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Mundial de Ajedrez en Sochi: Cómo la máquina de Carlsen doblegó a la de "Vishy"

El presidente de la Fundación Chilena de Ajedrez fue testigo de uno de los choques más espectaculares de todos los tiempos.

por:  La Segunda
miércoles, 26 de noviembre de 2014
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Por Daniel Yarur E., desde Sochi, Rusia.

Durante 17 días, el Centro Olímpico en Sochi, Rusia, fue el escenario de una gran fiesta. Una seguridad tremenda, con guardias por todos lados, no impidió que el ambiente para la definición del Título Mundial de Ajedrez fuera increíble.

El choque entre el campeón defensor, el noruego Magnus Carlsen -el "Niño Maravilla"- y el Gran Maestro indio Viswanathan Anand -"Vishy"- cumplió con todas las expectativas. Fue un duelo de estrategias, de resistencia y de paciencia. En general, mucho más parejo que el del año pasado, pero, a fin de cuentas, siempre con la sensación de que el tablero se inclinaba hacia el fenómeno escandinavo.

Así se notó desde el comienzo, cuando Carlsen arrolló en su primer turno jugando con las blancas, y aunque Anand fue mejorando, al final terminó cayendo el pasado domingo, en 11 de los 12 juegos pactados.

Si este lance marca el comienzo de una nueva era, hubo un momento puntual que no aparecerá en ningún libro de historia, pero que los que estuvimos presentes recordaremos. En la sexta partida, Carlsen, cometió un error garrafal -el único que pudimos apreciar en todo el match - y "Vishy" no lo aprovechó.

¿Por qué? Como el mismo lo reconoció, no estaba en sus cálculos que su oponente, esa máquina perfecta de estrategias y temple, pudiera fallar. "Un genio como Carlsen no puede cometer errores", fue su razonamiento equivocado.

De más está decir, todos quedamos en shock . El partido que define el presente y futuro del ajedrez, el deporte más cerebral de todos, pudiera definirse por una equivocación doble... un condoro , en buen chileno.

Para un testigo de este evento, lo que ocurrió ese día, el 15 de noviembre, es casi una enseñanza de vida. Al final, dos genios como Carlsen y Anand siguen siendo seres humanos, sujetos a los nervios y los errores de todos los demás, no como las supercomputadoras de hoy a prueba de cualquier yerro.

Mi amigo versus la máquina

Tengo el honor de llamar a Viswanathan Anand mi amigo. El 2009, como presidente de la Fundación Chilena de Ajedrez, lo invité a Chile, junto con su señora, y nos hemos ido encontrando en distintos rincones del mundo.

Tuve la fortuna de poder movilizarme por Sochi acompañando a su comitiva, alojándome en el mismo hotel y aprovechando su transporte privado, junto a otras cuatro personas muy cercanas a él.

Con el privilegio de ver el duelo desde la primera fila, y ser el único chileno presente aquí, puedo decir que a mi amigo tal vez le faltó ser más agresivo y arriesgar un poco más, pero tal vez eso no habría sido suficiente ante Carlsen.

El muchacho de 23 años que ha tomado el ajedrez por asalto es una máquina de precisión y es notable observar cómo su juego, pese a su corta edad, ha evolucionado.

Recuerdo que lo vi por primera vez en las Olimpíadas de Torino en 2006 -cuando tenía 15 años-, y ya era el tablero número uno de su país. Esa vez, observaba al equipo noruego en la sala de juego y pregunté quién era ese "rucio" que estaba jugando. Ahí me dijeron su nombre y el concepto que ya lo acompañaba: prodigio.

Si antes sacrificaba mucho y no calculaba tanto, hoy Carlsen es mucho más parecido al gran Anatoli Karpov, ya que va estrangulando a sus rivales, poco a poco.

Lo pude ver jugando ping-pong, como método de relajo, y siempre acompañado de su guardaespaldas; uno más del enorme séquito que lo acompaña a sol y sombra... padres, hermana, apoderado, amigos, analistas, cocinero y más de 15 periodistas cuyo único objetivo era él.

Pero Carlsen sigue siendo un muchacho relajado, tal como Anand, por lo que el ambiente en todo momento -aunque tenso frente a la gloria que tenían por delante-, no dejó de ser ameno.

La recompensa, hablando en términos monetarios, es elocuente sobre la trascendencia de esta disputa: el ganador se llevó el 60% de una bolsa de un millón de euros. El broche de oro fue que ayer Vladimir Putin, el Presidente ruso que trajo esta gran fiesta a su país, vino aquí a Sochi y los premió por la gran batalla de la que unos pocos privilegiados fuimos testigos.

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