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La historia de la estrella de la "roja chica": Viaje a los orígenes de Bryan Rabello

La gran figura de la Rojita que está haciendo historia en el Sudamericano Juvenil de Argentina, derrotó a la pobreza en base a un enorme talento y la ayuda poco reconocida de varias personas que, hasta ahora, habían permanecido en el anonimato.  

por:  Ricardo Farías y Daniel Fernández
sábado, 19 de enero de 2013
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Con 18 años, Bryan Martín Rabello Mella es el presente y futuro del chileno.

Sindicado desde pequeño como una promesa de enorme talento, ya ha asegurado su futuro con un jugoso contrato en el Sevilla de España y es el líder dentro de la cancha de la Sub 20 de Mario Salas que está haciendo historia en el Sudamericano Juvenil de Argentina. Actuaciones que, para muchos, ya ameritan la atención de Jorge Sampaoli para la Roja adulta.

Sin embargo, como tantas estrellas, sus orígenes distaban mucho de este brillante momento. Orígenes que hablan de un entorno familiar complejo, de una infancia sin lujos y de sacrificios tanto propios como personales, de personajes hoy desconocidos pero sin los cuales el creador de la Rojita no estaría generando hoy el interés internacional.

Un fenómeno

Bryan Rabello nació un 16 de mayo de 1994, en un modesto departamento de la Población Claudio Arrau, en Rancagua. Hijo de Bryan Rabello padre y Rosa Mella, quienes declinaron participar en este reportaje, pero se declaran "obviamente orgullosos".

Desde pequeño, despuntaba con su talento y encandilaba con sus jugadas en cuanta cancha improvisada encontraba, sobre todo en la muticancha de cemento de su cuadra, en medio de un entorno complejo y en con el permanente fantasma de la delincuencia a su alrededor.

Complicaciones que el pequeño "Huaiqui" alejaba sencillamente jugando a la pelota, tanto en las clásicas 'pichangas de barrio' como en circunstancias poco comunes para un niño de 10 años: solía visitar el campamento de la mina El Teniente para jugar contra los adultos, a cambio de 3 mil pesos.

Los primeros testigos de este fenómeno en ascenso estuvieron en su colegio, la Escuela El Cobre D30, en la población Manso de Velasco.

"Es, sencillamente, el mejor jugador que yo he tenido", recuerda Luis García, el entrenador de la selección de fútbol del establecimiento, que logró reclutarlo el año 2003 luego de varios intentos fallidos, y porque varios de sus dirigidos le decían que había un niño prodigio al que tenía que incluir.

A la hora de definir al joven Rabello, García señala que, además de ser titular desde el primer día, "era espectacular, siempre dije que ese niño tiene hasta ojos debajo de los zapatos, tenía una enorme visión de campo tremenda y unos cambios de velocidad tremendos, que no cualquiera tiene a esa edad".

Sin embargo, recalca por sobre todo que "siempre fue un caballero, dentro y fuera del colegio, muy humilde en todas las circunstancias. Además, era un excelente alumno, inquieto como son los niños de esa edad, pero para nada indisciplinado".

Como ahora, Bryan jugaba de 10, pero siempre estaba dispuesto a jugar en cualquier posición que hiciera falta. Además, en algo no común para los niños talentosos, no rehuía el trabajo y siempre ayudaba a sus compañeros "menos dotados", entendiendo que él era superior.

Tres años estuvo en esa selección, que usaba una cancha de tierra a maltraer cercana al recinto y que, por lo general, debía ser limpiada cada mañana por los mismos jóvenes para sacar los restos de vidrio de botella que quedaban de la noche anterior.

Otro privilegiado que pudo observar a este 'crack' en ascenso fue su profesor de educación física, Renato Lobos, quien lo tuvo de 4° a 6° básico. Y sus comentarios van por la misma línea de García.

"Un muchacho muy dedicado, de promedio 7, sencillo y respetuoso. Era ejemplar porque, como aprendía rápido los ejercicios, le gustaba apoyar a sus compañeros. Era un líder silencioso, que daba el ejemplo con sus actos", señala con evidente emoción con el solo hecho de recordar a su ex alumno.

Era tal su habilidad, que no sólo destacaba en el fútbol, sino que en varios. Sobre todo en uno: "Yo creo que, si no hubiese sido futbolista, habría sido un gran 'receptor' de vóleibol. Levantaba muy bien la pelota y hacía jugar mucho a sus compañeros, una visión de juego que la replicaba en cada uno de los deportes que practicaba", recalca Lobos. Eso, además de un innata habilidad para los ramos artísticos.

El profe Horta

Tan bueno era el pequeño que, de hecho, un vecino decidió sencillamente llevarlo a la escuela oficial de Colo Colo afincada en la sexta región, que entrena en el complejo Patricio Mekis. Ahí, el técnico a cargo, Ricardo Horta, de inmediato notó que estaba en presencia de algo especial.

"Al primer contacto con el balón, demostró que tenía cualidades diferentes a las de un niño de su edad", recuerda el DT, descubridor, entre otros, de Ivo Basay y Aníbal "Tunga" González, y que fue para Rabello mucho más que un simple mentor futbolístico.

"Yo le decía que se cuidara de los amigos, que se cuidara del barrio, que debía detectar las malas intenciones de algunos que lo rodeaban. A fin de cuentas, obedecer ese tipo de influencias negativas es un problema que sucede hasta en los adultos", recuerda Horta.

En paralelo, esta verdadera "joyita" deslumbraba dentro de la cancha. Una vez, cuando perdían un partido en Santiago por la Copa Eterno Campeón (que enfrenta a todas las filiales de Colo Colo a lo largo del país) y el DT le pidió que le pusiera más empeño, le respondió que "tranquilo profe, yo me encargo"... terminarían ganando con tres goles suyos.

Serían actuaciones y visitas a la capital como esas las que fueron captando poco a poco la atención desde el Monumental sobre ese talento rancagüino al que su ciudad le empezaba a quedar chica.

"Yo le decía a don Lizardo Garrido, quien era mi jefe directo, que había que sacarlo de Rancagua, que a un chico de tanto talento había que llevarlo a Santiago", indica Horta, quien lo tenía que hacer jugar en dos divisiones mayores a las que le correspondían para que encontrara desafíos.

Garrido, la cabeza de todas las divisiones inferiores albas, recuerda como fue el primer contacto.

"Era un muchacho demasiado, demasiado diferente, con muchísimas condiciones. Me 'volvió loco', en el buen sentido, porque hacía 6 ó 7 goles sin problemas en cada partido... Una vez que lo vimos en persona, pensamos desde el comienzo que estábamos frente a un fenómeno. Una calidad que, a esa edad, sólo se ve en proyectos como lo fue Jorge Valdivia, por ejemplo", apunta el recordado "Chano", quien entendió de inmediato que el club tenía que amarrar a ese fenómeno, antes que algún otro equipo supiera de él.

"En cuanto a personalidad, era introvertido, muy calladito, costaba sacarle palabras o que se abriera contigo, pero en lo futbolístico era súper 'vivo', tenía súper claro que iba a llegar lejos porque para él era todo muy fácil. Si se enojaba con sus compañeros de cadetes porque no estaban a su mismo nivel. Incluso, lo hacíamos jugar en los entretiempos del primer equipo en el Monumental, para que el público en el estadio lo pudiera disfrutar", reconoce Garrido.

Doña Georgina

Un elemento clave en la historia y posterior evolución del jugador tiene poco que ver con lo estrictamente futbolístico, pero tiene nombre y apellido: Georgina Reyes.

El tema es que, talentoso y todo, Rabello casi no recala en Colo Colo. De hecho, fueron varios los intentos albos porque llegara a la capital, pero sencillamente no estaban los recursos económicos para el traslado.

Ahí, cuando ya iban varios intentos fallidos y se corría el riesgo de que su historia sólo fuera una más de esas que terminan en el baúl de los olvidos, doña Georgina, abuela de uno de los compañeros cadetes más cercanos a Bryan -Míchel Ramírez, hoy en la Sub 19 de Wanderers- lo tomó bajo su alero. Y sin más razón que la de apoyar al mejor amigo de su nieto al ver como sus oportunidades seguían pasando por su costado.

Así, doña Georgina iba a buscar todos los días a los dos pequeños al colegio, les daba almuerzo y los llevaba en bus hasta el Estadio Monumental, donde debían presentarse sin falta a las 4 de la tarde. Y luego de los entrenamientos, regresaban a Rancagua, generalmente a eso de las 10 de la noche.

Pero, lamentablemente, las buenas intenciones no significaban que el dinero que no había apareciera mágicamente. Ahí fue donde el apoyo generalizado de la comunidad llegó para dar una mano.

"Con mis hijos empezamos a trabajar, vendíamos papas fritas, empanadas, grabábamos CDs, y el resto de la población nos ayudaba, todo con tal de que tuviéramos el dinero para los pasajes y darles a ambos, a Bryan y a Míchel, lo que necesitaban", recuerda desde Valparaíso, donde se encuentra apoyando a su nieto, a quien sigue acompañando a donde sea que el fútbol le depare.

"No lo hacía para mí, sólo lo hacía por la amistad que tenía con Míchel y porque era la única persona dispuesta a ayudarlo para cumplir su sueño... Era un hijo más en la casa para nosotros, lo llevaba donde fuera, al médico, a Juan Pinto Durán", señala.

Incluso, doña Georgina fue, en compañía de un funcionario colocolino, a buscar la cama de Bryan a su casa para que se sintiera más cómodo en Santiago. De hecho, reconoce que el club popular también brindó muchísima ayuda.

"Una vez, cuando no había dinero, pedí un préstamo en el banco, pero cuando supieron que me estaba 'encalillando', me prestaron plata de la caja chica que tenían. En general todos le daban apoyo, el profe Lizardo (Garrido), el profe Hugo (González, otro técnico de las inferiores albas)", indica.

De hecho, Colo Colo le brindó alojamiento a Bryan y su madre "adoptiva" en dos lugares; primero en un departamento ubicado frente al Estadio Monumental y, luego, en otro en La Araucana. Y, más de una vez, eran los mismos entrenadores los que asumían el rol de choferes para que Rabello pudiera llegar a los entrenamientos.

Además, el presidente de Blanco y Negro de la época, Gabriel Ruiz-Tagle (hoy Subsecretario de Deportes) lo apadrinó cuando tenía 13 años.

Esa fue creando el panorama ideal para que el joven proyecto que deslumbraba en las canchas de tierra de Rancagua poco a poco fuera escalando las etapas hasta debutar por el equipo adulto, un 7 de octubre de 2009, sustituyendo a Charles Aránguiz en un duelo de Copa Chile ante Lota Schwager.

Una proyección, siendo sinceros, que no fue todo lo explosiva que se esperaba, pero a la que le bastaron sólo un Campeonato de Apertura brillante el año pasado para que el Sevilla lo fichara. El resto, como dicen, es historia.

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