Cultura/Espectáculos
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Columna Marco Antonio de la Parra: Conversando con DANIEL VERONESE

Director, actor y dramaturgo argentino reconocido internacionalmente, llega a Stgo. a Mil con su potente “Los hijos se han dormido”, que ha funcionado a tablero vuelto en el Teatro San Martín.

por:  La Segunda / Marco Antonio de la Parra
lunes, 16 de enero de 2012

Hasta la semana pasada, Daniel Veronese (1955) se preparaba para viajar a Chile junto al celebrado montaje de LOS HIJOS SE HAN DORMIDO, su muy libre versión de “La Gaviota”, de Antón Chéjov, que ha funcionado todo el año a tablero vuelto en el Teatro Municipal San Martín. Los compromisos contraídos con otro montaje lo complicaron por esos imponderables del teatro y el estreno concebido para la semana pasada se postergó bloqueando su viaje.

Conversamos por teléfono con él intrigados por su carrera, la de un director, actor y dramaturgo reconocido internacionalmente que comenzó como titiritero, dirigió el Periféricos de Objetos, uno de los grupos señeros de la escena argentina que le valió ser invitado al prestigioso Festival de Avignon en Francia con todo su repertorio (su versión de “Máquina Hamlet”, esa pieza clave del siglo XX de Heiner Müller, recibió todos los premios imaginables con 5 años en cartelera en Buenos Aires) y, en un momento de inflexión en su trabajo, se volcó a una estética absolutamente distinta, despojada, pobre, sencilla, austera, con una intensidad emocional tremenda que ya se veía en el Periférico pero que cambia de registro y sobre todo de imaginería. En el Periféricos sus puestas son oscuras; en su nuevo estilo, diáfanas.

Al preguntarle sobre ese cambio, coloca MUJERES SOÑARON CABALLOS como la obra de su autoría que cambia su mirada y su manera de dirigir y concebir el teatro, en el año 2000, donde nos tocó la suerte de poder verlo actuar, reemplazando un actor enfermo, pidiendo disculpas con su habitual sencillez.

A partir de este montaje deja los objetos y se reencuentra con la palabra y los actores.
Al mismo tiempo con una escenografía a medio realizar, en la cual se puede reconocer un dibujo en el muro que confirma una terminación jamás completada. Curiosamente, elige esta escenografía como base de todos los espectáculos más personales de su carrera posterior, haciéndola construir incluso en las puestas que prepara en Andalucía para este año, donde montará TEATRO PARA PAJAROS y CORDEROS, textos anteriores y también en Madrid donde se le ha solicitado la versión española de LOS HIJOS SE HAN DORMIDO.

Confiesa que partió de un problema de producción, de falta de recursos en años duros para la Argentina.

Dice tenerle verdadero amor a esta escenografía, como un espacio que se recrea en cada montaje, que cambia con cada pieza aunque sea aparentemente la misma. Maneja el tiempo y las elipsis apretando las obras iniciales, rozando desde el humor hasta la conmoción.
Considera que el público actual está tan acostumbrado a nuevas convenciones narrativas que es necesario manejar el ritmo de otra manera, que se debe aceptar este público más exigente, más preparado, con mucho cine en el cuerpo, con mucho teatro, el cual requiere un manejo más preciso del tiempo y el espacio.

En casi todas sus puestas usa este recurso de acelerar los pasos de tiempo, sintiendo que su relación con el espectador revisa a cada dramaturgo que elige, en este caso, Chéjov, intentando pensar cómo escribiría hoy Antón Chéjov, cómo abordaría la misma historia, confiando en que hay que cortar y sacar, ante un público teatral que requiere más agilidad y profundidad y humor y dolor.

Dice ser bastante irreverente, que es su gusto personal lo que manda, pero también el diálogo con la sala, que se siente libre por no tener una formación clásica como director, lo que le permite confiar en su intuición absolutamente.

Técnico químico de profesión, abandona rápido esta profesión y su formación teatral parte de estudiar dramaturgia con Mauricio Kartún (el maestro de dramaturgia de todas las generaciones que están renovando el teatro argentino) y como titiritero con Ariel Bufano en el Teatro Municipal San Martín. Los considera figuras paternales que transmiten un sincero amor por el teatro, nombrando también a José Sanchis Sinisterra como otro maestro también entrañable. Subraya la capacidad de trabajo de Ariel Bufano, el afecto por el grupo, la entrega al oficio, esa fuerza que le permitió llevar al títere al escenario grande. Agradece su capacidad de disfrute que lo estimula a hacer teatro, que lo marcó para siempre concibiendo el oficio como una pasión.

Su escuela de titiritero parece estar conectada con la partitura de movimientos de sus actores, ocupando sus cuerpos, trabajando el movimiento, dándoles una enorme libertad a sus actores.

“Se trata de concebir cada obra como un largo ensayo”

“Les permito probar muchas cosas, les propongo cosas pero ellos eligen lo actuable, lo que pueden hacer, todo lo que sucede es algo posible, realizable, cosas concretas, simples, que permiten una coreografía de signos y materiales. Si el actor no puede hacerlo o no quiere, buscamos otra cosa hasta conseguir esa comodidad. Tienen que estar convencidos para hacerlo noche a noche, disfrutando lo que hacen, que busquen su forma, sus señales”.
Renuncia al vestuario, renuncia a los cambios de iluminación, simplifica y con este gesto, profundiza.

Hace una sola excepción en LOS HIJOS SE HAN DORMIDO por el vestido que se precisa para La Gaviota. Pero prefiere ropa cómoda, de ensayo, como llegando de la calle. “Se trata de concebir cada obra como un largo ensayo, nunca estrenamos, se sigue ensayando cada noche”.

Palabras similares ha escrito Peter Brook, eliminar el estreno, ensayar hasta que la obra aparezca, surja, se manifieste, nunca se sabe cuándo ni dónde ni por qué.

Confiesa que al filme “Vania en la calle 42” lo amó cuando lo vio hace muchos años (película de Louis Malle que registraba un eterno ensayo de “Tío Vania” a cargo de actores secundarios de cine y TV, en un teatro abandonado en la calle 42 en Nueva York, donde aparece una jovencísima Julianne Moore), pero que ahora la siente muy lenta respecto a lo que es su actual mirada sobre Chéjov o Ibsen, donde interviene muy libremente sobre el texto y sobre todo en la velocidad del espectáculo.

Prepara ahora, entre muchos encargos y proyectos personales, una pieza de Nikita Mikhailov, SIN TESTIGOS, largo diálogo entre una mujer y su marido, de la cual ha conseguido los derechos y se da vuelta alrededor de la idea de entrarle a Shakespeare con quien no consigue encontrarse a pesar de un boceto que pensó acerca de “Ricardo II”. “Shakespeare no quiere conmigo, algo me pasa con él, todos me dicen cuándo lo hago y no sé, no he podido”.

Los títulos de sus trabajos personales son curiosamente distintos a la obra que versiona.
Al trabajar más cerca del ambiente comercial respeta el título original, como en su última apuesta de EL TRANVIA LLAMADO DESEO, porque puede intervenir menos, debido al contrato de derechos.

Al abordar autores y obras de las que se apropia, corta, agrega, modifica, “las cambio tanto” que siente que debe volver a titularlas de otro modo. Así ni su “Tío Vania” ni “Las tres hermanas” ni “La Gaviota” (“Los hijos se han dormido”) llevan el nombre original, confesando la fuerte intervención del director y dramaturgo, siempre actuando en ese sitio tan frágil que es la cuerda floja entre el creador y su público.

Renovador de la escena bonaerense, junto a figuras como Ricardo Bartís, Rafael Spregelburd, Javier Daulte y Alejandro Tantanian, sus trabajos aparecen en España como en México, donde lo convocan para que aplique su particular manejo del actor y la palabra, ese que podremos ver este fin de semana en una joya como es LOS HIJOS SE HAN DORMIDO donde es imposible aburrirse o cansarse, dado el trabajo siempre intuitivo y eficaz de Daniel Veronese.

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