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Lo que nos dejó Humberto Giannini: El filósofo de lo cotidiano

Alejado del prototipo distante, el fallecido académico le tomó el pulso al país.

por:  La Segunda
miércoles, 26 de noviembre de 2014

  Aunque estudió hermenéutica y filosofía de la religión en Roma, el núcleo de la obra de Humberto Giannini -fallecido ayer, a los 87 años- fue la cotidianidad.

Y las entrevistas fueron un campo abierto para demostrar que la filosofía es un acto corriente, no una cátedra para una élite. "La filosofía debiera acercar, debiera ser un puente, y no lo es, sobre todo en Chile", dijo en abril a la revista Sábado.

"Acá la filosofía se cultiva como algo que llega de afuera. El filósofo chileno dialoga con Heidegger, escribe a lo Heidegger y se aleja mucho de la gente, y la gente se da cuenta".

Al Premio Nacional de Humanidades le resultaba preocupante que, cuando sabían a lo que se dedicaba, "empezaran a cuidarse inmediatamente", viéndolo como un tipo serio y complicado. "Eso pasa mucho. Hay que llegar a ser bastante amigo de la gente para que hablen banalidades".

Aunque sus temas, desarrollados en libros como "La metafísica eres tú" (2007) o sus columnas, no eran precisamente livianos. Sobre la educación, escribió en The Clinic el 2010: "Pienso que el lector comprenderá que es imposible mantener quieta y relativamente silenciosa a una masa de jóvenes semidesnutridos. Pienso que comprenderá que un profesor que debe atravesar Santiago tres o cuatro veces al día para cumplir un horario realmente inhumano no llega a su casa a medianoche del último liceo nocturno con ganas de leer lo último que se ha escrito sobre lingüística pragmática o sobre el pensamiento filosófico de Jacques Derrida. Esta fue la situación de la enseñanza pública durante los 17 años de dictadura. Y ha continuado más o menos igual en los 20 años siguientes".

En la revista Capital el 2012 definió el concepto de filósofo: "En un sentido emotivo, el filósofo es alguien que está comprometido, metido, implicado en aquello que quiere explicar, que le da «algo» a aquello que explica. No es que lo explique desde fuera, como podría hacerlo un químico".

Y agrega: "El caso patente es Sócrates, el filósofo implicado en lo que dice. Ahora, desde el punto de vista intelectual, el filósofo es quien quiere explicar los principios de las cosas. Es un trabajo que implica erudición, penetración del espíritu. ¡Tantas cosas! En ese sentido, decir que soy filósofo me da un poco de pudor. Ahora, si volviera a nacer, volvería a estudiar filosofía".

Memoria, alma del alma

En Paula, el 2011, analizó las protestas callejeras. "Hoy, la universidad es el campo propicio para la desigualdad y antes era todo lo contrario (...) Si hay un tipo de revolución será en la calle. Es ahí donde pasan las cosas, en lo público, no en lo privado. Si la tecnología sirve para llegar a la calle, se está usando bien. Entonces, me desdigo de mi actitud retrógrada, de no acercarme a estos medios virtuales, porque me doy cuenta de que son maneras de reencuentro. Internet era una soledad que, ahora, de repente, se utiliza para lo contrario: para encontrarse, porque es una necesidad vital".

En un seminario sobre "Política y estética de la memoria" declaró: "Si la memoria, alma del alma, fuera una función intelectual pura, la vida individual o social se reduciría a un acopio de datos (...) la memoria es la tarea siempre pendiente de ser; el acto de recoger (eso es el logos griego) la dispersión que producen el tiempo y el olvido".

 
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