Economía
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Autor de "El Capitalismo en el Siglo XXI": Un incómodo "monsieur" Piketty

El economista del momento se va de Chile dejando atrás su impronta revisionista del capitalismo, que fue ignorada por el empresariado local.  

por:  Claudio Gaete
viernes, 16 de enero de 2015

A mediados de abril del año pasado, Thomas Piketty tuvo uno de los días más frenéticos desde que pasó de ser un desconocido académico de la École d'Économie de París a un "intelectual superstar", como lo definió The New York Times. Fue un primaveral jueves en Nueva York en que debió dar ocho entrevistas y dos charlas en las universidades de Columbia y NYU, y que recogió la revista New York.

Junto a él estaba Lisa LaPoint, la relacionadora pública encargada de llevarlo de un lugar a otro de la ciudad. Sumida en la histeria y pegada de su celular pidiendo disculpas por llegar tarde a cada una de las reuniones, ella sólo atinaba a ladrarle al economista "tienes que dar respuestas más breves" después de cada intervención en CNN, Reuters, MSNBC y Harvard Business Review.

Para alguien que ha pasado 15 años investigando dos siglos y medio de historia económica contemporánea y que ha publicado un libro de 700 páginas lleno de gráficos, tablas y estadísticas argumentando que el capitalismo ha propiciado el incremento de la desigualdad en el mundo, no debe ser fácil dar respuestas breves. Al contrario, tiene mucho que explicar. Sobre todo en Estados Unidos, la sociedad capitalista por esencia, donde afirmar que "la tasa de renta del capital supera la tasa de crecimiento de la economía" es una blasfemia. Y razón suficiente para causar escozor en familias tan adineradas como los Walton, Hearst o Ford.

Esa simple frase resume la tesis que este francés de 43 años lanzó en 2013, cuando la edición francesa de su libro "El Capital en el Siglo XXI" vio la luz. Un año después se publicó la versión en inglés. Vendió 50 mil copias de entrada, como si fuera la biografía no autorizada de Madonna, y Amazon se quedó sin ejemplares para abastecer una demanda inusitada para un trabajo académico difícil de leer, lleno de fórmulas y donde lo más amable son las referencias a la Inglaterra de Jane Austen y la Francia de Honoré de Balzac.

Esa afirmación fue la misma que dijo ayer ante una concurrida asistencia en el ex Congreso Nacional en una charla junto al ministro de Hacienda Alberto Arenas. De aspecto juvenil, chaqueta azul marino, sin corbata, zapatos de gamuza y pantalones pitillos, Piketty se valió de una multitud de gráficos y su verborrea para explicar su evangelio. Su tesis central es que la inequidad en Estados Unidos en la actualidad está al nivel que tenía Europa en 1900, mientras que Europa ha ido en la dirección opuesta.

No sólo eso. La mayor controversia en lo que propone Piketty en su libro para solucionar este paradigma es aplicar un colosal impuesto a la riqueza.

Empresarios lo evitan

Y pese a que en su libro no hay mayor referencia a América Latina, en la exposición de ayer dedicó unos minutos a hablar de Chile y afirmó que, probablemente, tenga uno de los niveles de inequidad más altos del mundo. En la concurrencia no había empresarios ni economistas liberales para refutarlo ni al menos para conocer sus tesis de su boca. Tampoco los hubo en la Universidad de Chile, donde recibió una medalla de honor, ni en la UDP, donde dio una conferencia.

Y es que el escozor que ocasionan sus conclusiones en los protagonistas del capitalismo ha generado un mar de críticas.

El mundo parece estar dividido entre intelectuales de izquierda que se sienten interpretados por este nuevo gurú y la diáspora neoliberal que ha refutado sus ideas acusándolo de inexacto y de haber utilizado inadecuadamente las estadísticas sobre las que construyó su ideario.

Él parece disfrutar su momento de fama. Se lo ve sonriente. Habla rápido en un inglés con un fuerte acento galo, pese a haber obtenido su doctorado en Economía en el London School of Economics en 1993 y de haber pasado dos años como profesor asistente en el prestigioso MIT.

Claramente, éste no es su único trabajo. Piketty ha publicado otros 10 libros y escrito más de 50 artículos académicos en inglés y francés. La mayoría versa de su tema fetiche: la relación entre el desarrollo económico y la repartición de la riqueza.

También ha coqueteado con la política. En 2009, fue asesor de Ségolène Royal, entonces candidata presidencial socialista que perdió ante Nicolás Sarkozy.

De esa época también data un aspecto poco difundido de su biografía: su relación con la actual ministra de Cultura, Aurélie Filipetti, quien presentó una denuncia por agresión en su contra, pero que desestimó más tarde, según el diario El País. Hoy su pareja es Julia Cagé, recién doctorada en Economía en Harvard. A ella le dedica los agradecimientos en su libro y a sus tres hijas: Juliette, Déborah y Hélèna.

Hace pocos días dejó al Presidente francés, François Hollande, con las manos estiradas y se negó a recibir la Legión de Honor, uno de los mayores reconocimientos de Francia. Sus razones las resumió en una frase: "Rechazo esta nominación, porque pienso que no es el papel del gobierno el decidir quién es honorable".

La verdadera razón para este desaire, según The Economist, parece estar en el cambio en la política económica del Presidente francés, a quien él apoyó abiertamente, y que luego se olvidó de un publicitado impuesto de 75% a los más ricos.

 
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