El presidente de Cieplan dijo que haciendo sentir a todos los actores que son parte de la solución y no del problema "es más fácil aprobar e implementar los proyectos".
El presidente de Cieplan y ex ministro de Hacienda del gobierno de Patricio Aylwin, Alejandro Foxley, llamó a buscar acuerdos con todos los actores involucrados para aprobar y después implementar la reforma tributaria impulsada por la Presidenta Bachelet.
"El desafío es extender los brazos y decir vamos a construir juntos el futuro", dijo durante la ceremonia de inauguración del Centro de Estudios Avanzados y Extensión (CEA) que la Universidad Católica de Valparaíso instaló en pleno Providencia, casa de estudios donde el ex senador estudió Ingeniería Civil Química. En su discurso y mientras hablaba sobre la desigualdad, sacó a colación la reforma tributaria aprobada en 1990 y de la cual él fue artífice.
"Recuerdo que, cuando llegamos al gobierno en 1990, hicimos una reforma tributaria que se aprobó casi unánimemente con un gran acuerdo nacional y dijimos que hasta el último peso de esa reforma iría a la lucha contra la pobreza", puntualizó durante su presentación.
Agregó que "nadie podría decir que el país no ha avanzado en la lucha contra la pobreza. Estábamos en ese momento en un 40% y hoy estamos en 15%", dijo refiriéndose a la tasa de hogares que se encuentran en situación de carencia.
"Todos los gobiernos, en todo este período, han contribuido significativamente en esa dirección, y sin embargo hay mucha desigualdad. Hay que tratar de entender eso. Y una de las cosas que he estado leyendo, que parece evidente, pero a la que tal vez no hemos prestado suficiente atención en estos años, es que la desigualdad se origina en los primeros mil días de vida de una persona", señaló.
Sostuvo que, en materia educacional, los gobiernos deberían poner el foco en los primeros tres años de vida de las personas y en la calidad de los profesores.
A la salida de la ceremonia, el economista respondió algunas preguntas sobre el curso que hoy ha tomado la discusión sobre la reforma de Bachelet, de la cual ha evitado hacer declaraciones.
-Cuando usted impulsó la reforma de 1990, logró un acuerdo transversal. Ahora la discusión parece un poco más dividida. ¿Qué le parece el tono que ha tomado el debate sobre la reforma tributaria de Bachelet?
-Quiero mirar hacia adelante. En todas las reformas importantes hay que tratar que el mayor número posible de gente y de actores sociales, políticos, etc., se sienta parte de la solución y no del problema. Me parece que eso define el tono, la forma en que creo que es más fácil hacer que se aprueben y después que se implementen los proyectos.
-Pero las quejas de los empresarios, el video del Gobierno...
-No quiero comentar la coyuntura. Simplemente, como visión hacia adelante, quiero reivindicar la política de los acuerdos, la necesidad de tomar en cuenta a todas las personas que hay que tomar en cuenta para que se sientan parte de la solución.
-Y en esta discusión, ¿ve que se está produciendo eso que usted menciona?
-Está todavía la discusión en marcha. Vamos a ver qué es lo que viene.
-¿Pero a usted le parece bien el objetivo de la reforma?
-De otros temas hablemos más adelante.
Luego de estas declaraciones, subió a su auto y se fue. Sin embargo, durante su charla abordó otro temas, como el desafió energético que enfrenta el país.
Foxley dijo que el tema energético es uno de los principales retos que debe enfrentar Chile para no caer en la llamada "trampa de los países de ingresos medios", naciones que estando cerca de alcanzar un grado superior de desarrollo, no logran hacerlo y terminan finalmente retrocediendo.
Dijo que es necesario hacer los esfuerzos "para que esta economía pueda seguir creciendo y para que en 2016 no tengamos nosotros, miembros de la clase media, que estar preocupados de a qué hora va a ser el corte de luz porque no hemos tenido la capacidad de construir un acuerdo amplio que nos permita con coraje hacer lo que hay que hacer".
Acto seguido, dio un ejemplo "que puede ser impopular ante algunas opiniones: Es obvio que este país tiene que aprovechar sus recursos hídricos para generar electricidad. Tenemos la cordillera y no hemos sabido resolver ese problema. Hoy cualquier grupo de interés particular en una localidad, algunos muy legítimos, está judicializando estos procesos y frenando el desarrollo indispensable para acompañar el crecimiento de la economía. Ahí hay que hacer un esfuerzo grande con las comunidades y las minorías étnicas para que se sientan parte de la solución, como lo han hecho en países como Suiza".
Entre otros cambios, esa reforma que se demoró 3 meses en ser tramitada, aumentó el impuesto de primera categoría (empresas) desde 10% a 15% de las utilidades retiradas y subió el IVA desde 16% a 18%.
También se eliminó la renta presunta de empresas agrícolas, mineras y de transporte terrestre de mayor tamaño y se aumentó el umbral para definir a las empresas de mayor tamaño que debían tributar sobre su renta efectiva.
Además se introdujo un esquema de beneficios tributarios a las donaciones de empresas para fines artísticos y culturales.
La reforma permitió el aumento de la recaudación del impuesto a la renta desde un 2,6% en 1990 a un 4,1% del PIB en 1991 y 1992. Además, también permitió recaudar 2 puntos adicionales del PIB como efecto del cierre de vacíos legales y el mayor esfuerzo por parte del Servicio de Impuestos Internos por combatir la evasión, en particular del IVA.
