Economía
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Valparaíso, donde la pobreza no cede, alberga a un tercio de las familias que viven en campamentos

Vivienda entregó $110 millones para hacer un estudio topográfico en el cerro que ocupa el campamento Manuel Bustos, para regularizar la situación de las más de 900 familias que viven ahí. El delegado presidencial, Felipe Kast, dice que este año entregarán más de mil subsidios habitacionales para quienes viven en las tomas de la región.  

por:  Benjamín PirizLa Segunda
sábado, 28 de julio de 2012
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En la Región de Valparaíso, la pobreza tiene cara de campamento.

La última encuesta Casen reveló que ahí, a diferencia del promedio nacional, el porcentaje de pobres en vez de bajar, aumentó. Pasó de 15,1% a 16,9%, casi dos puntos, entre 2009 y 2011. La cifra puso a esta zona del país de nuevo en la mira, y dejó al descubierto otra realidad, igual de cruda: es la región que concentra más campamentos del país.

Según el Ministerio de Vivienda, de 657 campamentos que hay en Chile, 146 están en esta región, un 22% del total o casi uno de cada cinco. De ellos, 43 están en Viña del Mar y 57 en Valparaíso. Son también las ciudades que más campamentos tienen.

Otra forma de medirlo: De las 27 mil familias que viven en campamentos en el país, cerca de 7.500 estarían en esta región, casi una de cada tres.

La organización Un Techo Para Chile tiene unos datos algo distintos. Cifra los campamentos en más de 190, con más de 11 mil familias, por lo que según el director regional del Techo, Felipe Clark, uno de cada tres campamentos del país está en esta región.

Como sea, la conclusión es la misma: La Región de Valparaíso es la que más campamentos tiene en Chile, y los más grandes también, como el emblemático Manuel Bustos, que existe hace décadas, que ocupa un cerro completo en la zona de Achupallas de Viña del Mar y que según el Minvu reúne a cerca de 950 familias.

Los análisis también concuerdan en que en estos lugares las necesidades van más allá de los ingresos: elementos básicos, como el agua o el alcantarillado, escasean o no existen; algunos deben "robar" electricidad para tener luz; no hay caminos pavimentados, y la mayoría están instalados en los cerros o cerca de las quebradas de Viña y Valparaíso, zonas consideradas de "riesgo".

"En la región, no hay donde crecer, por lo que estos espacios que no se utilizan quedan disponibles para las familias de campamentos", señala el delegado presidencial para los campamentos, Felipe Kast.

El alcalde de Valparaíso, Jorge Castro, concuerda en que "la gente comenzó a irse a las zonas altas de Valparaíso ya que ahí no había quien vendiera, por lo que existía la osadía de tomarlo y esperar a que llegaran los servicios y los conecten".

De hecho, según el edil, hay varios campamentos que todavía no tienen acceso a alcantarillado y agua potable, por lo que les envían camiones aljibe para suplir esa necesidad.

Es el caso de El Vergel, que ya tiene más de 40 años, o Mesana y Manuel Rodríguez en el cerro Mariposa, o Las Torres, Sor Teresa y Pampa Ilusión, al final del cerro Rocuán.

"Cuando llueve nos podemos quedar sin agua hasta por 3 semanas"

María Inés Verdejo es dirigente del comité El Manantial, uno de los 19 que están en el campamento Manuel Bustos, cuyos terrenos pertenecen al Serviu. Ella representa a 42 familias, tiene tres hijos y es madre soltera desde hace siete años.

Hace doce años que vive allí, y actualmente cuenta con $170 mil al mes, en parte por el trabajo de mediodía que tiene en el programa de generación de empleo del Sence -limpieza en el sector- y un pequeño aporte de su ex marido. Añade que no puede buscar otro trabajo para completar el día porque la despedirían del programa.

Cuenta que dos veces por semana llega el camión aljibe que la Municipalidad de Viña dispuso con agua para el sector. En invierno es más complicado y a veces no llegan porque los empinados caminos de tierra para acceder al campamento colapsan.

La dirigente del comité de Las Américas, Valeska Berríos, dice que "cuando llueve no pueden subir y nos podemos quedar sin agua hasta por tres semanas".

La familia de Valeska, que lleva nueve años en Manuel Bustos, la componen además su marido y dos hijos, y viven con $250 mil. "Llegamos acá por la necesidad de tener donde vivir, no pudimos sacar subsidios porque era muy engorroso, cada vez más papeles, y quedabas en lista de espera. Y en arriendo podías gastar todo el sueldo".

Otro problema que sufren debido a la falta de alcantarillado es el colapso de los pozos sépticos, que construyen, muchas veces, con ayuda de organizaciones como Un Techo Para Chile.

Miriam Parra, dirigente de uno de los campamentos nuevos, "Los halcones de Chicureo", en el sector Alto Las Palmas -que se formó a fines del año pasado, se bautizó así en honor al fallecido animador Felipe Camiroaga y ya concentra a 166 familias- dice que uno de sus temores es que alguno de sus cuatro hijos caiga dentro de un pozo séptico.

Miriam dispone de $120 mil al mes: ella cuida a sus hijos y su marido tiene trabajos esporádicos en construcción.

La dirigenta admite que hoy están "robando" la electricidad, pero asegura que es porque la empresa eléctrica (Conafe) no quiere ayudarles a encontrar una solución. "Estamos dispuestos a pagar por lo que cada uno consume, pedimos hasta un medidor comunitario, lo que sea, y no quieren nada, dicen que no pueden porque estamos en una toma".

Muchos de ellos están ahí porque, según explican, no consiguieron subsidios habitacionales. Patricio Saavedra con su pareja, Penélope, son amigos de Miriam y cuentan que durante seis años hicieron trámites y no lograron nada, así que hoy ya están instalados. "De aquí no me saca nadie", afirma Patricio.

En uno de los campamentos emblemáticos de Valparaíso, El Vergel, la dirigente Carola Reyes -que lleva diez años allí- dice que "aunque suene feo, en el campamento no tienes que pagar una renta mensual, la casa es tuya, y hay gran comodidad y confianza con tus vecinos, todos se conocen con todos".

Su familia -ella, su marido y dos hijos- vive con casi $300 mil al mes, y tiene un TV con pantalla plana, un equipo de música y un Nintendo Wii. "Hemos logrado darnos unos gustos con mucho sacrificio, no podemos comprarnos algo al contado, así que siempre andamos encalillados", cuenta.

"Es un error pensar que el problema es sólo habitacional"

Algo que destacan las dirigentas de los campamentos es el apoyo que reciben de organizaciones; particularmente Un Techo para Chile, ya que les ayudan con materiales, capacitación, talleres y trabajo comunitario.

"Es importante estar con las familias. Empezamos a trabajar en planes de habilitación social en educación y trabajo, con reforzamientos escolares a niños en niveles básico y medio. También talleres de aprendizaje popular, en los que las familias enseñan oficios a sus pares, y desarrollo de infraestructura comunitaria, como estanques de agua, pozos sépticos, sedes", señala Felipe Clark.

Carola, de El Vergel, valora el aporte del Techo, ya que así "podemos llevar una vida más grata, con trabajos comunitarios, a los que postulamos. Se construyó una plaza, una biblioteca, una cancha. Yo fui a un curso de primeros auxilios a la Universidad Andrés Bello".

El Seremi de Desarrollo Social de la región, Tomás Ochoa, destaca esta forma más integral del apoyo a los campamentos. "Uno de los grandes errores es pensar que el problema es sólo habitacional. Es un tema social, lograr que funcionen como una comunidad, dejar instaladas las capacidades, que puedan vivir en un barrio, pagando agua y luz", dice.

"No queremos que nos regalen los terrenos"

Si hay algo que todos tienen en común es que nadie quiere irse de donde está. Quieren comprar sus terrenos y regularizar su situación, y obtener alcantarillado y agua potable.

"No queremos que nos regalen, tenemos que meternos la mano al bolsillo y dejar de comer prácticamente, pero por tener alcantarillado y agua potable, lo hago", asegura Verdejo.

Un primer paso es el estudio topográfico que se hará de todo el cerro que ocupa el campamento Manuel Bustos, gracias a $110 millones que el Minvu entregó a la Municipalidad de Viña del Mar y que buscará regularizar la situación de las más de 900 familias que viven ahí.

"Necesitamos demostrar a la institucionalidad que es factible transformarlo en un barrio. Con el estudio podemos ir al gobierno regional y así se puedan radicar ahí mismo, donde quieran quedarse", afirma Felipe Kast, quien espera que el estudio esté completo en noviembre.

La solución no es erradicar

Algo en lo que coinciden tanto quienes viven en los campamentos como las autoridades es que la solución no pasa por cambiarse de lugar, sino por lograr la urbanización y cubrir las necesidades básicas.

Kast explica que "tratamos que esa sea la solución, ya que cuando los erradicas, las familias venden o ceden sus viviendas a otras personas, por lo que no se cierra nunca el círculo".

De hecho, Kast calcula que entregarán este año más de 1.000 subsidios habitacionales para campamentos en la región -en comparación, Ochoa estima que cerca de 900 se entregaron entre 2006 y 2010-, y espera que sea en los mismos lugares, para ayudar a la radicación permanente y urbanizada, como lo que se está buscando en el Manuel Bustos.

En el caso del campamento El Vergel, Carola Reyes cuenta que hay una luz de "esperanza": la aprobación del nuevo plan regulador de Valparaíso (Premval) los incluyó dentro del límite urbano, por lo que ahora los dirigentes están en reuniones con distintas autoridades, como el Serviu, Esval y el ministerio de Bienes Nacionales para obtener alcantarillado y la pavimentación de la calle principal.

La situación en "Los Halcones de Chicureo" es más complicada, ya que los terrenos son privados y los allegados enfrentan una demanda judicial, por lo que están a la espera del juicio.

Pese a ello no pierden la esperanza. "Sabemos que los terrenos tienen dueño y queremos pagar, pero no altiro, podemos hacerlo de a poco", dice Miriam Parra.

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