"Bajo la marca de la ira" se llama el relato de la odisea de Rodrigo Fica y otros tres montañistas nacionales, que aún nadie puede repetir.
"El altímetro marca 2.250 metros.
Nos queda sólo un trámite, pero se transforma en otro infierno. Hay que bajar un trineo con lo necesario para dormir en la cueva: colchonetas, ollas, anafres, comida y los sacos. Preparar la pulka toma eternos minutos; los cierres se niegan a correr, las cintas no entran, la cuerda no corre; horror, espanto, dolor, dolor, dolor".
Así relata el montañista Rodrigo Fica (Narrador, 47 años), en el libro "Bajo la marca de la ira", la odisea de cruzar longitudinalmente por primera, y hasta ahora, única vez, el Campo de Hielo Sur. Hazaña que inició en octubre de 1998, y finalizó luego de 98 días, en enero de 1999, junto a otros tres deportistas: Pablo Besser (Navegante, en el libro), Mauricio Rojas (Poeta) y José Pedro Montt (Estoico).
A 10 años de su primera edición (que se agotó en 2005), el libro fue reeditado en formato digital (Editorial Edición Digital), disponible a la venta en Amazon, iTunes y Google Play.
Fueron 400 kilómetros a pie, sin ayuda externa, soportando feroces e interminables tormentas en una cueva de hielo, venciendo el frío, el viento y la nieve en la cuarta zona glacial más grande del planeta, con 13 mil kilómetros cuadrados, donde nada ni nadie puede habitar.
"Tengo que abrir un mosquetón, pero mis manos están dentro de unos congelados guantes. Imposible usarlos. Me meto el mosquetón en la boca para tratar de derretir la coraza de hielo que cubre la rosca de seguridad, pero el metal se me pega en la boca. Sin pensar, me lo tiro violentamente y sale con la piel de mis labios.
-¡Maldición!"
Hubo más de 25 intentos, en los últimos 50 años, de grupos de expedicionarios, de diversos países, por lograr este desafío, sin embargo, todos fallaron.
"La expedición que nosotros realizamos es un pequeño hito dentro del montañismo nacional e internacional, pues hasta ahora nadie lo ha vuelto a repetir", señala Rodrigo Fica.
"En la vida hay eventos irrepetibles y esta expedición fue uno de ellos. En la década de los 90 se produjeron hechos que hoy no podrían ocurrir, como que tuvimos el apoyo de la Armada de Chile y de varios auspiciadores", reflexiona.
-"La cuerda que baja hacia los abismos de la Pared Sur está anclada en sus dos extremos y no tiene la holgura necesaria para permitirnos bajar el equipo. Poeta rapelea por ella para intentar liberarla y permitirnos descolgar el trineo. Lo veo abajo maniobrando furioso, pero no tiene éxito. ¡No puede! Algo pasa, me hace gestos desesperados, me grita cosas, pero es imposible escucharlo en medio del vendaval.
¡Situación kafkiana! ¡Ahora estamos bloqueados en la cumbre!
¡Aquí nos vamos a morir! ¡Tenemos que huir!, luego, ¡ya! Coloco el descendedor en la pulka y junto con Estoico nos tiramos hacia abajo llevando con nosotros el trineo a tirones, hasta que se atasca veinte metros antes del final. Sigo sin él y llego adonde está Poeta, que me grita:
-¡El extremo de la cuerda está enterrado!
-¡Sácalo!
-¡No puedo!
-¡Sácalo!
Trata de nuevo, pero en verdad es imposible.
-¡Al diablo!
-¿Y dónde está Navegante?
¿Y dónde está la cueva? ¡No hay cueva! ¿Qué ha pasado? ¡Navegante se cayó! ¡Oh Dios mío!".
"Esta expedición ha resistido el paso del tiempo, porque la historia fue extraordinaria, porque nos puso en la liga mundial del montañismo y porque han pasado 15 años y hasta ahora no se ha logrado repetir", sostiene Fica.
-"No queda otra. Tendremos que hacer una cueva nosotros. Maldición. No soporto más los puñetazos de Shénu en mi cara. ¡Pero espera! Veo una cinta que apenas aparece en la nieve. La tiro y sale una mochila puesta a manera de tapa y detrás de ella... ¡la cueva! Sin pensarlo me tiro instintivamente por el hoyo que se abre detrás de la entrada. Resbalo un metro por una especie de tobogán inicial y noto inmediatamente la ausencia de Shénu. ¡La cueva! ¡Gracias al Cielo! Puedo respirar, inspiro, exhalo, sobrevivimos; pienso, luego existo. Sangre que circula, cuerpo que vive, estoy vivo, vivo, vivo...".