Cultura/Espectáculos
Compartir | | Ampliar Reducir

Ariel Dorfman: "En Chile aún reina una caterva de rencorosos, empalagados de envidia"

Mientras prepara nueva novela, el escritor habla sobre sus amores, trancas y activismo político. Y cómo encontró su inspiración en la música.  

por:  La Segunda
viernes, 10 de octubre de 2014

Por Juan Carlos Ramírez F. 

Al escritor y dramaturgo Ariel Dorfman (72) le gusta que comparen su situación con Chile como si fuera una relación de pareja.

"Me gusta esa metáfora, porque la base y fundación de mi vida justamente es el amor de mi mujer Angélica. Y creo que uno de mis errores con Chile ha sido creer que se podía trasladar a un país entero, con todas sus contradicciones y tormentas, aquella lealtad tiernamente feroz con que Angélica y yo hemos podido armar nuestro afecto".

A juzgar por sus memorias, "Entre sueños y traidores" (2012), para entender al que debe ser el intelectual chileno más famoso en el extranjero, hay que saber que el amor le resulta vital. Tanto por Chile como por su omnipresente mujer.

-¿Qué pasó al final entre tú y Chile?

-El error fue creer que esa lealtad tiernamente feroz que nos tenemos con Angélica podía trasladarse a un país entero, con sus contradicciones y tormentas.

-¿Pero te juntarías a conversar?

-No hace falta, porque ese capítulo está cerrado, al menos de mi parte.

-¿Y googleas su nombre, al menos, para saber en qué está?

-Repaso las noticias cada mañana. Pero nunca de noche. Tengo un sabio acuerdo con mi mujer de que cierre la computadora a las 6 de la tarde. Y también todo el fin de semana.

Del Pato Donald al exilio

A los 12, aterrizó en Santiago. "Perdido, nómade y medio gringo", recuerda.. Y se enamoró de Chile. Es hijo de una pareja de judíos que habían huido a Buenos Aires desde una Europa hostil. Luego tuvieron que escaparse del peronismo a EE.UU. Y luego -tras la paranoia anticomunista norteamericana- a nuestro país. Aún adolescente, militó en la UP, publicando junto a Armand Mattelart un gran estudio sobre pop y colonialismo "Para leer al Pato Donald" (1971). Allí analizaban, mucho antes que Zizek o Jameson, cómo la imaginería Disney iniciaba a los niños en el capitalismo y el libre mercado. "Me halaga que ese texto todavía sea útil. Hay partes que no volvería a escribir hoy. Pero la tesis central me sigue pareciendo válida. Siento nostalgia, no lo puedo negar, por el pueblo y el Chile que me inspiraron tanta indocilidad".

Pero su carrera terminó desarrollándose en el exilio. En los ´80, ya en EE.UU., derivó a intensas novelas como "Máscaras" (1988) o la "La muerte y la doncella" (1990), adaptada al cine por Roman Polanski. Intentó volver, cuando Aylwin asumió el poder.

Pero no pudo soportar la transición y ya lleva más de dos décadas en Carolina del Norte, haciendo clases en la Universidad de Duke.

Pero el núcleo de su obra sigue apelando a ese Chile esquivo pero entrañable. "Lo abracé con la utópica necesidad de salvarme de mi propia errancia y demonios", reconoce. "Sólo después de que nos marchamos, a principios de 1991, entendí que tal exigencia de redención era injusta. Llevaba ineludiblemente al divorcio".

Indiferencia

-Llama la atención la indiferencia de Chile a tu persona, por ejemplo en eventos como ferias del libro.

-Indiferencia es una palabra muy suave. En cuanto a la Feria, recibí este año una invitación muy gentil para un homenaje que me querían realizar, la posibilidad de juntarme con mil estudiantes. No pudimos aceptar debido a compromisos anteriores, pero es algo que me gustaría hacer, probablemente en el 2016. Tal vez sería una ocasión de que se conocieran en mi país textos míos que se ignoran por completo.

-Tampoco apareciste en el pasado debate por los 40 años del Golpe.

-Hubiera participado con gusto, de haber recibido alguna señal de que mi opinión interesaba. Pero si entendemos que Chile no empieza ni termina en sus fronteras, sí pude ser parte de ese debate en una meditación mía que se publicó en la edición dominical de The New York Times, así como en El País, Página/12 y muchos otros diarios del mundo.

-¿Como ves a las nuevas generaciones que se han tomado las calles? Posiblemente seamos un país distinto al que reencontraste a fines de los 80.

-Siempre fuimos otro país. Pero los temores de la dictadura y los pactos de la transición fueron arrinconando a los rebeldes y los soñadores. Es lastimero que no se entendiera que la democracia no peligra porque existan críticas, movilización pacífica y la proclamación de utopías. Lo que hace falta incesantemente es más democracia y participación. Me encanta ver desde lejos cómo los estudiantes y ecologistas y movimientos indígenas, han ido planteando otro Chile posible, más justo, con menos miedo. Una advertencia: hay que tener cuidado de no pedir lo imposible. Soñarlo, sí. Negarse a dialogar con el adversario, nunca. Nunca demonizarlo. Espero que no se interprete como señal que la dictadura y el exilio me hayan vuelto conservador.

-¿No sientes que debería reconocerse tu papel en el "combate cultural internacional" durante la dictadura?

-No podría haber actuado de otra manera. Por ende, no voy a amargarme culpando a aquellos que han olvidado mi trabajo largo, obstinado y penoso en el exterior. Claro que hay lindas excepciones: por ejemplo, María Elena Duvauchelle, que jamás ha dejado de agradecer lo que hicimos por los artistas chilenos. La nobleza de alguien como ella -y no es el único caso- me basta.

-¿Qué piensas de las críticas contra Antonio Skármeta, que justamente ha visibilizado a Chile en el extranjero?

-Sólo un sicoanalista de países podría descifrar una actitud tan autodestructiva y esquizofrénica. Pero lo que de veras importa es otra pregunta: ¿Qué concepto tenemos de Chile, de ese mapa cultural? ¿Es pluralista, amplio, incluye a todos, o hay algunos automáticamente descalificados? La reacción ante el Premio Nacional a mi querido amigo, Antonio, me hace temer que hay demasiados que no comparten esa visión de un Chile vasto y generoso. Y aún reina una caterva de rencorosos, empalagados de envidia. Pero quedémonos mejor con el hecho más grato de que le otorgaron un galardón tan merecido.

Novela musical y detectivesca

Dorfman aparece citado en Foreign Policy como uno de los intelectuales top de Iberoamérica. Sus libros, musicales y obras de teatro están en la pauta de cualquier medio cultural anglosajón.

Actualmente, trabaja en una novela sobre Mozart y Bach. "Noto que es una respuesta al uso de Schubert en «La muerte y la doncella». Ahí exploré la consternación que me producía que un torturador y una víctima pudieran amar el mismo cuarteto prodigioso. De que ese hombre vil comparta algunos gustos con la mujer a la que violó".

La nueva obra se centra en un misterio que el protagonista debe resolver "en forma casi detectivesca", adelanta Dorfman. "Aprovecho el suspenso para sondear el enigma de la creación misma. Me ocupo -¡yo que no soy religioso!- de la música como una experiencia trascendente, que nos contacta con lo divino. Con lo mejor y no lo peor de nuestro ser. Espero anunciar dentro de poco quién la publicará en castellano".

Dorfman también escribió el musical "Dancing shadows", con canciones de Eric Woolfson -compositor de Alan Parsons Project-, inspirado en una obra coreana sobre un pueblito que resiste a los ejércitos rivales. Se estrenó en la Opera de Seúl y recibió seis premios equivalentes a los Tonys de Corea. La obra debería regresar a Londres el 2015.

Su otro gran proyecto es "Naciketa", otra ópera, con música de Nigel Osborne. Una "epopeya musical", dice, basada en una historia adaptada de los Upanishads, sobre un niño que le hace tres preguntas a la Muerte. Está buscando financiamiento para poder estrenarse entre 2015 y 2016.

Sin embargo, los pensamientos de Dorfman siempre regresan a al país. Aunque él sepa que acá nunca nos enteramos del todo.

"Ahora valoro a Chile por lo que tiene de maravilloso y de triste, de extraordinario y de deprimente. A la vez, confieso que no deja de rondarme la intuición de que constituye el lugar en el mundo donde sigue siendo posible la esperanza".

-¿Y tú? ¿Soñaste alguna vez llegar hasta acá, cuando eras un chico revolucionario?

-Siendo joven, me preocupaba excesivamente el deseo de figurar y ser célebre. Un ansia que, por suerte, he superado del todo. Jamás dejé, sin embargo, que mis ambiciones desmedidas influyeran en mi trabajo como autor. Nunca, nunca escribí para obtener laureles o aprobación ajena. Me sorprende el que haya tenido cierto éxito sin jamás haber accedido a modificar una palabra provocativa, turbulenta, transgresora.

Portada

Cerrar

img