Cultura/Espectáculos
Compartir | | Ampliar Reducir

Columna de Marco Antonio de la Parra: La DULCE MAGIA de lo diminuto

por:  La Segunda / Marco Antonio de la Parra
martes, 17 de enero de 2012

Antes de comenzar, el escenario está cubierto de elementos técnicos, casas de muñecas, trenes eléctricos, varias cámaras y luces que preparan una especie de laberinto de pequeños sets cinematográficos. Parece una fábrica más que una escenografía y es que todo el escenario está cubierto por la tecnología que será luego lo invisible.

Los miembros del equipo contemplan la entrada del público con paciencia, como sabiendo que portan un poder mágico que no necesita mayores aspavientos.

En cuanto se apaga la luz de la sala, la gran pantalla se ilumina con las imágenes rescatadas por las cámaras que recogen la danza (sí, la danza) de dos manos sobre una mesa que es la tierra, que es el territorio inicial donde arranca una historia de amor que irá colgándose de ingeniosas imágenes rescatando la miniatura, el símbolo, la simulación del mar, el viento, la nieve, donde la utilización de lo diminuto permite entrar en esa trastienda mental del inconsciente, en esa sala de juego donde todos volvemos a ser niños y casi nos sobran las palabras ante lo avasallador del juego con la imagen.

Dramaturgia visual absoluta, nos introduce en un tren en miniatura, nos hace ir de habitación en habitación en una casa a escala mínima, nos mueve entre figuras pequeñísimas sin abandonar nunca la seducción del muñeco, de la figuración antropomorfa que siempre arranca una sonrisa, de ese jugar dándole personalidad a manos y hasta a un pie entre muebles que nos llevan a la infancia, como a un país donde están nuestros recuerdos, donde amontonamos todo lo que la memoria parece llevarse para siempre.

En un tono melancólico y dulce, KISS & CRY (el nombre del lugar donde esperan los patinadores artísticos el veredicto del jurado) se convierte en un espectáculo entregado a seducir al público con una banda musical amable, directa, sin nada que extrañe o sorprenda en exceso, permitiendo fácil llegada a la emoción, con un final feliz de esos que escasean y un argumento si bien previsible no menos afable y por eso mismo agradecido.

El público salta de los asientos al final casi con un aullido de alegría, hechizados por el juego escénico donde si bien no hemos descubierto nada nuevo, hemos recibido esa bendición de las historias bien contadas que tan bien hacen al alma.

Espectáculo para poder cada adulto ser niño y poder hablar del amor de mayores al mismo tiempo. Esas cosas que tanto nos cuestan explicarles a los niños pequeños y que este gran aparato teatral anclado, paradójicamente, en la sencillez extrema permite que podamos una vez más sin entenderlo del todo, comprender que el amor sigue siendo una fuerza elemental de la naturaleza y que el olvido no mata y creer que el reencuentro es posible. Y entonces, y eso es hermoso, poder recibir esa bella ilusión que es la felicidad.

Queremos conocerte. Por favor, responde esta encuesta.
Redes sociales
Redes sociales
Portada

Cerrar

img