"De diez locales a los que entraba, en nueve me cerraban la puerta, y esa única persona que me recibía, la mayoría de las veces no me ponía atención. Una vez me recibió una señora y mientras le explicaba de que se trataba el producto, ella sólo miraba la televisión", cuenta Claudio Venegas, gerente general de Tragos sin Alcohol , una empresa que hace casi tres años tuvo un difícil comienzo... Tanto, que en 2011 estuvo a punto de quebrar.

"Después de que entró en vigencia la Ley de Tolerancia Cero, en marzo del año pasado, las ventas de bares y restaurantes bajaron un montón. Fue ahí cuando este negocio creció. A pocos días de que comenzara a regir la nueva norma, la recepción de nuestro local se repletó de dueños de bares que ahora sí querían comprar nuestros tragos. Muchos de ellos eran los que en su minuto me habían cerrado la puerta en la cara", recuerda Venegas.

Así, las ventas empezaron a subir. Al mes de haber entrado en vigencia la ley, ya habían aumentado 500%: desde $5 millones a $25 millones. La meta es vender un contenedor al mes, lo que se traduce en $80 millones. Hoy tardan cerca de tres meses en hacerlo.

Antes de la ley, recuerda Venegas, hubo meses en que no vendían más $60 mil y "teníamos que mantener una oficina, pagarle sueldo a una secretaria y sustentarnos nosotros, que estábamos dedicados 100% a esto".

Un duro comienzo

La idea de vender estas bebidas nació en noviembre de 2010, cuando Venegas conoció a un chileno que había vivido mucho tiempo en Europa y que en uno de sus viajes trajo un vino sin alcohol, muy popular en España.

Analizaron el negocio y decidieron importar un contenedor para empezar... El producto no gustó, y se vendió tan lento que la mitad del pedido se fue a la basura, porque se venció antes de que alguien se lo comprara.

Su socio era el nexo entre Venegas y Espadafor -la empresa española productora de las bebidas-, pero luego del episodio de los vinos la relación se debilitó y terminaron por seguir caminos separados. Venegas quiso mantener el negocio, y para lograrlo se puso en contacto directo con Espadafor y selló un nuevo trato por su cuenta.

A pesar del mal sabor que le dejó la experiencia del vino, estaba convencido de que aún había productos que se podían comercializar bien en Chile. Caipirinha, mojito, margarita, piña colada, daiquiri, ron, whisky, esencias y espumantes, que son las variedades que produce la empresa . De hecho, hoy tiene un pacto de exclusividad con la empresa para ser el único importador en Chile.

La "magia" de la TV

Cuando estuvo a punto de quebrar debido a las malas ventas a fines de 2011, recibió un inesperado golpe de suerte. "Nos invitaron para hablar del producto a un programa de salud del canal de TV Mega, ya que al no tener alcohol puede ser consumido por embarazadas e hipertensos. Obviamente también por conductores de vehículos. La gente del casino Monticello nos vio y se acercó porque necesitaban vender bebidas sin alcohol, ya que su negocio está en plena carretera... Ese fue nuestro primer gran cliente", revela.

"Con Monticello como comprador, fuimos a Enjoy a contarles que el otro casino nos había comprado, y también se interesaron", agrega el emprendedor. Así empezaron a tener más clientes grandes.

Prefieren no vender en supermercados

Venegas es contrario a la idea de que este tipo de bebidas se comercialicen en los supermercados. "Estos productos hay que prepararlos, y el común de la gente no haría eso, los tomaría solos, y así no les gustarían", agrega.

De todas formas, están por importar una línea de dos espumantes sin alcohol que podrían ser comercializados masivamente, la Llovereta y el White Grape, que no necesitan preparación.

También tiene puestas sus esperanzas en el pisco sour sin alcohol. Espadafor muchas veces hace tragos a pedido, y este nació luego de que importadores peruanos pidieron a la empresa que desarrollara un pisco sour libre de alcohol. Allá es un éxito, relata Venegas, y llegará a Chile en su próximo contenedor.