El DT concluyó que la única forma de que los jugadores reaccionaran, de cara al debut en la liguilla (hoy en Iquique), era con una decisión tan radical. No obstante, antes hubo otros hechos que le hicieron replantearse su continuidad.
El miércoles por la tarde, Universidad Católica retornó a los entrenamientos tras la derrota en la definición del Torneo de Apertura ante O’Higgins. Los jugadores intentaban dar vuelta la página y enfocarse en el debut en la liguilla, esta noche (22:00 horas) en Iquique, pero fue imposible. El ánimo estaba por el suelo, a tal punto que uno de los referentes del equipo, Milovan Mirosevic, reconocía que difícilmente alcanzarían a recuperarse y que para él era más importante pensar en ganar el próximo torneo que en clasificar a la Copa Libertadores.
Esta situación fue la que terminó gatillando la renuncia de Martín Lasarte a la banca estudiantil. Sorpresiva por el momento en que se produjo, pero en el último año hubo diferentes situaciones que hicieron replantearse la continuidad en el cargo, y la gota que rebasó el vaso fue darse cuenta de que no iba a poder levantar la moral del plantel.
El técnico, de hecho, había sido ratificado en el cargo hasta el término de su contrato, en junio, pero él mismo ya tenía prácticamente tomada la decisión de irse en caso de no ganar la liguilla. Y como se veía prácticamente imposible que así ocurriera ante la poca motivación de los jugadores tras perder el título, llegó a la conclusión de que la única forma de que reaccionaran era tomando una decisión tan radical como anunciar su partida.
Su renuncia, de hecho, tuvo efecto inmediato: los jugadores se mostraron absolutamente sorprendidos, y antes de embarcar rumbo a Iquique se pusieron como meta ganar la liguilla para dedicársela a él.
Es que en el plantel le tienen mucho cariño a Lasarte, lo consideran un caballero y una gran persona. Sin embargo, fuentes del equipo reconocen que desde mediados del pasado Torneo de Transición su capacidad como entrenador estaba puesta en tela de juicio por los mismos jugadores. Y no sólo la de él sino que la de todo su cuerpo técnico, salvo el preparador físico, Darío Sepúlveda, quien no formaba parte de su grupo de trabajo.
“Había partidos difíciles en que terminaban dirigiendo al equipo desde dentro de la cancha Alvarez o Mirosevic. Y en la final era Constanzo el que daba las instrucciones”, cuenta un conocedor de la interna del equipo.
Es más, algunos creen que si no fuera por malas decisiones técnicas la UC podría haber sido campeón sin necesidad de jugar una final.
Lasarte se dio cuenta de que estaba perdiendo credibilidad en el plantel; tuvo problemas con algunos jugadores, y eso también lo afectó.
Y por último, la relación con los hinchas: nunca lo quisieron; el equipo podía ganar seis partidos seguidos, pero si en el séptimo no jugaba bien, volvían las críticas e incluso en una oportunidad fue agredido a la salida de San Carlos. Este hecho llevó a que se cerrara el estacionamiento de jugadores y cuerpo técnico para que no ingresaran hinchas.
Así, pese al apoyo directivo, tras perder la final él se veía más fuera que dentro del club. Sólo bastaba algún hecho importante para que tomara la decisión de partir, y ése fue el no poder levantar a sus jugadores.
Ahora está por verse quién lo reemplazará; si llega un técnico antes del inicio del próximo torneo (5 de enero) o si asume en forma interina Andrés Romero hasta que a mitad de año quede libre la gran obsesión de los cruzados: Eduardo Berizzo.
