Magdalena Larraín heredó el talento de su padre, Ricardo, el cineasta que en los 90 obtuvo un Goya y el Oso de Plata en Berlín con "La Frontera".

"La verdad, no cuento mucho que soy su hija", dice la artista que este sábado estrena "Blanca y radiante", su segundo monólogo en el Teatro Bellavista. Después de una década en España, logró instalar en Chile -durante un año- otro texto de su autoría, "A calzón quitao", en el que desnudó su historia. Fue un éxito total y ahora tiene una invitación para llevarla a México, en noviembre.

En su nueva apuesta, escribe junto a Jorge Schultz ("Maldito Disney"), quien también la dirige. Es un monólogo mezcla de stand up comedy, café concert y musical. La historia gira en torno a Penélope, una sevillana que vive en Chile, dueña de un pub karaoke, que está a punto de casarse.

"Ella es fanática de Almodóvar y toda la vida quiso que la descubriera. Pero Almodóvar ya descubrió a una Penélope, por eso decide ser la protagonista de su vida. El montaje indaga sobre la idea de la autenticidad: ¿Hasta dónde la sociedad te propone ciertos cánones?, ¿cómo es adecuado vivir? La ha vuelto loca esta necesidad de saber quién es y por qué se está casando... cosa que piensa 5 minutos antes del matrimonio", adelanta.

Su marido es sevillano, "por eso el acento me sale impeque", cuenta riéndose. "También yo sería feliz un personaje de Almodóvar, me estoy sacando las ganas".

Maldito Hollywood

Magdalena estudió música en Chile; teatro, en España. Allá fue coach en un reality show y estuvo con una obra en cartelera durante 7 años ("¿Y si Dios fuera mujer?"). Se casó y tuvo a Julia, su primera hija. Pero el miedo a la crisis y el estar lejos de los suyos la hizo volver a probar suerte.

"Me vine porque fui mamá y porque mi papá tuvo cáncer dos veces. La primera vez se mejoró rápido, pero la segunda me asusté. En ese momento la profesión dejó de ser lo más importante. Somos muy amigos y compañeros. Pensé que me había desapegado, pero cuando pasan esas cosas te das cuenta de que no es así".

Ahora prepara un nuevo espectáculo para agosto, junto a Schultz y Bernardita Ruffinelli, llamado "Maldito Hollywood".

"Tenemos una cofradía que se llama "Los malditos dramaturgos". Vamos desmitificar las historias de amor eternamente perfectas y melosas", confidencia.

"Nunca me he quedado esperando el tren. Genero un proyecto y todo fluye. Siempre trato de ser el motor".

Esa capacidad de acción dice que la heredó de su padre. "Primero lo intento. Y nunca le he tenido que pedir ayuda, pero siempre está ahí, le pido su opinión, y él respeta mucho mi proceso personal. Claro que es súper crítico conmigo".

Siempre están las ganas de hacer algo en conjunto. "Sería súper bonito trabajar con él, pero sé que tengo que estar en el casting para que me considere para un papel. Jamás me lo daría así no más, él no funciona así. Él no es de pitutos".