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Gabriela Mistral, 70 años del único Nobel a una escritora latina

Un breve telegrama redactado en francés le comunicaba la noticia aquel 15 de noviembre de 1945 en Petrópolis, Brasil, donde cumplía funciones diplomáticas.

por:  dpa
lunes, 05 de octubre de 2015
Mistral

La poetisa Gabriela Mistral junto al Presidente Ibáñez y su esposa.


Foto El Mercurio

El solo anuncio de que era la ganadora del premio Nobel de Literatura la "aturdió" porque no lo esperaba, recordaría la poetisa chilena Gabriela Mistral, hasta ahora la única mujer latinoamericana en ser reconocida por la Academia Sueca con el máximo galardón hace ya 70 años.

Un breve telegrama redactado en francés le comunicaba la noticia aquel 15 de noviembre de 1945 en Petrópolis, Brasil, donde cumplía funciones diplomáticas.

"Caí de rodillas frente al crucifijo que siempre me acompaña y bañada en lágrimas oré: Jesucristo, haz merecedora de tan alto lauro a ésta, tu humilde hija!", le contaría poco después en una carta a una de sus amigas, la también poetisa Matilde Ladrón de Guevara.

Gabriela Mistral nació como Lucila Godoy Alcayaga el 7 de abril de 1889 en Vicuña, localidad enclavada en el Valle del Elqui, en el norte de Chile.

La futura poetisa aprendió a leer a muy temprana edad de la mano de Emelina, su única hermana por parte de padre, y a los 13 años comenzó ya a escribir sus primeros versos y a iniciar su formación como profesora. Se dice que el nombre que llevó hasta su muerte provenga tal vez de su admiración por los escritores Gabriel D’Annunzio y Federico Mistral.

Titulada de maestra, la escritora trabajó por algunos años en varios colegios del país. En uno de esos destinos llegó a Temuco, en el sur chileno, donde se produjo por primera vez el encuentro con el joven Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, conocido más tarde como Pablo Neruda, el gran poeta que dio posteriormente a Chile el segundo Nobel de Literatura, en 1971.

"Por ese tiempo llegó a Temuco una señora alta, con vestidos muy largos y zapatos de taco bajo. Era la nueva directora del liceo de niñas (...) Se llamaba Gabriela Mistral (...) La vi muy pocas veces. Lo bastante para que cada vez saliera con algunos libros que me regalaba", recordaría Neruda en su libro de memorias "Confieso que he Vivido".

Aunque jamás contrajo matrimonio ni tampoco dejó descendientes, la vida sentimental de Gabriela Mistral estuvo marcada por la angustia y el dolor del amor perdido. Tenía tan solo 20 años cuando su novio, el joven obrero ferroviario Romelio Ureta Carvajal, se suicidó. El hecho, del que le costó recuperarse, quedó plasmado en sus "Sonetos de la Muerte" (1909).

Más tarde vendrían otros amores y una etapa fecunda y creativa que la lleva a ganar en 1914 los Juegos Florales de Santiago, reconocimiento que le permite difundir sus trabajos en medios extranjeros e iniciar contactos con otros poetas como el nicaragense Rubén Darío, quien le publica algunos poemas en la revista "Elegancias de Paris".

Un papel importante jugó el crítico español Federico de Onis, quien, junto con dictar en Estados Unidos una serie de conferencias sobre la obra de la escritora en la Universidad de Columbia, consiguió que el Instituto de las Américas de Nueva York publicara en 1922 "Desolación", su primer libro.

Invitada a México a colaborar con la reforma educacional de ese país, inicia así una vida itinerante que la llevará a Estados Unidos y Europa, donde se relaciona con algunos de los intelectuales más importantes de la época como Giovanni Papini y Miguel de Unamuno, entre otros, además de ocupar cargos relevantes en representación de su país en España, Francia y Portugal.

En medio de su actividad literaria, la maestra no descuidó en sus escritos la firme defensa de los más pobres y, particularmente, los derechos de las mujeres.

"Instrúyase a la mujer; que no hay nada en ella que la haga ser colocada en un lugar más bajo que el del hombre", escribía en el ensayo "La instrucción de la Mujer"(1906).

Su candidatura al Nobel comenzó a plasmarse desde algunos años antes. Fue la escritora ecuatoriana Adelaida Velasco Galdós junto a conocidos intelectuales latinoamericanos los que promovieron su postulación. Hasta entonces, ya había publicado Desolación, Ternura (1924) y Tala (1938), y algunos pocos poemas suyos habían sido traducidos al sueco.

"Se me ocurrió escribir a Buenos Aires a Constancio C. Vigil, de cuyo aprecio para Gabriela tenía yo conocimiento, quien me contestó inmediatamente, entusiasmado. Luego conseguí otras adhesiones pero a la vez la principal resistencia, (venía) de la propia Gabriela, renuente a enviarme sus datos que le solicitaba...", reveló Velasco.

"Vivía días difíciles. Los más oscuros de su vida", según confesó el poeta Gustavo Barrera, quien prepara los homenajes a Gabriela por los 70 años del galardón.

Quizás su negativa estuvo atravesada por una nueva tragedia: la muerte en agosto de 1943 de José Miguel Godoy, un sobrino de 18 años al que llamaba Yin Yin, muchacho al que quería como al hijo que nunca tuvo. 

El joven se habría suicidado bebiendo arsénico por un amor no correspondido.

Dos años después de la dolorosa pérdida, un 15 de noviembre de 1945, recibió el telegrama de parte del entonces presidente de la Academia Sueca, Anders sterling, que confirmaba la obtención del premio.

Semanas después, el 10 de diciembre, el secretario de la Academia Sueca, Hjalmar Gullberg, en su discurso de entrega rendía un homenaje a "la rica literatura iberoamericana" en la persona de Gabriela Mistral, "la poetisa de ’Desolación’, que se ha convertido en la grande cantadora de la misericordia y la maternidad".

En su discurso de aceptación del galardón, la poetisa, entonces de 56 años, dijo representar a escritores y poetas latinoamericanos, además de las lenguas española y portuguesa.

"Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana América íbera para honrarla en uno de los muchos trabajos de su cultura. El espíritu universalista de Alfredo Nobel estaría contento de incluir en el radio de su obra protectora de la vida cultural al hemisferio sur del continente americano tan poco y tan mal conocido", subrayó.

Gabriela Mistral murió de un cáncer al páncreas en Nueva York el 10 de enero de 1957. Sus restos fueron trasladados a Chile y hoy yacen en el cementerio de Montegrande, en el valle del Elqui, donde siempre quiso descansar, según lo estipulo en su testamento.
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