Economía
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El avance de shale gas a Chile

Aunque su desembarco a nuestro país todavía se ve lejano, existe gran interés por seguir los pasos de este hidrocarburo, que se visualiza como la gran alternativa energética del futuro si Estados Unidos, su gran propulsor, es capaz de explotarlo comercialmente y enviarlo masivamente al resto del mundo a precios competitivos.

por:  Bernardita Castillo, La Segunda
jueves, 27 de marzo de 2014

Una nueva agenda energética que concite consensos amplios y que permita contar con un suministro necesario y competitivo son algunos de los objetivos prioritarios delineados por el nuevo ministro de Energía,  Máximo Pacheco, desde que asumió una cartera considerada estratégica para el desarrollo económico y social. La tarea no se visualiza fácil, si se cotempla que en los últimos años ningún proyecto de envergadura ha podido ver la luz y que cada vez más el carbón se apodera de la matriz energética.

Tal y como están las cosas hoy y mientras se define qué pasará con los megaproyectos de generación pendientes, las instalaciones termoeléctricas se visualizan como el camino a seguir en lo inmediato para enfrentar los problemas de suministro que amenazan la productividad del país. En Chile existen tres tipos de generaciones termoeléctricas: la diésel, que es la más cara y contaminante; el carbón, que es contaminante, pero abundante y barato, y el gas, que es el menos contaminante, pero cuesta cerca de 30% más que el carbón.

El gas natural gana presencia y terreno en las matrices energéticas a nivel mundial y un nuevo actor está tomando fuerza como alternativa: el gas no convencional, principalmente el shale gas, que se extrae mediante una perforación de la roca de esquisto y la fractura hidráulica (fracking). Con ello aumenta la permeabilidad de la roca mediante la presión de fluidos, lo cual permite que el gas natural salga hacia la superficie.

Estados Unidos lidera la explotación del shale gas –o gas de esquisto– y la generación de la tecnología necesaria para su potencial desarrollo. Tal es la expectativa en torno a este hidrocarburo que se  estima que ese país deje de ser un importador neto de petróleo y carbón y logre autoabastecerse, superando así sus necesidades energéticas. Se espera, incluso, que una parte menor de su producción –cerca del 10%– pueda ser exportada, liderando esta nueva industria.

Pero si se consideran las reservas, Estados Unidos no es el único país con potencial para convertirse en un actor relevante. Según un estudio de la Energy Information Administration (EIA) de 2011, también disponen de reservas grandes en términos absolutos (más de 300 trillones de pies cúbicos) Australia, Argentina, Sudáfrica y Canadá, países que podrían desarrollar una industria comercial. China posee las mayores reservas mundiales, pero la EIA considera que una eventual explotación de este recurso por parte del gigante asiático sólo les permitiría reducir sus importaciones y no exportarlo. Chile no está fuera de esta liga.

El mismo organismo nos sitúa en un segundo grupo de países cuyas reservas de shale gas –mayoritariamente en la Región de Magallanes– son grandes respecto de su consumo anual y a sus reservas de gas convencional, a pesar de no tener grandes reservas en términos absolutos, junto a Marruecos, India y Pakistán.

En el rubro energético nacional esta opción no ha pasado desapercibida. Ya el año pasado una importante delegación de empresarios ligados a Endesa, Colbún y otras generadoras, visitó el estado de Pensilvania para conocer más de cerca los avances en el área y las instalaciones de Marcellus Shale junto a la Cámara Chileno Nortamericana de Comercio (AmCham).

¿Alternativa más competitiva?

Actualmente, cerca del 75% de la energía primaria de Chile es importada, lo que condiciona las alternativas de generación. De ahí, dicen los expertos, que cualquier desarrollo deba considerar una tecnología
donde se conjuguen precios de generación bajos y posibilidades reales de instalación de proyectos.

Aunque no se descarta que la exportación de shale gas por parte de Estados Unidos pueda convertirse en una alternativa real para la generación termoeléctrica nacional, Hugh Rudnick, académico e investigador  de la Universidad Católica y experto en temas eléctricos, pone paños fríos a esta posibilidad en el corto plazo: “Es un gas barato en Estados Unidos, pero con todos los procesos de licuefacción, transporte y regasificación, acá en Chile llega a precios muy altos y no se ve que sean menores que los precios a los que hemos estado acostumbrados”.

En ese sentido, estima que los precios podrían rondar los US$ 10-US$ 11 por millón de BTU, que es un valor relativamente alto, aunque más  barato que el diésel. Esta mirada es compartida por Susana Jiménez, economista senior de Libertad y Desarrollo, entidad que realizó uno de los pocos estudios conocidos en la materia. La investigadora sostiene que el shale gas no es un commodity cuyos precios se definan bajo el concepto de oferta-demanda. “Lo que nos debiera importar son las posibilidades de acceso al gas de Estados Unidos, pero eso depende de la coyuntura. Japón, que ha cerrado buena parte de sus centrales nucleares, se convirtió en un gran demandante de gas, y por lo tanto, ese solo efecto genera un aumento en la demanda que ha mantenido los precios altísimos. Si en el futuro eso se va a revertir, depende de cómo reacciona la demanda mundial y cuáles son las alternativas de desarrollo”, explica.

Para René Muga, vicepresidente ejecutivo de Generadoras de Chile, una de las dudas a despejar es cuánta de su producción EE.UU. estará dispuesto a exportar y el impacto que tendrá el shale gas en el precio de otros combustibles fósiles. “Estados Unidos era un importador neto de combustibles y ese mercado va a dejar de ser un gran consumidor, especialmente de petróleo y carbón. Probablemente los mercados que exportaban a Estados Unidos tendrán que buscar otros mercados para colocar sus combustibles fósiles. Eso va a significar que tengamos una presión hacia la baja, particularmente en el carbón”, destaca.

A su juicio, para que esta alternativa tome fuerza todavía falta resolver aspectos técnicos, como la capacidad de los terminales gaseros norteamericanos de licuar y no sólo de regasificar, proceso que estima tardará todavía por lo menos unos cuatro años. “El gobierno de Estados Unidos determinó que el shale gas será un producto estratégico, por lo que deberán obtener una licencia para exportar. Además, se ha establecido que los países de destino deben tener algún vínculo con Estados Unidos, como un TLC”, advierte.

Los expertos también apuntan como desventaja para su pronto desembarco en Chile a lo menos competitiva que es esta opción. “Esto es un second best, no es la solución óptima desde el punto de vista del costo económico, porque el gas sigue siendo cerca de 25% más caro que el carbón, por lo que es una solución para remediar la estrechez eléctrica que tenemos en este período y que puede prolongarse”, advierte Jiménez.


Rudnick, uno de los autores del estudio “La revolución del shale gas”, considera razonable que el gobierno considere en su proyecto fomentar el gas en la matriz, aunque a su juicio ello no necesariamente justifica la construcción de nuevas centrales. Muga agrega otra duda: “Hoy es arriesgado decir que dado que Chile tiene un TLC con Estados Unidos vamos a recibir gas en condiciones mucho más baratas que lo que lo hacen otros países porque eso va a depender de muchos factores”. Entre ellos menciona la cantidad exportada, el que se haga de manera administrada y no libre, y qué prioridad tendrán los países con acuerdo comercial.

A pesar de ello, reconoce que el interés de la industria local existe. “Hoy las empresas están interesadas, están haciendo contactos, conociendo mejor el mercado norteamericano, y evaluando si es posible o no considerarlos como un abastecedor de gas para el futuro y de largo plazo”, detalla.

Prospecciones locales

En concreto, en Chile ya existen dos iniciativas avanzadas para obtener gas no convencional. Uno de ellos es la posibilidad de importarlo en forma de GNL desde Estados Unidos a la Octava Región. El proyecto “Octopus”, liderado por Australis Power, busca abastecer una central eléctrica y a los segmentos industrial, residencial y comercial de la zona.

Enap también ha realizado una fuerte inversión para iniciar la exploración de 32 pozos de gas natural en yacimientos no convencionales en Magallanes, con el fin de asegurar el suministro de gas en la región. Para este 2014 la empresa considera desembolsar US$ 120 millones en explorar y perforar los yacimientos no convencionales que existen y en capacitar a sus profesionales en dichos yacimientos. Claro que este desarrollo corresponde al denominado tight gas, que está a profundidades menores y no es tan caro de explotar. “Estos yacimientos se caracterizan por ser paquetes arenosos de baja permeabilidad. Las nuevas tecnologías han permitido, a través de operaciones de estimulación en los pozos, aumentar, artificialmente su permeabilidad.

De ser exitosa la campaña exploratoria de Enap podríamos contar con un suministro más estable de gas en la Región de Magallanes”, aseguran en el Ministerio de Energía. Optimista también están en la  Asociación de Distribuidores de Gas Natural (AGN), que agrupa a empresas como Metrogas y Gasco Magallanes, quienes destacan que el sector está experimentando un nuevo auge desde que comenzó la operación comercial de los terminales de regasificación de GNL de Quintero (2009) y de Mejillones (2010).

“Hoy el terminal de GNL de Quintero está aportando más gas del que llegó de Argentina en su período peak y todo indica que esta tendencia va a continuar”, dice Carlos Cortés, director ejecutivo de la entidad, quien comenta que el descubrimiento de nuevas reservas de shale gas en EE.UU. ha despertado el interés de todos los actores de la industria energética local, incluidos los distribuidores de gas natural, los que están observando atentamente el desarrollo de las tendencias y posibilidades de acceder al recurso en forma competitiva.

El cuestionamiento ambiental

El uso del gas tiene como ventaja emitir 40% menos de dióxido de carbono que el carbón y 20% menos que el petróleo por cada unidad de energía usada. Sin embargo, el shale gas ha sido cuestionado, entre otros factores, por la contaminación de las aguas, la posibilidad de provocar temblores debido a la fractura de las rocas –lo que ha llevado a países europeos a prohibir su explotación– y las emisiones que genera.

Sus opositores apuntan a la contaminación hídrica derivada de los fluidos usados en la fractura hidráulica, que contienen químicos para convertir el agua en gel y que podrían contaminar las napas subterráneas, entre otras consecuencias. Otro argumento es que gran parte del agua desechada en el proceso está contaminada y los ambientalistas ponen en duda su tratamiento.

Como riesgo adicional estarían las emisiones de metano durante la instalación de los pozos de extracción. Este es considerado cuatro veces más potente como gas de efecto invernadero que el dióxido de carbono.

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