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Pablo Larraín: Adulterio y pasión en la ópera

"Me interesa instalar un peligro en escena", dice el aplaudido director que debutará en el Teatro Municipal con "Katia Kabanova". "Produce una duda moral. Y es el espectador con su propia biografía quien lo concluye", adelanta sobre el montaje que incluye espectaculares proyecciones. "Es fascinante... Extrañamente contemporánea".

por:  Constanza León A./La Segunda
jueves, 17 de abril de 2014
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Pablo Larraín es absoluta curiosidad. Eso lo explica todo.

Desde mediados del año pasado que trabaja intensamente -y sin cámaras- en "Katia Kabanova", la obra del compositor checo Leos Janácek (1854- 1928), que el Teatro Municipal estrenará el 2 de mayo.

Andrés Rodríguez lo invitó para tomar la dirección de la pieza basada en "La tormenta", del ruso Aleksandr Ostrovsky, que cuenta la historia de Katia, una mujer que pone en jaque su matrimonio cuando se enamora de otro hombre... víctima de sus deseos, es abandonada por su entorno y se desata la tragedia.

"Acepté de inmediato, con el nervio correspondiente", dice Larraín, que conocía al autor y ya había visto "Jenufa", la única de sus óperas que se montó en Chile, en 1998.

Si supo crear "No" y hacer historia al llegar a los Oscar en 2013 -o supo ser jurado en Venecia, al lado de Bernardo Bertolucci- y dirigir sobre las tablas como lo hizo este mes en el Teatro La Memoria... por qué no lanzarse.

"Hay mucho acá que no tiene nada que ver con el cine, pero hay otras cosas que sí. Soy un asiduo al Municipal desde niño", cuenta sentado en uno de sus salones. Por aquí también nace "Fuga", su debut en 2006.

"Significaba entrar a una zona maravillosa de riesgo, con posibilidades expresivas nuevas para mi trabajo... Es fascinante", dice como deleitando cada palabra. "Hay un aspecto romántico, ingenuo, liviano, pero muy subversivo. Específicamente esta ópera, que es muy compleja y extrañamente contemporánea. Sucedió hace 150 años en Rusia y, puesto en escena acá, es para nuestra sociedad un espejo moral increíble".

Tres conceptos giran esenciales: el deseo, el adulterio y la represión.

"Lo primero que se piensa es en la sociedad represiva, cínica y moralista, pero lo que realmente sucede, en un primer nivel, es que una mujer desea a alguien que no es su marido. ¿A quién le debe pedir disculpas?, ¿a Dios?, ¿a su marido?, ¿a la sociedad? Además de sí misma. ¿Con quién encuentra la redención?", plantea el director.

"En Chile, sobre todo viendo lo que ha pasado con los cánones eclesiásticos, se caen los parámetros morales y la primera intención no es ir con Dios... En este caso, el entorno social más su propia culpa, conducen a la tragedia".

Las expectativas ante su debut en el género son altas. Y las apuestas también. La dirección de la orquesta es de Konstantin Chudovsky, quien toma la batuta ante una puesta en escena espectacular, en la que ocuparán la técnica del mapping para unir tres pantallas -que atraviesan el escenario de lado a lado- para transportar al público a un mundo virtual. La dirección de arte es de Cristián Jofré -las proyecciones de PI- en una puesta de paisajes en 3D, ríos, montañas y tormentas, que incluyen un piso iluminado desde abajo. Totalmente innovadora. "La intención es que estas pantallas no sean sólo un artilugio visual, que realmente te transporten a esa época, a esa geografía y a cómo ella influye en estos personajes", explica.

"Es bien impresionante. Pasa que como es desconocida, he sentido cierto nervio en comentarios que hablan de un ópera raramente difícil, poco accesible, cuando es de una claridad narrativa maravillosa", explica.

"Muchos dirán, además: ¿Qué hace este señor del cine acá?... Es una ópera súper fuerte, dramática, la gente va a estar pegada a la butaca".

-¿Y qué hace este señor del cine acá? ¿Cuál es tu impronta?

-Lo que yo estoy haciendo es tomar este mundo ruso, pre I Guerra Mundial, y acercarlo lo que más puedo a nuestra sociedad. Desde un punto de vista moral y ético. A través de estas proyecciones, que entregan posibilidades infinitas. Llevamos casi seis meses animando para 5 funciones, es casi el trabajo de una película. Y después se desvanece dado que no hay elenco nacional, porque es muy difícil de cantar.

-¿Se puede decir que es una visión pop la que le estás dando?

-No. Es más bien darle un rol muy importante a la naturaleza, que influye en Katia... Es una historia que está en la naturaleza humana y de la tierra... Si te sientes atraído por alguien y quieres cogerte a esa persona es un deseo, lo concretes o no, está en nuestra naturaleza. Es también cómo el paisaje puede influir, cómo la tormenta altera la situación. Ella desea a otro y se va con él.

-En un espacio donde aquel acto, si viene de una mujer, es castigado...

-Igual que en Chile. Es un espejo moral impecable de nuestra sociedad.

"La pregunta es: ¿Qué tan lejos puedo llegar?"


"Que el Municipal se esté abriendo es súper positivo", opina Pablo a propósito del giro que ha dado hacia la música popular. "Es un teatro más abierto y es muy importante que así sea. Que Jorge González, Electrodomésticos y todos esos se hagan dueños de este espacio, porque también les pertenece. Como también tienen que seguir la ópera y el ballet, que debe contener a estos cuerpos estables que den cuenta de lo que esta pasando con la ópera en el mundo".

Su propia incorporación es señal de aquello. "Ya lo han hecho desde Visconti hasta Herzog, ¡guardando las proporciones, por favor! Haneke, Woody Allen... Esto es un regalo y trabajamos muchísimo para que quede lo mejor posible".

Son unas 200 personas involucradas en el proyecto. Todo lo contrario al proyecto tan íntimo que hizo con "Acceso", una propuesta de Alfredo Castro para dirigir a Roberto Farías, con quien Larraín coescribe la historia que somete al público a una experiencia de duda ética acerca del castigo, la reclusión y la reinserción de menores vulnerables.

"Tienen complejidades muy diversas.  Lo que sí tienen en común es que uno quiere verse reflejado en esa persona que está adelante, que te provoque una repulsión mientras te hace reír, como en «Acceso». O que te haga cuestionar tu propia ética. ¿Le pides perdón a tu conciencia? La ópera propone y yo le sacó el mayor filo posible a esa perspectiva".

-Ese interés por desafiar es bastante personal tuyo, al parecer...

-Es que hay un cinismo mecanizado en Chile, a propósito del adulterio. ¿Por qué una mujer adultera es peor vista que un hombre adúltero? ¿Por qué cuesta tanto entender que tenemos voluntades irrefrenables que están en nuestra naturaleza? A veces eso produce daño en otros. Esa mecánica me parece fascinante. El mismo Janácek tuvo un conflicto de faldas mientras escribía esta obra.

-La historia conecta por su propia universalidad, probablemente.

-Hay un nivel que la hace universal y después hay un espacio moral, religioso y de chismes, que es muy chileno. Esto de pueblo chico, donde todo el mundo habla y nadie dice las cosas de frente. Los comparsas están siempre en el chisme. Ese cinismo local va a ser un espejo. Chudovsky me ha ayudado enormemente a entender la cultura rusa de la época. De un machismo impresionante... Es asombroso que hoy tenga una resonancia tan fuerte y termine siendo un espejo moral de este tamaño en Chile.

-Tus trabajos tienen que ver con provocar, bastante expresamente, ¿no?

-No todas mis películas, pero sí. Bueno, por eso me llamaron para esta ópera y no para "Rigoletto". Conecto mejor con estos personajes... Supongo viene de mi naturaleza, de la manera que me gusta hacer las cosas. Me interesa instalar un peligro en escena y ese peligro, normalmente, produce una duda moral. Es el espectador con su propia biografía quien lo concluye. En general, lo he intentado hacer también en el teatro y en el cine. Abro y dejo las cosas sobre la mesa. Nosotros no juzgamos.

-¿Resulta vertiginoso?

-Vertiginoso porque vengo del cine, donde puedo trabajar con 200 personas durante 2 años, por separado y lentamente. Acá todas están juntas para una sola vez y en vivo. Vengo de un espacio más controlado, donde puedo repetir las cosas... No he tenido miedo. La pregunta es: ¿Qué tan lejos puedo llegar? Esto es un colectivo, mi trabajo es organizarlo para que tenga un sentido.

"Sí, tengo hambre. Y este tipo de cosas me fascinan"


Pablo superó rápidamente un tibio debut cinematográfico con "Fuga", junto a Benjamín Vicuña. Después de eso entró a estudiar dirección de teatro en La Memoria, junto a Alfredo Castro, con quien continuó su camino al Oscar con "Tony Manero" (2008). Es la cinta que le abrió las puertas del cine internacional, junto a "Post Mortem" (2010), donde también actúa su mujer, Antonia Zegers. Después vino la saga de "Prófugos", para HBO. Y el éxito con "No", la primera cinta que llegó a ser nominada a los Oscar, como Mejor Película Extrajera, en 2013. Y, por supuesto, la consolidación de Fábula, su productora (ver recuadro).

-El despegue de "No", el experimentar con el teatro, la ópera... ¿Hay algo que te frene?

-Ha sido muy espontáneo. Es que si te pones a medir mucho, mejor te quedas en la casa. No pensé que iba a terminar dirigiendo una ópera y estoy fascinado. Y me puede dar terror, pero no me inmoviliza. Al contrario, me dan ganas de seguir. Ojalá más adelante pudiera hacer otra ópera. Ballet no haría, no tengo mucho que hacer ahí. Pero sí, tengo hambre. Y este tipo de cosas me fascinan. Nunca logras nada, nunca sientes que cumpliste con la misión, nunca se te suben los humos a la cabeza... y siempre sospechas de ti mismo.

-En tu minuto peak, entre el Oscar y Cannes, ¿nunca te sentiste en la cima?

-No. Nunca siento que llegué a hacer algo impecable. Si no, me retiro. Siempre creo que pudo haber sido mejor. Siempre hay una forma de fracaso en ese éxito. Cuando las cosas funcionan, hay un lado muy privado que está incompleto. Es eso lo que me moviliza.

-Pero te mueves con una seguridad distinta que te da una nominación al Oscar, por ejemplo.

-Sí, pero pienso en Raúl Ruiz, que es un artista infinito. ¿Cómo haces 130 películas si no te importa equivocarte? De él se pueden aprender muchas cosas. El no tener miedo a equivocarse es la única forma de crecer. Hay una burguesía en el éxito que me parece tóxica, una comodidad en el creer que ya lo hiciste, que llegaste a algún lugar y estás protegido. Es cuando más fuerte te caes. He visto gente muy confiada, pero se apaga la luz y se van al suelo y de hocico. Para evitar eso, lo más sano es tener curiosidad. Yo prefiero los lugares incómodos.

"Ojalá pueda darle esta libertad ideológica a un hijo"


La verdad es que Pablo tuvo la inteligencia para lidiar con una serie de prejuicios políticos y familiares. "Esta pega es un acto de libertad todo el tiempo", dice el segundo de los seis hijos del senador Hernán Larraín y la ex ministra Magdalena Matte.

En sus contadas entrevistas, expresamente deja fuera todo en cuanto a su vida personal. "Tengo muy buena relación con mis padres. Les he agradecido siempre toda la libertad que me han dado para hacer lo que he pensado, desde niño. Ojalá pueda yo darle esta libertad ideológica a un hijo mío. Si me sale un hijo de derecha, no sabría qué hacer... habrá que seguir el ejemplo", sostiene.

"Con mi padre tenemos súper buena onda. Ideas políticas muy distintas y visiones de la sociedad muy distintas, pero nos relacionamos muy bien. Es un tipo súper respetuoso". Era su madre quien lo llevaba a la ópera desde muy pequeño. "Veníamos mucho a ver a Puccini. Ella es mi espectador número uno. Estoy muy nervioso por saber qué pensará ahora. Después el resto del mundo".

-¿Sientes una libertad política también?

-Absolutamente. Me siento totalmente libre de pensar lo que quiera y lo que sienta. Apoyé a Michelle Bachelet porque me parecía importante la oportunidad en TVN. Si TVN no se transforma en la TV pública que debe ser, me voy a sentir muy frustrado. No le pregunté a nadie si debía o no hacerlo.

-¿Tomas los éxitos y fracasos de la misma manera?

-Por supuesto. Pretender caerle bien a todo el mundo es muy raro. Obviamente, habrá un porcentaje incalculable de personas a las que no les va a gustar tu trabajo y tienes que convivir con eso.

-¿Alguien te lo dice? Cuando alguien viene desde el éxito, es bien difícil que reciba críticas.

-Es verdad. Es bien cínico. Pero hay gente que me dice las cosas que no le gustan. Uno valora mucho más una crítica inteligente que una sobada de lomo facilona. Ahora, también hay mucho del desprecio pataleta. Del crítico, como Ascanio Cavallo, que dice: "No me explico por qué esta película funciona tan bien afuera"... O al que dijo sobre "No" dijo: "Todos sabemos que esto no fue así"... Cuando era un ejercicio artístico, poner en jaque un proceso político desde un espacio metafórico. Acá está lleno de críticos que son comentaristas políticos, de fútbol, multiopinólogos...

-Eres de los que les importan los críticos, abiertamente...

-Yo leo todo. Hay gente que me interesa y gente que no. Es impresionante la distancia de la opinión crítica en Chile con lo que pasa en el resto del mundo. No es una queja llorona, hablo de la crítica cultural. Cómo se lee la literatura chilena acá y cómo se lee afuera es muy distinto. Lo que se dice acá de ciertos directores o escritores... Hay cierta gente acá que está súper protegida y otros que no.

-¿La chapa de díscolo que te acompaña, tiene que ver contigo hoy?

-Ser un díscolo todo el rato es raro. Significa estar en contra de algo. Yo estoy a favor de las cosas que me interesan, más que de las que no me interesan. Pasa mucho en Chile que muchos se definen en cuanto a lo que odian. Por eso hay mucho chaqueteo. Me pregunto ¿por qué es una sociedad tan insegura?, ¿por qué no podemos disfrutar cuando a alguien le va bien? Yo prefiero conectarme con ese espacio de riesgo. Buscar algo que, si lo encuentras, es maravilloso.

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