Cultura/Espectáculos
Compartir | | Ampliar Reducir

Columna de Marco Antonio de la Parra: Un Chéjov MAGISTRAL e imperdible

En “Los hijos se han dormido” Veronese toma el difícil texto de “La gaviota” y transforma aquellas cuatro horas de la versión eslava en apenas 90 minutos de un ritmo zigzagueante, vertiginoso cuando se necesita, ralentado cuando se requiere, sobreacelerado si la tensión lo pide.

por:  La Segunda / Marco Antonio de la Parra
jueves, 19 de enero de 2012

LOS HIJOS SE HAN DORMIDO como reescritura de “La gaviota” es toda una proeza.

Hace algunos años, en el mismo Fitam tuvimos la suerte de ver una linda versión completa de “La gaviota” en alguna lengua eslava. Un montaje más tradicional, cercano a lo que se entiende habitualmente como “chejoviano”, dándose todo el tiempo del mundo para ir desenhebrando ese cúmulo de pequeñas desventuras que van rodeando a un grupo de personajes donde la dicha y la desdicha hacen nido y la tragedia parece no llegar hasta una última escena que de tan anunciada parece imposible y sin embargo sorprende.

Dirigir a Antón Chéjov no es fácil y probablemente “La gaviota” sea de sus textos más complejos por su manejo de un tiempo dilatado, con varios pasos y el riesgo de caer en pausas largas que quiebren una pieza tan delicada en su estructura como en su argumento.

Hace algunas jornadas también habíamos tenido la suerte ya de ver a Daniel Veronese en acción reescribiendo a Chéjov. Habíamos podido ver su versión de “Tío Vania” como la reescritura de “Las tres hermanas”. Todo en esa clave decidida, dispuesta a conseguir la máxima intensidad con el mínimo gesto, renunciando a todo “realismo” en el manejo del transcurso del tiempo y entregando la faena al actor y a la palabra en ese encuentro feliz donde para Veronese y para muchos se da el teatro más puro. Mínimo gesto, máxima intensidad, contención absoluta, palabra justa.

Esta vez el desafío asumido por Daniel Veronese ha sido implacable y consigue en LOS HIJOS SE HAN DORMIDO lo que se podría calificar como un momento magistral en su carrera de director dramaturgo.

Veronese toma el difícil texto de “La gaviota” y transforma aquellas cuatro horas de la versión eslava en apenas 90 minutos de un ritmo zigzagueante, vertiginoso cuando se necesita, ralentado cuando se requiere, sobreacelerado si la tensión lo pide.

LOS HIJOS SE HAN DORMIDO se convierte así en un espectáculo donde la emoción está en un grado que solo podemos llamar perfecto. Sin cambios en la iluminación fuera del oscuro final, con traje de calle (la excepción de una pieza de vestuario la exige la obra) o más bien de ensayo, cuenta con actores mágicos a los que guía con su prestidigitación de titiritero (él nos confesó que se formó como director entre títeres) para que la partitura de movimiento otorgue la sensación de que podrían chocar en cualquier momento y sin embargo la organicidad del espectáculo se imponga.

La historia es conocida y es bella y terrible. Veronese se permite convertir instantes que pudieron haber sido hasta melodramáticos en otras manos, en zonas de un humor melancólico que hasta de pronto arrancan alguna carcajada, ante el roce con cierto discreto grotesco aportado por el particular estilo actoral porteño que guiña al naturalismo con un dedo puesto en la caricatura.

No hay un segundo en que se pierda el hilo ni menos la atención. No hay un instante para distraerse. Ni un segundo de más. En los diálogos corre el tiempo y el espacio gira levemente para saber que han pasado tantas pero tantas cosas. A ratos todo parece tan leve, en otros se prepara con un dominio absoluto de la composición para la caída de la última frase como un golpe de puñal en el alma. Antes de eso puede que hayamos estado sonriendo. Cuando los ojos de ese maravilloso actor que encarna al médico se llenan de lágrimas, los nuestros también ceden. Y sabemos qué difícil es conseguir eso en el teatro.
Tras ese tremendo oscuro final sabemos que hemos asistido a una sesión de magia actoral, de gran teatro, sin más recursos que el actor en pleno, en su total majestad, en el dominio absoluto del oficio, entregados a ese proyecto suicida de Daniel Veronese de hacer teatro en su máxima potencia y su mínima expresión.

Queda la sensación de ver a Antón Chéjov por primera vez como realmente se le puede leer (y reescribir) ahora. Con sus personajes nos identificamos todos, pequeños, mezquinos, extraviados, discretos, sombríos, la brújula perdida, el amor que no se encuentra, la vida que se va y la puesta en escena como la oportunidad de transformar esa mirada melancólica en la maravilla que puede ser la vida, por menor que sea.

LOS HIJOS SE HAN DORMIDO puede que sea de lo mejor de este Fitam 2012 y estamos aún a tiempo para poder disfrutarlo.

Grandísimas actuaciones, una dirección perfecta sobre un texto memorable. Y esa duración precisa que demuestra que dar en el blanco es posible y la economía emocional también existe en el arte.

Para los iniciados, para los que van por primera vez al teatro, para los que tengan los poros abiertos a la belleza y estén dispuestos a que les toquen el corazón. Para todos. Magistral.
Queremos conocerte. Por favor, responde esta encuesta.
Redes sociales
Redes sociales
Portada

Cerrar

img