Los monarcas de los tres grandes circuitos tuerca del planeta prometen extender sus reinados por muchos años más.
Por un lado, la Fórmula Uno, el "Circo Máximo", con bólidos que alcanzan más de 300 kilómetros por hora. Por otro, el MotoGP, las vertiginosas carreras que demandan tanta rapidez como equilibrio sobre dos ruedas. Y también el Mundial de Rally, con esa mezcla única de navegación y velocidad.
Cada una conlleva un riesgo intrínseco y demandan tanto talento como presteza técnica y táctica. Y hoy, por si fuera poco, cuentan como carta de presentación a sendos campeones que son estrellas por derecho propio, y que van encaminados a los libros de historia.
Ni siquiera Michael Schumacher tuvo un impacto tan inmediato en la F1 como Lewis Hamilton. Apadrinado por Ron Dennis -el cerebro de McLaren- desde que era un niño prodigio del karting británico, llegó al "Circo Máximo" el 2007 como estrella y en su primer año quedó a un punto del título, sólo para ganarlo al año siguiente.
Sin embargo, entre líos con su equipo, polémicas con varios colegas como Fernando Alonso y su propia inmadurez, se estancó. "Me faltaba energía, motivación, casi era una depresión", declaró hace un tiempo, incapaz de emular su gran arranque pese a ser siempre competitivo.
Por eso, el año pasado tomó una decisión osada: dejó McLaren y apostó por Mercedes, una escudería nueva a la que ni "Schumi" había podido dar relevancia.
Pero un Lewis más maduro, aunque sin dejar de lado esa osadía que lo caracteriza, sí lo consiguió, a bordo de un monoposto tan dominante que sólo su coequipo, Nico Rosberg, era una amenaza. Y aunque la batalla con el alemán fue a mano a mano todo el año, su cierre de campaña no dejó dudas, ganando 6 de las 7 últimas carreras para levantar su segundo título. Ahora, recién con 29 años y eternos rivales como Alonso y Sebastian Vettel en períodos de cambio, el inglés tiene todo para aumentar esa cosecha.
Una cosa es quemar etapas, y otra muy distinta es lo que hizo Marc Márquez, quien en un lapso de apenas cuatro años pasó de ganar la categoría de los 125 cc (centímetros cúbicos) y los 250 cc para ahora ser el bicampeón más joven en la historia del MotoGP.
Si lo del 2013 ya había sido histórico, como el único motociclista que levantaba la corona en su temporada debut, lo de este año fue ridículo: ganó las diez primeras carreras e impuso el récord de triunfos en un año, con trece.
Autodefinido como "tan catalán como español", Marc es un imán de la prensa y la publicidad y reconoce que a veces le gustaría ser más maduro, algo lógico para un mocoso de apenas 21 años que tiene sobre la mesa una oferta de contrato vitalicio por parte de Honda.
Si bien es un error descartar como amenazas a sus compatriotas Jorge Lorenzo y Dani Pedrosa, o al eterno Valentino Rossi, la distancia con ellos parece cada vez mayor. De hecho, los especialistas apuntan que su gran rival aún no llega: el australiano Jack Miller, un prodigio que viene siguiendo sus pasos y llegará para desafiarlo el 2016.
El mundo del rally lo sabía. Cuando Sébastien Loeb comenzara el camino de retirada, el vacío sería grande. Por eso, el haber hallado a su sucesor tan rápido fue casi una bendición.
También francés y con el mismo nombre de pila, Sébastien Ogier coronó este año su segunda corona consecutiva demostrando, según propia confesión, "que lo del año pasado -cuando impuso una marca de ventaja en puntos- no fue un accidente".
Todo lo contrario. Acompañado por Julien Ingrassia, su eterno copiloto que lo escolta desde que ganó el Mundial de Rally Junior en 2008, se impuso en ocho de las trece fechas del calendario a bordo de un Volkswagen que, apenas dos años después de regresar al Mundial, no tiene contrapeso.
De hecho, con casi 31 años, el único rival de Ogier hoy por hoy parece ser la leyenda de Loeb, quien (como referencia) ganó el segundo de sus nueve títulos a mayor edad que él.
