Economía
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Ignacio del Río, el empresario que convive con los mapuches en la zona caliente de Vilcún: "Hay que escucharlos"

Principal productor de berries de Chile dice que el conflicto no es con los mapuches sino con grupos que están "usando la causa como vector para sembrar el terror". "Todos los gobiernos han fallado en su enfoque, partiendo por la promulgación de la Ley Indígena"., sostiene.  

por:  Bernardita Serrano B./La Segunda
viernes, 11 de enero de 2013

San José Farms es una de las empresas que más empleo da en la Región de La Araucanía. Ahora que están en plena cosecha de arándanos, tienen a más de cuatro mil personas trabajando, y muchos de ellos son mapuches.

Ignacio del Río (56), su dueño, lleva 21 años instalado en la zona con campos en Vilcún, Gorbea y Angol, y hoy es el mayor productor de arándanos de Chile con unas 4 mil toneladas estimadas para este año, que envía principalmente a Europa y Asia.

Con tantos años en la zona, Del Río, quien además es director de Dersa -holding familiar que tiene participación accionaria en Falabella-, tiene una opinión formada sobre lo que ha sucedido por años en La Araucanía, las necesidades de las comunidades, y es crítico de las políticas públicas que se han implementado hasta ahora.

Pese a que dice que siempre se "corre" de las entrevistas y prefiere cultivar un bajo perfil, asegura que a la luz de lo que ha estado pasando en las últimas semanas "es el momento de dar una opinión, para tratar de ayudar a resolver esto".

"Llegué hace más de 20 años a desarrollar este emprendimiento junto a mi mujer e hijos. La región no ha estado siempre en este estado de conflicto", explica.

Y agrega: "Nuestra experiencia a través de todos estos años ha sido excelente. No significa que no hemos tenido dificultades y tropiezos, pero todos propios del desarrollo del negocio. El apoyo de nuestros trabajadores siempre ha sido el mejor".

Sus campos e instalaciones nunca han sufrido por actos violentos, pero los dardos han caído cerca. Uno de sus campos, el de Vilcún, está "bastante cerca" del campo de la familia Luchsinger MacKay. Es más, conocía bien a Werner Luchsinger, porque ambos coincidían como socios en el Club Aéreo de Temuco.

-¿Alguna vez se ha sentido amenazado por algún grupo?

-Jamás, y lo digo muy sinceramente.

-¿Qué cree que ha influido para que eso no suceda?

-No es que uno tenga buenas relaciones con los mapuches. Los mapuches tienen buenas relaciones con todo el mundo. El tema es que están siendo utilizados para justificar una causa. El pueblo mapuche es un pueblo muy bueno, muy valioso, y que tiene una cultura muy rica.

-El conflicto con las comunidades mapuches lleva años sin solución. ¿Lo ocurrido debiera marcar un punto de inflexión en la forma de manejarlo?

-Lamentablemente, en nuestro país los temas comienzan a ser tomados en serio cuando escalan a ciertos niveles de conflicto y efervescencia.

El tema mapuche tiene que ser resuelto en forma adecuada. En mi opinión, todos los gobiernos han fallado en su enfoque, partiendo por la promulgación de la Ley Indígena, que no hace más que tratar a la etnia mapuche como un pueblo que no puede hacer libre uso de sus bienes. Sus tierras no pueden ser dadas en garantía para créditos ni arrendadas. Son tratados como interdictos e incapaces de elegir su destino.

Lo poco que he aprendido de ellos se puede resumir en que no quieren asistencialismo ni regalos. Tampoco quieren fórmulas ideadas por algún «experto» detrás de un escritorio en Santiago. Ellos tienen sus propias propuestas y lo que necesitan son herramientas para desarrollarlas, y éstas son en primer término educación, capacitación y financiamiento.

El mapuche es un pueblo muy arraigado a su tierra y a su familia, y tiene súper claro que necesitan interactuar con el medio -gobierno, empresas privadas, comercio- para salir adelante y desarrollarse.

Percibo que la prioridad es escucharlos y conocer sus inquietudes. No es un tema fácil, ya que por su estructura jerárquica no es simple ver quién es el representante. Están agrupados en comunidades y no existe un líder único entre ellos.

-Usted habla de lo que no quieren. ¿Es posible darles lo que quieren?

-Yo he trabajado harto con ellos. Me he acercado mucho a una comunidad que se llama Rehue, que es de Cholchol, que tienen muchos emprendimientos. Se les ocurren las ideas y te las vienen a proponer. Piden ayuda técnica y un poco de financiamiento, pero les gusta que las cosas salgan de ellos.

Los más radicales quieren un estado mapuche independiente. Cuántos son esos, no sé. Pero se percibe que no son muchos, pero meten mucho ruido y son los más violentos. Hay otros que quieren recuperar sus tierras.

Al final, terminan en la miseria como están hoy. El pueblo mapuche es pobre y sin educación. Hay que apuntar a eso, a capacitarlos, a enseñarles, y a preguntarles qué quieren.

-¿Ha faltado voluntad política en la búsqueda de la solución?

-Absolutamente. Cuando un hijo tiene un problema, lo primero que se hace es preguntarle cuál es. No empiezas a suponer cuál es y a darle cosas efectivistas. Yo converso mucho con ellos y uno se da cuenta de que es gente con un orgullo extraordinario de ser mapuche. Son arraigados a la tierra y su familia. Eso hay que entenderlo. Yo lo he ido entendiendo de a poco.

-En la zona siempre ha habido cierta tensión. ¿Siente que los últimos años se ha recrudecido el conflicto?

-El conflicto actual no es con los mapuches. El conflicto es con los terroristas que están usando la causa mapuche como vector para sembrar el terror y la anarquía en nuestra región. Los mapuches están siendo utilizados. Son tan víctimas como todos los no mapuches de la región.

-¿Cuál es, bajo su mirada, la principal consecuencia de todo lo que está pasando?

-El daño económico que se le ha producido a la región es evidente. Las empresas forestales hace rato que no invierten aquí. Dudo mucho que alguien quiera iniciar un proyecto en una región que parece campo de batalla. Me apena mucho todo esto, por las víctimas, sean estos huincas o mapuches, ya que todos son instrumentos de esta cúpula oculta que es el terrorismo selectivo y cobarde.

-¿Qué tan complicado es funcionar en la zona?

-Que no exista estado de derecho que te proteja de asaltos es terrible. Las inversiones se espantan. Lo primero es restablecer el orden público y paralelamente meterse a trabajar a firme con los mapuches para lograr una solución final. El tema es tener la voluntad de hacer.

-¿Percibe esa voluntad hoy?

-Esas voluntades duran re poco. Cuando se termina el olor a humo de los incendios, las voluntades se apagan.

-¿Los empresarios tienen miedo de lo que pueda pasar?

-La preocupación era regional. Una triste consecuencia de todo lo ocurrido últimamente es que el problema es ahora nacional.

No existen fuerzas especiales ni policía suficiente para darles seguridad a los propietarios de medianas y pequeñas propiedades de que no les ocurrirá nada. El terrorismo va ganando lejos. Hoy existe temor, más bien terror, que es precisamente lo que quieren lograr quienes manejan la estrategia.

Hay que atacar el problema de fondo, que es integrar al pueblo mapuche a la actividad económica de la región y del país.

-Considerando la situación y los riesgos, ¿ha pensado en mover la inversión a otro lugar?

-No. Amo la región y su gente. Es parte de mi país y es el lugar que elegí para vivir, al igual que muchos otros chilenos, mapuches, suizos, franceses o españoles.

-Se habla de los problemas. Pero, ¿estar instalado en la zona tiene algún beneficio?

-Los beneficios son enormes, no del punto de vista económico tal vez, sino del punto de vista de crecimiento y de darse cuenta de las necesidades de la zona. Falta mucho capital humano, profesional y emprendedor.

Está claro que la fuente de la pobreza radica en la falta de educación. Por ello, con mi mujer y mis hijos quisimos empezar a contribuir tomando la administración en 2006 de una pequeña escuelita rural que es 100% mapuche, en el sector de Cunco Chico.

Ahora estamos centrados en un proyecto más ambicioso: fundar antes de dos años un liceo rural, cuyo objetivo será formar alumnos que salgan con una clara visión de cómo es el mundo, fomentarles su espíritu emprendedor, asesorándolos en la construcción de sus propios proyectos, y por qué no, darles financiamiento tipo capital semilla a aquellos que sean más viables. Estamos trabajando en ello junto con un grupo de profesionales. Es una mínima contribución para tratar de solucionar el problema de fondo. Soy un convencido de que el problema es la educación.

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