Presupuesto para este ítem aumenta en 11%, aunque ingresos por impuesto especial a la actividad minera han caído sistemáticamente.
Dos pasos adelante y uno atrás. Esta parece ser la tónica de las políticas de fomento a la innovación y la competitividad en Chile. Como si se tratara de un permanente proceso de aprendizaje, cada cierto tiempo y de un gobierno a otro, hay cambios de visiones, de énfasis e instrumentos que ralentizan el avance.
Así y todo, los expertos de distintos ámbitos políticos coinciden en que la innovación es decisiva para lograr el desarrollo económico 2.0 en Chile, ese desarrollo que permitiría cortar -de una vez por todas- con la dependencia de los recursos naturales.
Hay convergencia en la estrategia, no así en la táctica. Un giro lo volvió a dar el actual Gobierno, al reponer la idea de los clústers (encadenamientos productivos en torno a un sector industrial), idea que había sido desechada por la administración del Presidente Piñera, según se explicó en su momento, para dar más flexibilidad a los inversionistas y emprendedores.
La buena noticia es que las fuentes para financiar la innovación no siguen los vaivenes del precio del cobre, aunque supuestamente de allí proceden en su mayor parte. Según cifras preliminares obtenidas por "La Segunda", el año pasado la recaudación por el impuesto especial a la actividad minera bajó abruptamente a US$ 264 millones y viene disminuyendo sistemáticamente desde 2011, año en que se recaudaron US$ 1.015 millones. Las causas de esta caída están en la menor renta que han estado obteniendo las grandes compañías mineras, debido al incremento en los costos y, el año pasado, a la baja del precio del cobre.
Sin embargo, este impuesto (malamente conocido como royalty ) pasa a engrosar las arcas fiscales como un todo, porque en Chile se aplica la norma de que los tributos no tienen un uso o fin predeterminado. Por lo tanto, los fondos para innovación son asignados dentro del presupuesto ordinario para el sector público. Esta norma echa por tierra el espíritu que en 2005 tuvo el entonces gobierno de Ricardo Lagos, cuando propuso el royalty , con el fin de contar con recursos que permitan la reconversión productiva, especialmente en aquellas regiones que proveen y viven de la explotación de los recursos naturales, no renovables. Pasó con el salitre y el carbón y en unos años más podría pasar con el cobre.
El jefe de la División de Innovación del Ministerio de Economía, Andrés Zahler, informó que el presupuesto 2015 para el ítem innovación (el que a su vez engloba ciencia, tecnología y emprendimiento) tiene un incremento del 11% real, respecto de 2014. Para este año se están destinando $ 591.410 millones (casi US$ 1.000 millones), cifra superior a los $ 531.342 millones contemplados para 2014 (US$ 886 millones). Por lo tanto, este ítem sube de 0,36% a 0,39% en relación con el PIB, cifra que en todo caso sigue siendo baja en el contexto de la OCDE.
En forma adicional a los montos asignados a través del Fondo de Innovación y Competitividad (FIC), Zahler dice que están comprometidos otros US$ 1.000 millones para el Fondo de Inversiones Estratégicas (FIE), que serán invertidos entre 2015 y 2017, "lo que implica un incremento importante en los fondos y un compromiso de largo plazo en esta área".
Según Zahler, el monto para este año es el más alto que se haya destinado históricamente en este ámbito, "con lo cual estamos retomando el ritmo de gasto que tuvimos en el periodo 2007-2010".
"Consideramos que el gobierno pasado dejó de lado políticas de apoyo a sectores con alto potencial de crecimiento, desaprovechando una gran oportunidad para expandir las ventajas comparativas que poseemos, así como ampliar las posibilidades de abrirnos a nuevas áreas intensivas en conocimiento", expresó Zahler. Sin embargo, valoró el esfuerzo que se hizo en la administración anterior en áreas como emprendimiento e impulso a la ciencia.
Durante su intervención en el IV Congreso del Futuro, organizado por el Senado, el vicepresidente ejecutivo de Corfo, Eduardo Bitran, dijo que la estructura productiva en Chile no ha cambiado en las últimas tres décadas y que sigue dependiendo dramáticamente de los recursos naturales. Pero lo peor es que -a su juicio- este modelo de desarrollo se encuentra en una fase de agotamiento, lo que se traduce en una baja del crecimiento potencial.
"Este es un país cobre-adicto y mientras tanto llevamos 10 años de caída en la productividad de esta industria", señaló.
"Venimos declinando paulatinamente en productividad, precisamente por la extrema dependencia de los recursos naturales", sentenció. Dijo que el país corre el riesgo de mantener "esta vieja economía, si no damos un salto en innovación". Luego delineó los aspectos centrales del plan que bautizó como "Chile inteligente", interconectado (con internet de las cosas), con un nuevo enfoque productivo y mayor capacidad innovadora, a tono con las nuevas tendencias tecnológicas.
Según el vicepresidente de Corfo, el desafío mayor es cómo insertar a Chile en la nueva dinámica de la economía global. Precisó que para este desafío de debe establecer un diálogo permanente entre las empresas, el Estado, la academia y la sociedad civil.
"La innovación no sólo necesita creatividad, sino también un diálogo con el entorno y es lo que llamamos civilización empática", explicó el ejecutivo. Recordó que la crisis que vivió la industria del salmón con el virus ISA, en la década pasada, es un ejemplo de la visión rentista que prevalece en el país y de la falta de diálogo de la industria con su entorno.
Subrayó que el sesgo rentista de la economía chilena lleva a que se gaste más tiempo y energía en perseguir ganancias que en innovar. Además, dijo, el rentismo genera comodidad y no incita a la búsqueda de nuevas formas productivas.
El economista Jaime Pozo, experto en temas de innovación del estudio Silva & Cía., destaca que desde hace siete años Chile ha estado atrayendo importantes centros de excelencia extranjeros, que le permitirán acelerar el proceso de innovación en el país.
Con el apoyo de Corfo, que ha puesto los incentivos, señala que se han instalado en el país varias entidades, entre ellas: Fraunhofer (Alemania), para desarrollar investigación aplicada en biotecnología y energía solar; Wageningen (Holanda), en temas de alimentación y agroindustria; Csiro (Australia), en minería y robótica; INRIA (Francia), informática y telecomunicaciones; UC Davis (California), centrado en agricultura, y SMI (Australia) que aborda temas de medio ambiente y sustentabilidad minera.
Otra línea complementaria la dan algunas multinacionales que han optado por instalar centros de investigación y desarrollo en Chile, como Laboratorios Pfizer en el área de medicina clínica. También menciona la instalación en las inmediaciones de San Antonio de la primera planta productora de contenedores del hemisferio sur, de la compañía noruega Maersk.
Precisamente esta semana se firmó un acuerdo para impulsar un polo de proveedores industriales avanzados, "de estándar internacional y con proyección global". El documento fue suscrito por y el ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes; por el vicepresidente ejecutivo de Corfo, Eduardo Bitran; y el gerente general de Maersk Container Industry (MCIS), Brian Nielsen.
Según Jaime Pozo, "los clústers de investigación y desarrollo como marco orientador que se iniciaron hace años, constituyen una buen mecanismo para focalizar prioridades, no obstante que pueda haber ideas al margen de éstas que sean disruptivas y de proyección que igual se deben apoyar".
Agrega que las universidades chilenas, en asociación con las empresas (privadas y públicas), deben generar alianzas permanentes "que potencien el desarrollo de los productos chilenos, en un marco de innovación, algo que en Chile aún es muy marginal". A su juicio, esta situación se refleja en el bajo número de patentes que Chile solicita a nivel nacional e internacional.
