Columna de Marco Antonio de la Parra.
Fred, de Brasil, cae luego de un contacto con Dejan Lovren, de Croacia, en una jugada marcada como penal.
Foto AP
Por Marco Antonio de la Parra
@marcodelaparra
Es la pena máxima y suele decidir partidos.
Es el fusilamiento del arquero a doce pasos y estresa al delantero como al portero.
Ayer Brasil partió sorprendido con la velocidad de Croacia mostrando además que es un equipo un poco Neymar Jr. dependiente.
El primer tanto del Mundial fue un autogol de Marcelo y su rostro perplejo dio la vuelta al mundo.
Empató Neymar Jr. con un gol de los suyos, de fuera del área y vino el penal.
Fred se dejó caer hacia atrás aparatosamente tras un contacto con un defensor croata.
El árbitro japonés cobró el penal inventado -el piscinazo de película- y Neymar Jr. convirtió la falta sin ni arrugarse, potente a un costado, el mismo que el arquero adivinó. Pero no había dedos que resistieran.
El penal incendió las redes sociales alegando el complot de la FIFA.
Algún croata dijo que mejor hacer las maletas e irse.
El penal olió no sólo a error sino que a amañado, arreglín, fraude.
No lo sé.
El japonés lo debe haber visto penal y no sé cuántos penales ve un árbitro japonés al año pero sospecho que los hábiles y habilidosos jugadores brasileños los deben buscar como lo que son, una joya y son profesionales en el asunto.
Fred pide gracias al cielo tras el cobro del penal, esa jugada que se convierte en cahuín, haya o no haya confabulación.
Por eso no me gustan los penales a no ser que sean claros y cantados.
Incluso no me gustan las definiciones a penales a no ser que el partido haya sido de un meta y ponga terrible.
Vio el tercer gol, el de Oscar, como para disimular que este es un Brasil que no tiene una miríada de jugadores estrellas como hemos visto tantos.
Aunque algunos de esas generaciones maravillosas no vieron ni una como la Sócrates.
Este Brasil es eficiente, cumplidor, pero deja espacios atrás.
Como es probable que, si jugamos bien, nos topemos con ellos en octavos de final, hay que tenerlos en cuenta. A ellos, que no son invencibles, y al teatro de área, el arte secreto del cobro del penal. Mejor ni tocarlos.