La escena es sencilla. La trama es sencilla. Una mujer plancha, un hombre lee el diario. Conversaciones de matrimonio viejo, que huele rancio. Un hijo loco (Julián Paz Figueira, inolvidable) y una hija que aparece muy ansiosa porque trae de visita a su novio que es del Barrio Norte. Es la primera vez que llega a casa y adorando a su hermano, necesita que lo escondan, que no aparezca con sus preguntas desatinadas, sus verdades homicidas, sus conductas abruptas, sus salidas de madre.
El espectador detecta en esta familia esos secretos que sustentan precariamente un equilibrio muy frágil. Con humor y con emoción, "El loco y la camisa", creada y dirigida por Nelson Valente, arrastra premios y giras absolutamente bien ganados, con este retrato de un grupo familiar disfuncional en que podemos reconocernos todos. Las actuaciones son espléndidas, destacándose el vuelo de Julián Paz en un final tremendo.
El espectador se deleita, se divierte, se conmueve. Se identifica sobre todo con la hija que está preocupada de no parecer tan de clase media baja.
Cuando la madre le dice que va a preparar escalopas a la napolitana, la hija le dice "es que suena tan Sur". Al estilo de trabajos de Tolcachir como "La omisión de la familia Coleman" o "Emilia", al estilo de nuestra "Gladys", la voz de los distintos quiebra el cristal opaco que oculta los misterios familiares y emerge el monstruo que toda genealogía lleva dentro.
El novio es un sujeto arrogante, insoportable. Los padres, empalagosos, lo adulan. Pero el hermano loco se filtra y el caos está servido. El público ríe con una risa congelada. Aplaude las actuaciones que son espléndidas. Y lo breve del espectáculo: 80 minutos sin intermedio, donde pasa de todo. Una gozada.