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Marlene Flores, ultramaratonista a los 47 años: una historia de película

De niña corría tres horas para llegar al colegio en Maullín y hoy destaca en las pruebas extremas.  

por:  La Segunda
jueves, 16 de octubre de 2014
Marlene Flores

Foto la Segunda

Por Alejandro Pérez R. 

Marlene Flores cuenta que ya a los seis años se había dado cuenta de lo que quería en su vida: correr, correr y correr. "Vivía cerca de Maullín. Me iba al colegio corriendo, una hora y media de ida, otra hora y media de regreso, a veces con botas plásticas, a veces a pata pelada... Llegaba del colegio, almorzaba, después partía corriendo a buscar los animales a la montaña, y si me quedaba un tiempito, le pedía permiso a mi papá y salía a correr. Ahí me di cuenta de que podía correr el día entero sin cansarme, y que eso era lo que quería hacer".

Esa superresistencia Marlene la mantiene hasta hoy, cuando con 47 años sigue siendo la ultramaratonista más destacada del país. Habituada a competir -y a ganar- en las pruebas más exigentes de trail running (por senderos y montañas), será una de las animadoras en el debut en Chile de los 160 kilómetros del North Face Endurance Challenge.

Los cerca de 50 participantes en la distancia partirán mañana a las 6:00 horas desde el Parque Metropolitano, recorrerán la precordillera de Santiago (siete comunas), y se calcula que los ganadores llegarán a la meta en San Carlos de Apoquindo el sábado cerca de las 04:00. Es decir, 22 horas después de la largada.

"Es una competencia con un grado de dificultad increíble, y yo espero comenzar y terminar, ojalá en unas 25 horas. Ojalá esté nublado ese día y no haga mucho calor. A mí no me complican los cerros o a las rocas, pero sí le temo a la temperatura", cuenta Marlene, quien descubrió el trail running casi por casualidad.

"Yo empecé con maratones, e incluso me proyectaba a los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. Sin embargo, me descubrieron una hernia, y aunque seguí insistiendo, el cemento me liquidaba. Corría, me tenía que retirar, trataba de volver... Lo pasaba pésimo, hasta que en 2009 vi que estaba la Ultramaratón de Los Andes y me inscribí en los 80 kilómetros. Fue algo único. Escuchaba las vacas, los pájaros, me vinieron todos los recuerdos de cuando era cabra chica; me sentía libre como en el campo. Fue lo más hermoso que me podía ocurrir en mi vida".

De ahí no dejó más las ultramaratones de cerro, en las que literalmente se siente como en su casa. "Muchas veces me preguntan si no me da miedo correr de noche, sola por la montaña, cruzando ríos, con frío y nieve algunas veces. Para nada. Yo crecí así, esto está en mi naturaleza, en mis genes".

Las distancias en que compite habitualmente son 80 kilómetros (la máxima que existía en Chile) y 100 k en Argentina, "donde he ganado siempre". No obstante, ya el año pasado corrió 160 kilómetros, aunque no en competencia.

"Un amigo me invitó a un desafío solidario en Puerto Varas, para ayudar a una escuelita de campo en riesgo social. Fue una locura que hicimos para demostrarles a los niños que todos los sueños pueden hacerse realidad. Nos demoramos 27 horas", cuenta.

A fin de año Marlene se irá a vivir a Puerto Montt, pero eso no significa que vaya a abandonar las carreras: "Dicen que a medida que pasan los años el ser humano se pone más resistente, y yo he podido comprobar que es así. Hasta que Dios me dé salud voy a seguir en esto. Pensar en el retiro sería un insulto".

En su tierra, tiene trabajo asegurado en la salmonera Los Fiordos. "Aparte de ser entrenadora, viajo como embajadora de la empresa por las islas dando charlas motivacionales. Voy a lugares donde la gente vive en el mar, que no tienen más de una casita, para contarles mis experiencias de vida. Voy en avioneta, en lancha, para acá y para allá... Ese es mi mundo. Y además seguiré corriendo, pero como lo hacía antes. Bajo la lluvia, por el barro, si quiero a pata pelada. Más no puedo pedir".

Su experiencia más dura en una carrera


Dentro de todas las competencias extremas en que ha participado, la más dura fue una de 100 kilómetros el año pasado en Argentina, en que perdió las 10 uñas de los pies.

"Era en San Martín de Los Andes, con 10 grados bajo cero. Pasamos por un río, por escarcha, nieve, y terminé con una necrosis en los dedos. En cada pisada sentí que se me arrancaba el corazón. No puedo explicar el dolor. Pero terminé, y gané".

Luego de ser tratada en el hospital, pudo regresar a Chile: "Volví a Santiago en hawaianas, sin las 10 uñas y con la punta de los dedos negros".

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