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La historia de 'El Hombre Bala' que revoluciona la ciudad

Es actor, tiene 24 años, y se encarga de todo tras bambalinas. "La gente cree que me criaron los monos", dice.  

por:  Catalina Cabello A., La Segunda
miércoles, 17 de septiembre de 2014

Foto César Silva

Es noche de circo en el Centro de Santiago, de a poco se hace una fila en la esquina de la Alameda con Namur y no importa lo cambiante del tiempo, la gente llega igual. El American Circus -con su show de 12 actos y casi dos horas de duración- atrae a familias en pleno a un costado del GAM, donde estará hasta el 12 de octubre.

Los Álvarez Santana son el clan detrás de este espectáculo. Venían de dedicarse a los parques de entretenciones itinerantes, pero don Luis, el patriarca, era un apasionado del circo. En 1985 se lanzó con su propio negocio, que hoy componen cerca de 50 personas.

"El sueño de mi padre se cumplió tras muchos intentos, mucha lucha", cuenta Matías Álvarez, su hijo de 24 años, el heredero, que ahora está a la cabeza del proyecto que eligió el Centro Cultural Gabriela Mistral para coronar su mes dedicado al circo. "Me encargo de la puesta en escena, la iluminación, de traer a los artistas y que cada noche salga todo redondito", añade.

Como es actor de profesión, en escena se transforma en Matute, un clown que, al final del show, se convierte en 'El increíble Hombre Bala', el número más atractivo de la función.

El resto del clan incluye a sus tres hermanos: Uno publicista, otro diseñador y el pequeño que va al colegio. "Hay gente que cree que me criaron los monos, que por eso hago esto, pero trabajar acá fue una elección. Nunca me obligaron", explica.

Nadie llegó al casting

En un comienzo, hicieron un casting para encontrar a El Hombre Bala. No llegó nadie. Ahí Matute asumió el desafío.

"Al personaje lo creé en base a mis cualidades. Tiene muchas corrientes e influencias: desde el clown teatral hasta los payasos chilenos que vi al crecer", dice él.

Durante el show, Matías entra al cañón, lo revisa, lo limpia y lo regula. Y a la hora de su acto, se pone antiparras, casco y, ya maquillado, se instala en el aparato que lo expulsa y lo hace volar por la carpa.

Su preparación incluye rutinas de acrobacias, danza y elongación. El aterrizaje es un momento de riesgo, por lo que practica la postura en que debe caer. "Mi mente está en blanco cuando vuelo y una vez en la red siento un pequeño alivio, porque siempre hay un riesgo", asegura.

Nunca ha calculado la velocidad con la que sale disparado, pero que una vez se grabó y su proeza duró centésimas de segundo. "Este personaje se transformó en un súper héroe para los niños. Ellos vienen a ver al Hombre Bala con una expectativa tremenda y cuando salgo a saludarlos tienen una cara fascinación increíble. Me gustan los niños porque son despiertos, abiertos, menos bloqueados y sin juicios. Hago esto para llenar sus sueños y expectativas".

 
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