Quizá el único reparo que admite el debut en Chile de la compañía Circa Contemporary Circus radique en el título del montaje: "S".

La letra del alfabeto no da cuenta de la destreza física de los 7 intérpretes ni de la variedad de atributos de una puesta en escena que se impone desde la apertura por la inusual depuración de la disciplina circense.

La agrupación originaria de Australia -dirigida por Yaron Lifschitz- cuenta con un prestigio internacional que la diferencia del circo-espectáculo (propio del Cirque du Soleil) y del circo experimental (derivada del Nuevo Circo Francés).

Emplea técnicas tradicionales como acrobacia de piso, pruebas de mano a mano, telas y aros para generar imágenes que de manera progresiva adquieren resonancias poéticas.

Las sucesivas contorsiones y volteretas se ejecutan con una admirable precisión en una cadencia que a ratos se convierte en una vaporosa pieza de danza, luego adquiere un tempo propio de teatro físico y más tarde roza la performance política al extremar las ideas de control y dominación de los cuerpos.

En la pista con forma de diamante -que acá se adapta al escenario del Teatro Nescafé de las Artes- se ponen en tensión músculos impensados para la anatomía más corriente, como si la elasticidad y resistencia del grupo no tuviera límites a costa de la expectación de la platea.

El contrapunto se alcanza gracias a la levedad que proyectan los intérpretes aun en las situaciones de mayor riesgo, acentuadas por la música de Kronos Quartet, Kimmo Pohjonen y Samuli Kosminen, que fusiona estilos e imprime una dosis de épica.

La trama de cuerpos se despliega durante 1 hora y 25 minutos, y en el aplaudido cierre reaparece la pregunta por el título.

Los calificativos no se reducen a una S; copan gran parte del alfabeto.