El volante de la Sub 20 -que hoy llegó al país- es pretendido por los albos, donde estuvo algunos meses cuando tenía ocho años. Su padre reveló además cómo convencerá a su hijo para que se quede en Chile.
Una de las figuras de la Sub 20 fue sin lugar a dudas el volante Christian Bravo (cuyo pase pertenece a Udinese de Italia), quien llegó desde Turquía convertido en uno de los valores más cotizados del elenco nacional y que esta semana podría incluso finiquitar su paso a Colo Colo si es que se logra un acuerdo con el club itálico, el cual requiere enviar a préstamo al joven valor.
El papá del volante, que lleva su mismo nombre, revela el consejo que le dará a su hijo: "Le dije que acá (Chile) tiene más vitrina, estará más cerca de la Selección adulta que iría al Mundial y quién sabe si necesitan un carrilero como él, pero para eso tiene que estar cerca. Llega bien evaluado del Mundial y tiene muchas posibilidades de jugar en Colo Colo si es que se da la opción".
Pero Bravo ya tiene un pasado albo y es su padre quien lo detalla, partiendo de aquellos polvorientos partidos que jugaba su hijo en la cancha del Club Unión Lira en la población Vicente Navarrete del paradero 1 de Santa Rosa.
"Una tarde como todas, estaba Christian jugando en la cancha del barrio y había un señor observando desde las rejas. Mi hijo, que tenía ocho años, me dice que ese señor le había pasado una tarjeta, que era de Colo Colo y que fuera a probarse. Fuimos y ese señor era un paramédico que además trabajaba en un club del barrio, así que yo lo ubicaba", cuenta el padre.
El profesor llegó al encuentro de ambos: " Queremos probarlo acá, su hijo es muy bueno y yo lo conozco de chico , me dijo el profesor. Se fue a entrenar con la Sub 10, que era la más chica que había en ese momento".
"¡Vámonos, papá!"
El señor Bravo continúa el relato: "Se fueron a una cancha donde apenas los veía. Al rato llega el profesor y me dice que tienen interés en que quede en el club, pero que por la edad no puede jugar hasta el año siguiente. Sin embargo, me dice lo que van a inscribir de todas maneras por si acaso".
El pequeño volante comenzó a ir todos los días con su padre al Monumental y al tercer mes le avisan que hay que inscribirlo: "Cuando llegué al estadio me enteré que habían cambiado al profesor -cuenta Bravo padre-; Me acerqué a hablar con el que había quedado a cargo de la serie de mi hijo y me dijo: Yo no hablo con los papás, con los puros niños, porque ellos tienen que aprender... Yo le dije que Christian tenía apenas ocho años y que no le iba a entender, pero él insistió en que no y que así sería de ahora en adelante, que me quedara claro".
El papá, luego de salir de su asombro, aceptó a regañadientes la nueva política, pero no contaba con lo que vino después:
"Ni el profe ni yo nos habíamos dado cuenta de que Christian estaba detrás mío escuchando todo, y me dice: ¡Vámonos, papá! . Yo le respondí que se fuera a cambiar de ropa para entrenar, pero me insistió: No, vámonos de acá, si te habla así a ti, ¿cómo me va a tratar a mí después? Nunca más volvió y el destino lo puso en la U a los meses después".