando renunció a las Juventudes Comunistas.

-Entonces ese tema de las personas que necesitan estar identificadas con un partido de gobierno o de oposición porque sólo pueden ser ciudadanos en la medida en que repiten lo que esos partidos dicen, no es una alternativa que me atraiga. A mí me atrae la otra alternativa, la que es mucho más compleja, más difícil: la de decir, en cada elección, por quién voto ahora, quién me decepcionó, quién creo que representa ahora un proyecto válido, convincente, articulado. Para mí eso es lo central. Claro que es más difícil esa posición, a esperar que el partido me diga "vaya a votar por tal". Y, por supuesto, te atacan. Hoy ni los supermercados exigen que tú seas leal a ellos; lo que tratan es que no te vayas de ese supermercado. ¿Por qué gente de partidos políticos tiene que exigirle a uno que vote de por vida por ese partido? Eso se llama política tribal. En la sociedad moderna, democrática, occidental como la nuestra, tú escoges o eliges según tu propia conciencia, tu propia visión. Que te puedes equivocar, sí, pero esa es la responsabilidad como ciudadano.

Ana Lucrecia,

su propia mujer

-Llamado a decidir, ¿en qué país le gustaría vivir?

-Yo tengo clarísimo que me gusta vivir en un péndulo entre Chile y Estados Unidos. Me siento bien en Chile, porque me estimula a reflexionar también y nací acá y es mi referente principal. Pero también me atrae Estados Unidos, por su diversidad racial, por la movilidad social, por la forma en que se celebra el éxito, por la forma en que los norteamericanos no dependen de ningún tipo de dogma. Cuántas cosas nos habríamos ahorrado en Chile si la gente escuchara lo que son los hechos reales.

Aporta más sobre cómo ve Estados Unidos: "Ahí todo es futuro, no importa quién eres, no importa de dónde eres, nadie te pregunta si fuiste comunista, sino qué quieres hacer mañana, para dónde va tu familia, qué quieren hacer tus hijos, cuáles son tus próximos proyectos. Esa es una cuestión fabulosa: future, future " .

-¿Usted puede entrar a Cuba?

-No, no puedo entrar ni me conviene. Por la novela "Nuestros Años Verde Olivo". Yo en esta gente no confío, y creo que en Chile hay bastantes casos: no confían ni en los tribunales ni en la policía cubana. No, no me arriesgaría. Pero me gustaría enormemente ir.

Estuvo casado dos años y medio con su esposa cubana.

-Por estadística, era lo que tenía que pasar. Yo tenía 21 años y ella 18. Y nació Fernando.

-¿Ella estaba esperándolo?

-Claro. Lo que más me alegra es que él haya tenido pasaporte chileno por el hecho de tener un padre chileno. El viajó a Chile a los 14 ó 15 años, por 1991, gracias a los privilegios de la nomenclatura cubana. Y este niño, por ser hijo de alguien que estaba vinculado con la clase gobernante en Cuba, tenía las posibilidades de hacerlo. Para mí era importante que él llegara a Chile, para que se hiciese chileno y pudiera escoger donde vivir. Yo sabía que cuando él llegara y estuviese acá se daría cuenta. No hay dónde perderse: pudiendo escoger entre vivir en Cuba o en Chile dedicado a realizar sus sueños sin un Estado todopoderoso controlándolo, él decidió quedarse en Chile.

Roberto Ampuero vivió en Cuba hasta que su hijo, que nació en 1975, cumplió 4 años, pero tuvo permiso para viajar a reunirse con él en Alemania y Portugal.

-Jamás intenté quedarme con él, que es uno de los grandes traumas del mundo comunista. Pero cada vez que pude le hablé, atendiendo a su edad, y le di las claves para entender lo que era el capitalismo. Porque el capitalismo que presenta Fidel Castro es terrible, con gente muerta de hambre. Y yo traté de mostrarle una visión realista, con sus grandes opciones y sus grandes riesgos. El en un momento tomó la decisión.

-¿Cómo definiría lo que sintió por su ex esposa cubana?

-Una pasión juvenil en un marco muy político: la guerra fría. Con la épica detrás, de la revolución cubana. Doloroso para ambas partes.

En Alemania, en una etapa muy distinta de su vida y a los 35 años conoció a Ana Lucrecia Rivera Schwarz, que llegó allá como embajadora de la Guatemala del DC Marco Vinicio Cerezo. En ese tiempo, él era editor de una revista especializada en política latinoamericana. Le gustaba la embajadora, pero no creía ser correspondido y temía que ella lo considerara atrevido. "Hasta que un día pensé: ¿Qué pasa si todas las lecturas de su mirada han sido equivocadas?". Decidió invitarla a comer. Salieron durante 6 meses y "nos casamos enseguida".

Ampuero renunció a todo estatus diplomático y siguió siendo periodista editor. Luego a ella la nombraron embajadora en Francia. "Yo estaba en mi tercera novela". Después embajadora en Suecia. Allí Ampuero escribió "Nuestros Años Verde Olivo".

En la década de los 90 su ex mujer cubana se casó con Senén Casas Regueyro, un político cubano que fue ministro de Fidel Castro.

-El nunca obstruyó la relación de mi hijo conmigo. "Tienes que tener muy buena relación con tu padre", le decía. El principio a mi hijo fue: "No deje que la política invada a la familia".

Hoy, Roberto Ampuero está en lo que podría ser la tercera etapa de su vida.

-Nos propusimos que el año 2000 dejaríamos todo. Ella renunció a la diplomacia. Con el cambio de milenio, la nueva vida era irse a Estados Unidos: ella a estudiar, yo a hacer un doctorado. Me fui quedando en Estados Unidos porque la Universidad me hizo unas ofertas interesantes. Ahora siento que estoy viviendo otra época. Los niños se fueron (tuvo dos hijos con Ana Lucrecia: Ximena, de 21 años, estudiante de Ciencias de la Computación en la Universidad de Stanford, e Ignacio, de 20, que sigue Ingeniería en la Washington University), y estamos frente a lo que llaman "Nido vacío". Las conversaciones con ella llenan los espacios. Tiene una capacidad analítica extraordinaria. Ana Lucrecia me oxigena. Por mi parte, cada día me he ido adentrando más en el mundo de la literatura.

Ampuero parte de regreso a su vida en Iowa. Desde allá manda mail contando que hay zorzales en su jardín: "Este año tenemos los cardenales en el mismo árbol. Los miro desde lejos con horror. ¿Serán los mismos que volvieron?".

Queremos conocerte. Por favor, responde esta encuesta.
Redes sociales
Redes sociales
Portada

Cerrar

img