Cultura/Espectáculos
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Stefan y Hermann: Kramer vs. Kramer

El imitador número 1 de Chile presenta al hombre que lo acompaña en sus emprendimientos. "De la madre heredó la simpatía y de mí la disciplina", dice el padre.  

por:  Constanza León A.
viernes, 26 de septiembre de 2014
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Así que usted es el padre. El único que le hace un parelé a Stefan.

-Nooo. Si ya están todos grandes y criados. Uno piensa cosas no más...

Hermann Kramer es, a sus 72 años, pura sonrisa. Un hombre mesurado.

Profesor de Gimnasia Olímpica y coordinador de deportes del Club Manquehue, donde el 2015 cumplirá 50 años de trabajo. Y donde lleva a su hijo esta noche a presentar "Mil disculpas" (ver recuadro).

"Acá he vivido una linda historia. Con amistades de toda una vida", cuenta Stefan Kramer (32) sobre el único lugar donde no lo molesta nadie. Donde al imitador estrella lo conocen desde niño y donde ahora juegan sus hijos también.

La verdad es que Stefan estudió Educación física para ser entrenador de fútbol. "Y no lo logré, pero sí me profesionalicé. Terminé trabajando con mis compañeros de equipo. Queremos hacer las cosas bien por la gente, hacemos nuestras arengas, funcionamos como equipo de fútbol. Si todos estamos concentrados y creemos en esto, creemos que es especial, funciona".

En Stefan Producciones -la productora con la que arma sus shows y con la que hizo sus dos películas- está ese círculo íntimo que lo acompaña siempre.

Su madre es Pilar Solé, también profesora de Educación Física, la mujer con la que Hermann se casó (después de 3 meses de pololeo) hace 40 años.

"No me atrevía a contarles que me quería cambiar a Teatro. Ufff", dice Stefan.

Alguien lo escuchó cantar en una fiesta y le ofreció ir a "Cuánto vale el show". "Fui sólo porque me quería comprar un Play Station que un amigo me vendía a 200 lucas. Preparé mi rutinita y me di cuenta de que esto me gustaba".

No lo paró nadie. "Al principio, yo estaba preocupado, pero siempre con la idea de que le fuera bien no más. Siempre he tomado las cosas con mucha tranquilidad", acota Hermann. Todos sus hijos salieron buenos para hacer chistes e imitar, pero "fue Stefan el que lo hizo, porque hay que tener carácter".

El padre asegura: "De la madre heredó la simpatía y de mí la disciplina".

"Mi papá es disciplinado, pero además es simpático, cuando trabaja con nosotros en la productora es uno más de los chiquillos. Aperra de la misma manera, y tiene muy buen trato con la gente".

-¿Qué crees tú que heredaste de él?

-La disciplina, la concentración, la responsabilidad. El darlo todo para que salga bien, independientemente de lo económico. Esa siempre ha sido mi filosofía. Lleguen o no lucas, que quede bueno. Mi papá siempre ha sido así, termina sacando plata de su bolsillo para que la cosa resulte. Eso finalmente la vida lo premia.

-Y usted Hermann, ¿cuándo vio el talento que ahora todos le reconocen a su hijo?

-Cuando estaba en el colegio. Pero me imitaba a mí y yo me enojaba (risas).

Máscaras y culpas


"Diría que empecé súper tarde. Yo era muy piola cuando chico. El menor de cuatro hermanos muy extrovertidos, era prácticamente una estatua. Fue raro que me terminara dedicando a esto. El escenario fue, quizás, una manera de vencer mi timidez", declara Stefan.

A veces el inspector llamaba a Hermann en la época en que su hijo andaba de pelo largo y guitarra en mano. "Lo que más le molestaba a mi papá era la camisa afuera", cuenta él. "Pero la disciplina es el arte. Lo necesario para formalizar la idea y sacarla a la luz".

"Era simpático verlo en TV, pero no me gustaba cuando salía ese pesado que le pegaba en la cabeza (Gerardo Luna, en «Noche de juegos»). Me ponía rabioso", reconoce Hermann.

"Nunca pensé que iba a llegar tan lejos. Igual yo alego todavía con algunos personajes de TV que le hacen críticas negativas. Tengo a varios ahí anotados".

-¿Y a usted nunca se le ocurrió subir a un escenario a probar sus talentos?

-Yo cuando era joven me subía arriba de las mesas a bailar (carcajadas).

-Los profesores, diría, somos artistas. De repente, no tienes ganas de hacer una clase y tienes que empezar a actuar. Estar contento no más.

A Stefan no le gustó hacer clases. "Sentía que no sabía nada y me daba pudor. Había que ser simpático y divertido, además. No podía". Pero logró transformarse en actor.

Cuando Kramer revolucionó el Festival de Viña en 2008, a Hermann más que los nervios le molestaba el retumbar de los parlantes. "Me convencieron de quedarme... después, fue fantástico".

"Mi familia se ha ido acostumbrando a todo. Es que yo también me hago cargo de las críticas. De eso habla este show. Yo me salgo de todo lo políticamente correcto, me saco las máscaras para vencer la culpa".

Son varios los que se han enojado (y desenojado) públicamente con él. "Tampoco yo soy rencoroso. Y me hago la autocrítica. Ahora puedo reconocer, por ejemplo, que a lo mejor no era el momento para el show que hice en la Teletón, porque el ambiente se cortaba con tijeras (cuando imitó al Negro Piñera frente a un incómodo ex Presidente). También se molestó (Jordi) Castell; bueno, tomo otro camino. No es mi intención hacer sentir mal a la gente".

-¿Reconoces cuando se te pasa la mano?

-El humor está estrechamente relacionado con el dolor. Cuando te ríes de ti mismo duele, pero hay que aprender a convivir con eso. Estoy abierto a las críticas y me muestro tal cual soy. Si alguien quiere hablar conmigo, doy la cara.

-¿Y cómo anda tu propio sentido del humor?

-Si me lesean, me muero de la risa. No puede ser casa de herrero, cuchillo de palo. Me encanta. De todos modos, si algo me duele me lo pregunto, porque el ego es traicionero. A veces, lo cuento en el escenario y se me pasa.

-¿Hermann y Stefan son buenos para reírse de qué?

H: -Yo no me río (risas).

S: -Igual es verdad que somos serios. Típico que me dicen: "Ya poh, ¡tírate una talla!". Tengo que explicar: "Compadre, yo no cuento chistes". No vivo probando rutinas. Sólo intento ser cómico arriba del escenario.

La lección del cine


Stefan está en permanente estudio para perfeccionar sus rutinas. Y con su productora trabaja en dos guiones para nuevas películas.

"Haber hecho «El Ciudadano Kramer» (2013) me enseñó que esto no se hace en poco tiempo. La contingencia no va con el cine. Hay que pensar que va a quedar para toda la vida y dedicarle más tiempo. Si no, todo se traduce en errores. Fue una gran lección".

-¿No quedaste contento con la película?

-Pocas veces quedo contento con lo que hago. Las alegrías las disfruto y chao. No me quedo mucho en celebraciones tampoco. Que venga lo siguiente. Pero sí pensé que podía tener la misma repercusión que "Stefan vs. Kramer" (2012).

-Era la más vista de la historia en Chile (con más de 2 millones de espectadores). La vara estaba alta.

-Pero uno tiene que luchar para superar sus propias expectativas. Y si no, sufro en mi soledad la tristeza por no haberlo conseguido. Y repaso los errores. Ahí está la culpa de nuevo.

El próximo paso natural parece ser la internacionalización. "Sí, lo voy a intentar. Lo que me gusta de haberme demorado es que he adquirido más experiencia. Mi desafío siguiente va por ahí".

-¿Cuando te transformas en una marca, crecen ganancias y también las aspiraciones en cuanto a producción?

- Siempre. Es en lo que más invierto. Hay que tener un grado de riesgo en ese aspecto. Con "Stefan vs. Kramer" sentí que no tenía nada, estaba todo apostado ahí. Fueron noches sin dormir. Obviamente, ahora estamos más ordenados, hay más planificación para aminorar riesgos.

-¿Ahora es más difícil ser Kramer?

-Todo se nota más. Si te equivocas, te tiran para abajo. Cuesta más sorprender. Por eso estoy preocupado de sacarme la mugre para hacer cosas nuevas.

-Yo prefiero que mi trabajo hable por mí. Soy piola. Por eso hago este show. Para poder decir: Conózcanme y me da lo mismo. ¡Cáguense de la risa de mí!

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