Economía
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Felipe y Nicolás Sahli tradición hotelera, desde el Crillón a The Singular en el barrio Parque Forestal

Hace cuatro años padre e hijo apostaron por construir en una esquina clave de Lastarria el primer hotel de lujo del sector. The Singular abrió sus puertas en octubre pasado y en poco tiempo se integró al barrio Parque Forestal como si hubiera estado ahí siempre. Es que los Sahli heredaron una tradición hotelera que viene del siglo pasado, cuando eran dueños del mítico Hotel Crillón en Agustinas. Para ellos, ningún detalle del negocio queda al azar.

por:  Juan José Richards
viernes, 05 de diciembre de 2014
The Singular

Felipe y Nicolás Sahli, en el hotel The Singular.


Foto Sabino Aguad

Felipe Sahli Cruz (64) y su hijo Nicolás Sahli Lecaros (39) podrían parecer uno más de los huéspedes internacionales que circulan entre los sillones de cuero en el lobby de The Singular Lastarria. Pero a diferencia de los pasajeros que entran y salen despreocupados por las puertas negras que llevan a la calle Merced, ellos reparan en detalles que nadie más ve. Si hay un cuadro chueco, Felipe lo endereza personalmente. Si la distancia entre los sillones no es la adecuada para que pase una persona, Nicolás los desplaza. Hasta que todo quede como debe estar.

“Tenemos una tradición familiar en este rubro, desde mis abuelos que emigraron de Suiza a Chile el año 1913, cuando mi abuela Berta Sahli creó ‘La novia’, un salón de té en la esquina de Huérfanos y Ahumada”, cuenta Felipe. Su padre, Fernando Sahli, un joven que por esa época recién había entrado a la universidad, decidió abandonar sus estudios entrar en el rubro. El año 1961 se hizo cargo del hotel Crillón, ubicado en la misma céntrica manzana donde estaba La novia.
 
En las habitaciones del Crillón se hospedaron Gary Cooper y Clark Gable. Ahí también la escritora María Luisa Bombal le disparó tres veces a su amante. María Carolina Geel escribió su novela Cárcel de mujeres y asesinó a su amante Roberto Pumarino. Hoy el Crillón es un lugar mítico en la memoria santiaguina y un espacio afectivo en la memoria de los Sahli. “Era un lugar de encuentro social. En esa época el Presidente Alessandri iba a tomar té ahí, pero también se podían vender hasta 250 almuerzos diarios”, cuenta Felipe, quien en febrero de 1978 era el gerente del hotel y tuvo que cerrarlo. “Eran pocos los extranjeros que venían a Chile y menos los chilenos que podían pagarlo”, explica.

Había estudiado hotelería en la Ecôle Hôtelière de Lausanne en Suiza y trabajado en varios de los mejores hoteles europeos y americanos de la época. Después del cierre del Crillón, formó y desarrolló la cadena hotelera Talbot S.A., franquicia de los hoteles Holiday Inn en Chile y Argentina. Fue director de Entel, Chilquinta y Pucobre, entre otras empresas. Hasta que en un viaje al sur de Francia se hospedó en un hotel que antiguamente había sido un convento de los Capuchinos: “Encontré muy interesante la historia, el lujo y lo particular de quedarse en lo que había sido un convento en vez de un edificio estandarizado”. Esa idea se alojó en su cabeza. Por eso cuando surgió la posibilidad de hacer un negocio con los dueños del frigorífico Bories, en Puerto Natales, –en el que a principios de siglo pasado se faenaba, procesaba y embarcaba toda la producción de carne y lana de las estancias chilenas y argentinas–, Felipe Sahli no vio un inmueble abandonado, sino el espacio perfecto para un hotel.
 
Para entonces Nicolás, el mayor de sus nueve hijos, que administraba cruceros y hoteles del sur, ya trabajaba con él. En los enormes edificios de albañilería con ladrillos a la vista y estructuras de lenga del que fue el frigorífico austral más importante de su época (construido entre 1912 y 1914 por la Sociedad Explotadora Tierra del Fuego), padre e hijo proyectaron un hotel de lujo para la región magallánica. Hace tres años el hotel The Singular Patagonia se convirtió en el primer monumento nacional en ser utilizado comercialmente. Hoy tiene 57 habitaciones distribuidas en tres pisos, está operativo sólo siete meses al año y este año obtuvo el Travellers Choice de Trip Advisor al mejor hotel en Chile, y la prestigiosa lista de Fodors lo nombró uno de los mejores 100 hoteles del mundo.
“Definimos que queríamos hoteles vinculados profundamente con el patrimonio del país, que fueran únicos y tuvieran un alto nivel de gastronomía y de servicio”, dice Nicolás. “En otra época hicimos los hoteles Holiday Inn, que son la expresión máxima de la estandarización, pero con el del sur fue diferente. Por eso, para nuestro segundo hotel, elegimos el primer barrio de Santiago, donde se fundó la ciudad”, agrega Felipe.

 EL NUEVO VECINO DE LASTARRIA

El 2009, en su especial sobre viajes a Latinoamérica, el New York Times había dejado de lado la Patagonia, el desierto de Atacama y la Isla de Pascua como los mejores destinos de la zona para destacar cómo nunca, en pocos años, la escena culinaria y hotelera en Santiago de Chile se había sofisticado. La guía destacaba diez hitos imperdibles de la capital, la mayoría ubicados en unas pocas cuadras del centro. Los Sahli pusieron el ojo en la esquina de Merced con el paseo Mulato Gil y compraron el terreno baldío y el edificio que hasta entonces funcionaba como apart hotel. Ahí planearon construir el primer hotel de lujo del barrio.

Con una inversión cercana a los 18 millones de dólares las obras comenzaron en febrero del 2012. El terreno se transformó en un proyecto de 6.500 metros cuadrados de construcción, con 62 habitaciones distribuidas en un edificio de nueve pisos, un restaurante, una terraza, un spa, un gimnasio y salas de reuniones de lujo. La arquitectura estuvo a cargo de la oficina de Federico Prieto y la decoración, de Enrique Concha. “No somos clientes pasivos de los arquitectos. Con ellos fuimos a Buenos Aires y Europa a buscar ideas y los decoradores también viajaron a conocer hoteles bastante particulares”, dice Felipe. Padre e hijo se preocuparon desde los niveles de ruido hasta la selección de los materiales.

El hotel abrió sus puertas el primero de octubre de este año pero parece un vecino de siempre: su fachada negra y sus dos cuerpos de ladrillo se integran perfectamente a la hilera de fachadas continuas de la calle Merced. Los balcones se asemejan a los de otros edificios vecinos y su patio interior replica otro igual ubicado en un edificio residencial a menos de una cuadra de ahí. “Queríamos un hotel atemporal, que pareciera que hubiera estado aquí desde siempre”, explica Felipe.

“Nos hemos sorprendido con un público joven que viene al hotel a alojar por fines de semana”, dice. “Matrimonios santiaguinos que de algún modo viajan dentro de la propia ciudad. Aquí se escapan un fin de semana de los niños y están llenos de panoramas. Pero eso lo permite el barrio. ¿Qué vas a hacer un fin de semana en El Golf?”, dice Felipe.
 
Nicolás tiene su oficina en el piso -3 y suele almorzar en el hotel. Lo que más lo ha sorprendido es lo silencioso que es el interior. “Me gusta mucho cómo quedó todo, especialmente las salas de reuniones, porque tienen una atmósfera íntima y elegante”, dice. El lugar favorito de su padre, en cambio, es el lobby, donde está el Bar Merced 294, porque ahí es donde suele haber más actividad. “Mi padre Fernando decía que la gente atraía a la gente”, cuenta Felipe mirando alrededor. “Yo trabajé y viví en muchos hoteles, pero cuando esto te gusta mucho, no te desconectas nunca y para la familia es duro. Hay que saber combinar. Es tan apasionante que uno podría quedarse siempre”.
 
¿Qué es lo más entretenido de este oficio?
 
Todo. Como decía un jefe mío, los hoteles para que funcionen bien hay que caminarlos. Hay que recorrerlos personalmente a pie, piso por piso. Así se te vas dando cuenta de la suma de detalles que hacen de un hotel bueno, un hotel de lujo. Es casi una manía y a Nicolás se le está formando el ojo.
Nicolás pasa el dedo índice por un cubre polvo del bar y lo eleva hacia donde llega más luz. Padre e hijo se miran. “Uno está siempre atento”, dice Felipe.

¿Se consideran hombre singulares?

F: (se ríe) Somos hombres normales, trabajadores. Nos gusta hacer las cosas bien.
N: Transmitimos nuestra singularidad a través de esto.

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